​El Museo Universal​ (1869)
El pan negro
 de Zaid
Liebig
EL PAN NEGRO.



¿Veis ese pedazo de masa compacta, negra, brillante, perfectamente cuadrado como piedra sillar, que se destaca sobre bruñido acero á los resplandores de luz en la chimenea de un salón aristocrático; que al ponerse en contacto con el fuego parece estremecerse y lanzar gritos de dolor; que luego acalla, se resigna y comienza á arrojar, como volcan en miniatura, corrientes de luz blanca, viva, juguetona y ruidosa; que .se enternece, ablanda y amolda dejando caer sotas ardientes como lágrimas de júbilo, cual si el espíritu aprisionado en sus entrañas, despertase de un sueño de largos siglos, rompiese al calor sus cadenas y buscase por todos los poros la libertad perdida; que una vez libre el espíritu se sosiega el cuerpo, se trasforma en trasparente ascua de oro, brilla por unos minutos y disminuyendo insensiblemente de volúmen, va de grado en grado nublándose y descendiendo, hasta que perdido su fulgor y trasparencia, descubre sus mezquinos huesos y busca el suelo en blancas cenizas convertido?

Esa, al parecer, tosca piedra de los antros del reino de Pluton, que asi da ef comfort al palacio del rico, ó ilumina el pobre hogar del proletario; que asi impulsa las naves y los trenes como trasforma en el gigante de la máquina todos los productos de la naturaleza, ¡cuántos misterios no encierra y cuántas maravillas no solapa! Si un hombre ahora dos siglos hubiese labrado una corona de este material grosero y repugnante que mancha al que le toca, y presentándolo á un monarca le hubiera dicho: «Colon regaló á España un nuevo mundo y trajo en prueba de su dominio barras de oro y plata. Yo he descubierto un mundo nuevo escondido en las entrañas de la tierra y traigo en prueba este pan negro del que he labrado una corona. Ceñid con ella vuestras sienes que vale mas que el oro, las perlas y el diamante. El os llenará las arcas riel tesoro y á guisa de vara mágica haréis una revolución en el universo.» ¿Qué se habría pensado de este hombre? Pues el carbón de piedra lia sido ese nuevo mundo, esa corona, y ha llenado las arcas de tesoros y ha hecho en el mundo una revolución.

¿Qué son las joyas y preciosos metales al lado del pan negro que da de comer á la negra máquina, haciéndola digerir cuantos útiles requiere hoy dia la vida de los hombres? Oid á la Inglaterra: ella os dirá que tiene sus Américas en sus islas, su oro en su hierro, sus perlas en el carbón. Ella os dirá que su prosperidad y grandeza proviene de la regencia bina de los reyes «Carbón y hierro,» King-Coal and King Iron, magnitud y fuerza que engendran mundos de diversas formas. Ellos han hecho y harán cambiar las condiciones sociales, económicas y políticas del mundo, mas revolucionarios que los hombres todos propuestos á derribar un órden existente. Ellos igualarán las clases, liarán del universo una familia, vestirán al pobre y le darán techo y abrigo y alimento; ellos debilitarán y engrandecerán alternativamente imperios, monarquías y repúblicas hasta desparramar y nivelar las fuerzas constituyendo al fin la paz y armonía social. El fuego y el hierro hacen la guerra por la paz, y destructores al principio, su misión es la vida, no la muerte. Como si quisiera dar ejemplo, Inglaterra que mas carbón produce y mas hierro fabrica, está cerrando siempre las puertas del templo de Jano, y aunque se arma de corazas y cañones es el apóstol de la paz entre las naciones modernas. Es que sabe que el carbón y hierro tienen misión mas humana y mas alta que fabricar Armstrongs y Monitores. Pero dado que la riqueza y engrandecimiento de esta nación conocida por ser la productora y fabricadora de estos materiales en mayor escala en Europa, es erróneo decir que á ellos deba estos beneficios. El fundamento de la grandeza de un pueblo no consiste en los accidentes externos que posea su suelo. El salvaje es pobre pisando á cada instante ricos veneros. España nunca fue mas pobre que después que descubrió las Américas. Minas de carbón y hierro poseemos y no nos han dado bienestar ni engrandecimiento. ¿Cuál es el secreto que aquí se encierra? Cuando el hierro y el carbón llegaron á ser los titanes modernos, existía ya un gigante, que era esa nación activa, bien constituida, infatigable é industriosa. La fuerza que aquellos tienen, ella se la prestó. ¿Dais al carbón y al hierro el título de reyes? Enhorabuena: pero advertid una diferencia.—No lo son por derecho natural: el hierro y el carbón son esclavos del hombre. No lo son tampoco por dereccho divino. En el mundo de la industria ha penetrado también la nueva ciencia de derecho político, y King-Coal y King-Iron son reyes, por la voluntad de un pueblo trabajador.

Increíble parece la potencia trasformadora de estos dos agentes que han constituido la edad apellidadadel hierro. Desde la mas microscópica puntilla de París hasta el grandioso puente tubular; desde la cabeza de un alfiler hasta el palacio de Sydenham, el carbón y el hierro que se aman, se juntan, se estrechan, se confunden en una obra común, como dos socios bienhechores que han resuelto servir á la humanidad, son el Proteo moderno, que con su ductilidad y propiedad de trasfiguracion ilimitada sirven y acompañan al hombre en todas sus empresas y toman parte en todas sus necesidades. Observad la esfera de su dominio, es universal. Nada de concreto, nada de monopolio y exclusivismo en sus obras: parecen dos niveladores que han surgido de la creación para hacer el bien sin acepción de personas, y para que nada faltase, viendo que la antigua edad de oro había hecho con el hierro cadenas para esclavos, su reinado férreo las rompe y declara á todos los hombres libres.

¡Cuántas reflexiones interesantes sugieren el origen, la formación, el descubrimiento, la explotación, el uso, los beneficios y la misión que parece venir á realizar en el orbe este tesoro escondido en sus entrañas, y al cual ha dado valor, como al hierro su consorte, el progreso de los bumanos! Descubierto ayer y apenas comenzada su aplicación, echamos una ojeada sobre la historia de la naturaleza y le vemos sobrepasar la historia del hombre y de los animales y llegar á aquel estado confuso en que la creación á sólas con sus fuerzas se entretenía en hacer lechos de océanos y levantar Osas sobre Peliones; ó siguiendo la relación mosaica, coetáneo del tercero dia en que á la voz de Dios protulit terra herbam virentem. ¿Quién no se llena de admiración al considerar que en aquella para nosotros noche de los tiempos, la naturaleza, madre providentísima, estaba utilizando los rayos del sol, fabricando y almacenando bajo la superficie del globo inmensas canteras de las qi.e el hombre en un remoto período habia de sacar fuego para abrigarse, fuerza para moverse y pan para alimentarse? ¿Veis esa serpiente que ondula veloz como el rayo atravesando rios, profundidades, llanuras y montañas, arrojando entre silbidos bocanadas de espeso humo?

¿Veis esa montaña movible, semejante á una obra del dios de las herrerías, que mareba serena mientras otras naves son sorbidas por el furioso elemento; que lleva un bosque de mástiles, que cubre el espacio con sus alas, que enturbia el Océano con sus remos, que ennegrece el cielo con su humo y que trasporta ejércitos y ciudades? ¿Veis esa aglomeración de ruedas, émbolos, cilindros, planchas, muelles y tornillos, laberinto de hierro en movimiento, que produce sin cansancio maravillas, ata las manos del obrero, y apropiándose el reinado de la fuerza bruta deja al hombre sólo el de la inteligencia? Preguntad quién mueve estos ingenios y os asombrareis al oir responder al profundo ingeniero Stephenson, señalando al astro del dia: ¡los rayos del sol de millares de siglos! Sí, los rayos del sol de edades pasadas que en los grandes trabajos de la naturaleza supieron perpetuarse para servir mas tarde al hombre á quien preparaba vivienda tan suntuosa. Siempre el eterno Prometeo de la fábula. Esas masas enormes de carbón parecen el Titán que robó el fuego del cielo. En fuerza de voltear el globo la montaña se fue abajando, llegó al nivel de la tierra y aun se sepultó en sus abismos: el buitre es el hombre que desgarra sus entrañas y parece que mas crecen cuanto mas se arrancan: buitre insaciable de botin, cuya avaricia se renueva al modo que el seno del Titán.

Y en medio de esta potencia, ¿no veis la flaqueza humana? Al lado de ese agente de vida, ¿no veis la muerte? Junto á esa inspiración del ingenio humano nuevo Dédalo que sorprende con sus invenciones, ¿no veis la ignorancia y la impotencia? Esos rayos aprisionados en el carbón no sirven al hombre sin preceder una guerra á muerte: esas máquinas que se mueven á su calor, no se agitan sin dejar antes sin movimiento multitud de brazos, ni ese mar de riquezas que arroja en los mercados sin llevar consigo rios de lágrimas. Si el pan blanco cuesta sudores, el pan negro cuesta luto. Esa dama que al lado de suntuosa chimenea se enorgullece al quemar genuino Wallsend, tal vez ignora que aquella luz viva aun antes deencenderse, ha esparcido la muerte y reducido á frias cenizas un ejército de jornaleros. La ciencia no conoce aun los medios de luchar á salvo con este gigante temeroso en cuyo reino cada paso es un peligro, cada respiro una catástrofe, y que al sentir penetrar al habitante de la región de la luz en su región I de las tinieblas se ensoberbece y silba cual serpiente y lanza de sus negros labios huracanes de aliento mortífero. En vano Davy Humphrey pretendió encantar al, minero dando como los dioses a sus protegidos una lámpara misteriosa cuya luz presiente y señala los cataclismos y la furia del dios de aquellos antros. La muerte corre por sus filas. Si los muros mal seguros no se desprenden, el humor que despiden las heridas hechas en las venas del Titán, se aglomera, se extiende y estalla reduciendo á cadáveres a cuantos le respiran. Sólo en Inglaterra, el número de muertos, sin contar con los heridos y estropeados, es de mil trabajadores cada año, y los vivos usan por calendarios la memoria de sus accidentes. Grandes son las ventajas de la industria, espléndidos los resultados de la actividad moderna; pero aun esta hecatombe continua acusa nuestra ignorancia, y en medio de nuestros placeres y al abrigo del hogar, pocos hay que piensen que por do quier ponemos aun la mano sobre cadáveres, y que el lujo que nos rodea va sellado con la sangre, las lágrimas y el luto de nuestros hermanos.—

Zaid.