Obras Completas de Eusebio Blasco
Tomo II, Del Amor... y otros excesos.
El primer amor
de Eusebio Blasco

Nota:se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.


EL PRIMER AMOR


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¡Qué bonito es el primer amor y cuántos encantos tiene!

Hé aquí un capítulo, lector amante, que se puede llamar el capítulo de los recuerdos.

Le vamos a hacer entre tú y yo.

Bastará que recuerdes lo que te pasó cuando tenías catorce ó quince años.

No hay un mortal que no haya amado alguna vez, y como alguna vez se ha de empezar, resulta que todos hemos tenido nuestro amor primero.

¡Y qué amor, Dios eterno!

Sale uno del colegio; le ponen la primera levita y el primer sombrero de copa; se compra uno un cigarro de tres cuartos, y sale por las calles de su pueblo diciendo: ¡qué felicidad! ¡Ya soy hombre!

¡Oh, corazón estúpido, y por cuan diversos caminos te lanzas a la desgracia!

¿Tú crees que con ser hombre lo has conseguido todo, verdad?

¡Pues estás fresco!

Más te valiera llevar siempre la chaqueta de hilo y el sombrerito de paja que te ponía la mamá los domingos por la tarde para que fueras a jugar al toro ó a ver Los polvos de la madra Celestina.

Pero a ti te parecía que eso ya no te sentaba bien, y preferiste meterte a hombre sin pedir permiso a nadie.

Decía, lector amante, que tú y yo, y el vecino de enfrente, salimos del colegio y entramos en el mundo.

Cada vez que un amigo de nuestra familia nos decía:

—¡Adiós, pollo! se nos hacía agua la boca y nos creíamos de bueno fe que ser pollo era ser algo.

¿Qué es un pollo?

Una especie de ser metido en un levisac y asomado a unos cuellos tiesos, que tiene permiso de la sociedad para gastar pasiones en número moderado.

La primera pasión es como el primer cigarro, ó como los primeros guantes. La toma uno con tal furor, que hasta se pone malo.

¿Quién no ha tenido una amiga de la niñez, a quien sus padres han vestido de largo al mismo tiempo que uno se cubrió la parte oriental de su individuo con los faldones de una levita?


Pues esa puede ser muy bien la primera pasión.

¿Quién no ha sido presentado al entrar en el mundo de los pollos, en alguna reunión medio pelo donde solía ir una chica muy mona, hija de un juez de primera instancia ó cosa por el estilo?

Pues esa puede ser muy bien la primera pa sión.

¿Quién no ha sido llevado por primera vez a un baile y ha dado patadas en el suelo en compañía de una prima carnal que también iba por primera vez a ponerse colorada como un tomate en fuerza de dar vueltas?

Pues también la prima puede ser la primera pasión.

Ello es que de la noche a la mañana comienza uno a no dormir y a perder las ganas de comer, y a leer El judío errante y El diablo mundo de Espronceda, y a pasear una calle diez ó doce veces al día, y a escribir una carta después de haber hecho muchos borradores, la cual carta se pone muy sucia y muy sobada a causa de estar muchos días en el bolsillo.

Generalmente sucede esto cuando uno es estudiante. Como está entregado al amor, no estudia, y como no estudia, pierde el curso, y el padre ó el tutor ó el encargado se ponen como unas fieras. Pero el amante arrostra por todo y no piensa más que en entregar su carta ¡que es floja, por cierto!

Es una carta que suele empezar con estas palabras:

« Señorita: desde el momento que la, vi a usted por la vez primera, mi corazón... etc.»

Por fin logra uno entregarla. ¡Qué fortuna! La pollita contesta cuatro garrapatos encantadores, y dice que ya ha podido uno conocer que le era simpático, y cosas así; en una palabra, comienza el tiroteo, y se arma la gresca, y ya es feliz el apasionado señorito.

¡Tener la primera novia! Emoción nueva, sueño realizado, felicidad, casi, casi.

Pero bien pronto se quiere más, desea tocar más de cerca los resultados; la chica dice «es menester buscar un medio de que vengas a casa; » y busca uno el amigo que le presente a la familia.

En tanto que realiza este justo deseo, el amante se siente inspirado una noche, y aunque en su vida ha hecho un verso, ni cree él, ni nadie, que los pueda hacer, el amor sin versos es un amor a medias, y el enamorado que no hace coplas es un fenómeno. No hay miedo, ello saldrá, y el amante escribe, y al día siguiente la chica se encuentra con esta composición en cualquier periódico callejero:

     A L... [1]

Niña gala de este suelo
que llevas la dicha en pos,
claro destello de Dios
como la estrella del cielo,
llevas de hermosa la palma
y ante tu rostro me inclino
que ese tu rostro divino
me ha traspasado el alma.
Yo vivía triste y serio
y teniendo el alma herida
me parecía la vida
un inmenso cementerio;
pero hoy ya los mis enojos
calmados están por cierto
pues vuelven la vida al muerto
tus puros brillantes ojos,
y en tu ansiada pasión
mi pecho amante se abrasa
y te da con fe no escasa
el alma y el corazón.

Antonio Simón.

La chica, que ve estos versos y adivina en seguida que están disparados contra ella, se pone tan contenta, y empieza a decir en casa que el pollo tiene mucho talento, y que es uno de los chicos de más capacidad de la población, y en fin, logra que la mamá se ponga en guardia.

Por fin, una noche es presentado el pollo en la casa, y la chica y él están tan contentos, y la mamá dice para sí:

—Verás tú, niña, verás tú lo que te voy yo a dar cuando nos vayamos a la cama.

El pollo comienza a frecuentar la casa. El y la chica empiezan a ponerse muy flacos, y a consumir resmas de papel de una manera escandalosa. Los juramentos, los propósitos y los versitos con consonantes en ós y en elo, aumentan cada día.

Por último la mamá ó el papá de la muchacha le dicen al pollo por qué va tanto a la casa, y que «en qué quedamos.»

Es regla general que siempre que le preguntan a uno por primera vez tales cosas, responde que se quiere casar. Y es también regla general que todos los padres que oyen esto, se echan a reir; y hacen muy bien.

Principian los obstáculos y la desesperación. Se enfada uno consigo mismo porque no tiene más que quince años y porque quisiera tener más. La chica escribe a obscuras y con lápiz que sus padres la tratan mal, y uno quiere matar a los padres, y no los mata. Después se quiere uno suicidar, y no se resuelve a ello; después pierde uno el curso en la Universidad; después empieza a tener celos de todo el mundo, y como no se atreve a meterse con los hombres, da contra la chica, que ya no quiere ni salir de casa, porque el amante no se enfade, y por último, o se llevan a la chica del pueblo, ó se lo llevan a uno a estudiar a Madrid, ó va uno teniendo más años, y dice, después de haber amado a cuatro ó cinco mujeres:

—¡Caramba! este amor que siento ahora es más puro, y sin embargo no es tan fuerte como el primero!

Y se acuerda de la primera novia y suspira.
Porque ella fué la que le enseñó a amar.
Porque ella le hizo conocer los celos.
Porque ella le dijo el primer te quiero que oyó en el mundo.
Porque ella le quería real y efectivamente.

Y a pesar de eso, el primer amor era una cosa muy ridicula.

Ahora, lector amante, estoy seguro de que piensas así.

Y estoy seguro de que dices conmigo:

Bueno y bonito, y barato, era el primer amor; pero los sucesivos han sido más positivos.

El segundo fué más firme
El tercero más atrevido...
El cuarto más dulce...
El quinto más.
Y el... no, no continuemos.


  1. Estas composiciones se dirigen siempre a una inicial. Es la costumbre.