El nacimiento de Cristo/Acto III

El nacimiento de Cristo
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto III

Acto III

Salen LISENA, pastora, DELIA y SILVANA.
LISENA:

  A las cosas que contáis
el cielo estará suspenso:
en corto espacio al inmenso
al incomprensible dais
  lugar donde quepa.

DELIA:

Sí,
pues cupo en el vientre santo
de una Virgen que obró tanto
con fe y humildad.

SILVANA:

Yo vi,
  Lisena, en tan breve espacio
como un pesebre pequeño,
de la tierra y cielo al dueño
divino.

LISENA:

Extraño palacio
  eligió para nacer
en ese pobre portal.

DELIA:

Su resplandor celestial
luego le diera a entender
  quién era el que estaba allí.

LISENA:

¡Que con vosotros no fuera
y ese zagalejo viera
que nace al hielo por mí!
  No dudéis: de mi ganado
diera el cordero mejor,
por ver de esa Virgen flor
el dulce Fruto esperado.
  Laurencio, bien entendido
del libro de los Profetas,
contaba cosas discretas
de este Dios y hombre nacido:
  mayormente de Isaías.
¿Y cómo su madre está?

DELIA:

Como el cielo que hoy nos da
con tal sol tan buenos días;
  querer pintar su retrato
es menester para él
que tome Dios el pincel.

LISENA:

¡Que no fuera yo con Bato,
  con Pascual y con Laurencio!

DELIA:

Si hay algo más que María,
solo es Dios, porque este día
más la encarece el silencio.
  Si todo lo que no es Dios
es menos que vos, Señora,
soy yo muy ruda pastora,
Virgen, para hablar en vos.

SILVANA:

  Dice Delia la verdad:
callar es mejor; disponte,
Lisena, a dejar el monte;
parte a la santa ciudad,
  donde verás la belleza
de la Madre de su Padre.

DELIA:

De ver la Virgen y Madre
se admira naturaleza.
  Yo te digo que es persona
que la sirve de chapín
la luna, y que tiene, en fin,
al mismo sol por corona.
  Pues hablar en el rapaz
no hay en los cielos estrellas,
en la tierra flores bellas,
ni en el mar duro coral.
  A todas hace ventajas:
allí está recién nacido
como pajarillo en nido
entre las plumas y pajas.
  A la fe, mi delantal
de lástima le dejé.

(Salen BATO, PASCUAL, LAURENCIO, GINÉS y otros pastores.)
BATO:

Digo, que conmigo fue
Laurencio y también Pascual,
  y que han visto lo que vi.

GINÉS:

De envidia me estoy muriendo.

PASCUAL:

¿Delia está aquí?

DELIA:

Estoy diciendo
que a Belén con los dos fui,
  y Lisena, deseosa,
ir quiere a verle también.

LAURENCIO:

Ya no es la menor Belén,
ciudad de David dichosa
  en la tribu de Judá.

PASCUAL:

A la fe, bella Lisena,
que con razón tienes pena
de no haber estado allá.
  Contando vengo a Ginés,
que de envidia muerto viene,
la gloria que Belén tiene.

GINÉS:

Besaros quieren los pies
  las flores de aquestos prados,
y bien podrán los pastores.

BATO:

¡Oh qué muchacho de flores
hecho de lirios dorados!
  ¡Voto a mi sayo, Ginés,
que me retoza la risa
de acordarme con qué prisa
iba a besarle los pies!
  Pero díjome Pascual:
tente, y descálzate presto,
que Dios dijo a Moisés esto:
allá zarza, aquí portal.
  Turbado entonces, no sé
en qué tropecé, que allí
con la cara en el buey di
y la nariz me quebré.

GINÉS:

  ¿Quién pudiera sino tú
hacer eso junto al Rey?

BATO:

Perdone, le dije al buey.

GINÉS:

Y el buey, ¿qué te dijo?

BATO:

Mu.

GINÉS:

  Pastores, tanta alegría
celébrese de mil modos:
cantad y bailad, que a todos
alcanza el bien de este día.
  Yo me prefiero a poner
del monte por partes varias.
esta noche luminarias
que en Belén se puedan ver.
  Ea, vaya un baile, un juego,
una alabanza que cuadre
con tal hijo y con tal madre.

PASCUAL:

Por mí, Ginés, vaya luego.

LAURENCIO:

  Siéntense todos aquí.

BATO:

¿Y al que errare?

LAURENCIO:

Penitencia.

GINÉS:

Diré con vuestra licencia
el juego.

SILVANA:

Sí.

GINÉS:

Diga.

DELIA:

Di.

GINÉS:

  Jesús viene a ser soldado,
aunque capitán nació;
él está desnudo.

DELIA:

Y yo
le vi vestir de encarnado;
  doyle la misma color.

GINÉS:

Al color sentido dad.

DELIA:

Significa humanidad.

LAURENCIO:

Yo le vi lleno de amor,
  y le visto de morado.

SILVANA:

Yo, que le vi los cabellos,
más que el sol y el oro bellos,
le vestiré de dorado.

GINÉS:

  ¿Qué significa?

SILVANA:

El poder.

PASCUAL:

Yo de azul rico vestido
para Dios celoso ha sido:
bien se le puede poner.

BATO:

  ¿Dios celoso?

PASCUAL:

Y muy celoso,
que él mismo lo dice así.
¿Dios no es amante?

BATO:

Dios, sí.

PASCUAL:

Pues ser celoso es forzoso,
  y cuanto es su amor mayor,
claro está que lo ha de ser,
más celos ha de tener.

BATO:

Bendiga el cielo su amor.

LISENA:

  Yo le visto verde al fin:
tengo de verle esperanza,
aunque quien a verle alcanza
ha de ver un fin sin fin.

BATO:

  Yo de blanco vestir quiero
este divino galán
que nace en casa de pan,
y eso mesmo considero.

GINÉS:

  Será pan vivo del cielo.

BATO:

Pues blanco le quiero dar.

GINÉS:

¿Va de juego?

DELIA:

Pues callar.

GINÉS:

Hoy en encarnado velo
  viene este niño, soldado.

DELIA:

Humanidad.

GINÉS:

Por el hombre
viste su divino nombre
de humanidad.

DELIA:

Encarnado.

GINÉS:

  Encarnado y blanco llama
la esposa a este Rey galán.

DELIA:

Humanidad.

BATO:

Pan.

GINÉS:

Y es pan
del cielo.

BATO:

Blanco.

GINÉS:

Han casado
  de una Virgen celestial
en sus divinas entrañas,
de sus grandezas extrañas,
y de su poder.

SILVANA:

Dorado.

GINÉS:

  Dorados palacios deja.

SILVANA:

Poder.

GINÉS:

De sus altos cielos
azules.

PASCUAL:

Celos.

GINÉS:

De celos
del hombre, aunque es Dios, se queja.

PASCUAL:

  Azul.

BATO:

Verde.

GINÉS:

Bato erró.

SILVANA:

Mi color dijo.

LISENA:

Una prenda.

BATO:

Vela aquí: no tengo hacienda
en comenzando a errar yo.

SILVANA:

  Denle penitencia luego.

GINÉS:

Pues consiento que Lisena
le haga una mamona buena.

BATO:

Quedo, por Dios.

LISENA:

Quedo llego,
  séllala, Delia.

DELIA:

Ya voy.

BATO:

La nariz me habéis rompido.

DELIA:

Pues Bato, estar advertido.

GINÉS:

Prosigo.

BATO:

Un jumento soy.

GINÉS:

  El soldado de morado.

LAURENCIO:

Morado.

GINÉS:

A la guerra viene
tan niño, que apenas tiene
fuerzas el hombro sagrado
  para llevar la bandera
morada.

BATO:

Amor.

GINÉS:

De su santa
sangre.

BATO:

Amarillo.

GINÉS:

Ya espanta
tu descuido.

DELIA:

Pague.

BATO:

Espera.

LISENA:

  No hay que esperar, porque aquí
nadie amarillo tomó.

DELIA:

Doyle penitencia yo.

GINÉS:

Dásela, Delia, por mí.

DELIA:

  Pues de los dos aladares
tres veces le he de tirar.

BATO:

¡Ay, ay!

DELIA:

Es de buen quejar.

BATO:

Para, por Dios.

DELIA:

No repares
  en niñerías.

BATO:

¿Aquestas
niñerías? Si con ellas
me has hecho ver las estrellas,
y levantado dos crestas.
  Si otra vez, Ginés, encaja
este juego, he de decir,
pastores, que he de venir...

GINÉS:

¿Cómo?

BATO:

Rapado a navaja.

LAURENCIO:

  Prosigue el juego, Ginés.

GINÉS:

Cumplió el divino soldado
la esperanza.

LISENA:

Verde.

GINÉS:

Y dado
al mundo, como le ves,
  Vistió a la tierra de verde;
erró, que no respondió
esperanza.

BATO:

Pague.

LISENA:

¿Yo?

BATO:

No, sino el alba.

GINÉS:

Quien pierde,
  Lisena, paga; perdona.

LISENA:

Después.

BATO:

¡Lindo proceder!
Paciencia, porque ha de haber
aladares y mamona.

LISENA:

  Daré prenda.

GINÉS:

Basta así.

LISENA:

Bato, procede galán:
si penitencia me dan,
recíbela tú por mí.

BATO:

  Un toro que la reciba;
yerras tú y lo pague yo;
mas desde que Adán pagó,
la costumbre se deriva,
  porque si advertirlo quieres,
andan trocados los nombres,
pues siempre pagan los hombres
lo que yerran las mujeres.

GINÉS:

  Finalmente; este soldado
bajó del cielo.

BATO:

Azul, celos;
verde, blanco, negro, cielos;
rojo, amarillo, encarnado,
  humanidad, esperanza;
poder, dorado, turquí;
veamos si acierto así.

DELIA:

Loco está.

PASCUAL:

Perdón alcanza.

BATO:

  Con esto me satisfago;
dadme penas de mil modos,
que quiero hablallo por todos,
pues que por todos lo pago.

(Sale RISELO.)
RISELO:

  ¿Qué hacéis, pastores, aquí,
cuando animales y aves
parece que a los caminos
a ver maravillas salen?
Levantaos, levantaos presto,
venid corriendo, que el valle
atraviesan con su gente
tres Reyes de varias partes.
La fama dice que vienen
de Saba, de Egipto y Tarsis:
a lo menos bien lo muestran
en los diferentes trajes;
trae el muy viejo una ropa
egipcia, con alamares
de perlas; las blancas sienes
ciñe un bordado turbante.
Mil gitanos y gitanas
le acompañan, cuyos bailes
dan al monte alegres ecos,
que les responde en mil partes.
El otro, de grana fina
la talar túnica trae,
que siembran granadas de oro,
y son los granos diamantes.

RISELO:

El tercero es negro, y creo
que si quisiera embozarse,
el sol tomara por sombra
negro de tan lindo talle.
Cubren el lustroso cuello
aljófares y corales,
y en filigranas sutiles,
sartas de rubíes, granates.
Los negros que por grandeza
vienen danzando delante,
alegran los verdes bosques,
dan alma a los mudos valles.
Lo que en recámaras viene
de camellos y elefantes,
no hay ingenio que lo diga;
pero aseguraros baste,
que toda aquesta grandeza
viene a Belén a postrarse
al pie de un desnudo Niño
que entre humildes pajas yace.
Venid, venid y veréis
maravillas que os espanten,
milagros que os enmudezcan,
y a Dios con madre y sin padre.
Que su Padre está en el cielo,
de quien engendrado es antes,
que por obra de su amor
de una pura Virgen nace.
Niña que no tiene ahora
ni catorce años cabales,
y antes que el mundo se hiciese
el cielo su nombre sabe.

LAURENCIO:

¡Oh, qué notable alegría!

RISELO:

Pastores, seguidme

LAURENCIO:

Guarden
nuestras ovejas los lobos.

PASCUAL:

Al valle, al valle, zagales,
  al valle.

(Vanse, y salen JOSEF y la VIRGEN con el Niño envuelto en los brazos.)
VIRGEN:

Tierno venís, esposo.

JOSEF:

No os espantéis, señora, que lo venga;
sin Jesús amoroso,
¿cómo es posible que dolor no tenga?
¡Ay! ¿qué hermosos rubíes
volvieron sus jazmines alelíes?
  ¡Con qué paciencia estaba
el Príncipe de paz sobre la mesa!

VIRGEN:

El cielo se admiraba,
que tantas veces santo le confiesa,
de ver su Rey Eterno
su sangre derramar tan niño y tierno.
  ¡Ay, mi Jesús querido!
Sentís mucho el dolor que a mis entrañas
primer cuchillo ha sido:
entrañas son de madre, que no extrañas,
de mí tenéis, Dios mío,
las que vertéis: sois mi Criador y os crío.
  Parece que los ojos
tienen por enjugar las perlas bellas:
sosegad los enojos,
serenad las bellísimas estrellas:
no haya más, ya es pasado.

JOSEF:

Con dolor estará, mas no enojado;
  este divino día,
los enojos de Dios todos cesaron,
los que tener solía,
con darnos esta prenda se acabaron.
Entrad, hermosa Infanta:
descansará Jesús de pena tanta.

VIRGEN:

  Descansad, amor mío,
puesto que en esa estrecha, en pobre cuna,
al aire, al hielo, al frío.

JOSEF:

Virgen a cuyos pies la blanca Luna
se postra, entrad os ruego,
que si vos le cantáis dormirá luego.

(Entrense, y salgan MÚSICOS de gitanos y detrás el primer Rey.)
BALTASAR:

  Paróse la estrella ya:
ésta sin duda es la casa
a donde está nuestro Rey;
canta una canción Leonarda.
  A la clavelina,
a la perla fina,
a la Aurora santa,
que el Sol se levanta.
Clavellina hermosa,
perla de los cielos,
rocío divino,
soberano Verbo.
Gusto que las nubes
a la tierra dieron
sobre el vellocino
más puro que el cielo.
Vuestra Madre Aurora;
día tan sereno
a la tierra ha dado,
que os está diciendo,
puesto que en el hielo
de noche tan fría,
a la clavelina,
a la perla fina,
a la Aurora santa,
que el Sol se levanta.

(Salen BATO, GINÉS y LAURENCIO.)
LAURENCIO:

  ¿Dónde quedan los demás?

BATO:

Atrás se queda Silvana
con Delia.

LAURENCIO:

Aqueste es el Rey.

BATO:

Linda persona.

LAURENCIO:

Gallarda.

BATO:

¿Este comerá?

LAURENCIO:

¿Pues no?

BATO:

¿Qué come un rey, oro o plata?

GINÉS:

Lo que comen los demás.

BATO:

¡Válgame Dios!

LAURENCIO:

Oíd, que cantan.
(Cantan.)
  Reina de los cielos,
divina Señora,
a fe que habéis dado
al mundo limosna,
que andaba gitano
fuera de la gloria,
con esa moneda.
Pues que vale sola
cuanto vale Dios.
Mirad si atesora
la ventura toda
que la tierra aguarda;
a la Aurora santa,
que el Sol se levanta,
a la clavelina.

(Entrase el Rey con su música y queden los pastores.)
LAURENCIO:

  ¡Con qué notable alegría,
con qué fe, con qué esperanza
al santo portal caminan!

BATO:

Toda se me alegra el alma,
cuando Juanico nació
de Isabel, esas montañas
saltaron como corderos
y hubo en ellas fiestas varias.
¡Oh, qué comida, torrijas!
¡Pardiez, que entonces andaba
rodando el cabrito, el vino!
Pero todo aquello es nada
respecto de esta alegría.

GINÉS:

Nace Dios, y nuestra humana
carne se viste. ¿no quieres
que haya diferencia tanta?

BATO:

¿Cómo nace con pobreza?

LAURENCIO:

Porque grandeza tan alta
se quiso humillar así.

BATO:

Los cielos, Ginés, me espantan,
¿era mucho que esta noche
dieran turrón y castañas?
¿No llovieron codornices
para aquella gente ingrata
que del maná tuvo hastío?

GINÉS:

¿No te parece que hasta
esta alcorza, este pan vivo,
que hoy para los hombres baja?

(Sale una danza de negros y los dos reyes.)
MELCHOR:

Donde la estrella paró
entró Baltasar.

GINÉS:

La casa
debe de ser esta cueva.

MELCHOR:

¡Hola! Prevenid las cajas.

GASPAR:

Deseo llevo de ver
esta soberana Infanta.

NEGRO:

Canta, Pascual.

MÚSICOS:

Cante uno.

NEGRO:

Toca, Plinio.

MÚSICOS:

Toca y vaya.
  Neglo de Santo Tomé,
a lo Niño del portalico
cantemo, danzemo, bailemo, a la fe;
galumpé, galumpé, galumpico
he, he, he, blanca la cara me deja lo pie.
(Los reyes se entren.)
Toca, neglo, lo pandelo
a lo Niño y Dioso mío,
que está temblando de frío,
siendo la lumbre del cielo;
toca, Blas, lo morteruelo,
pues ayúdeme Flasico.
galumpé. galumpé, galumpico,
galumpé, etc.
Toro branco quemaremo,
si lo branco pie besamo,
lo que por Adán tiznamo
con su nieve lavaremo,
guarda que no te tiznemo
no puede que es Dios el chico;
galumpé, etc.
Cordero de tal grandeza
está sin lana en lo hielo.
yo piensa en mi terciopelo
envolver tanta pobreza,
bayeta de mi cabeza
daré lana al corderico,
galumpé, galumpé, etc.

(Descúbrase el portal, JOSEF y la VIRGEN con el Niño en las manos, el rey BALTASAR de rodillas, besándole el pie, los otros dos a los lados como pinta la tabla de los reyes.)
VIRGEN:

  El mismo Dios que adoráis,
que es la verdadera paga,
os la dará en aquel Reino
de paz.

BALTASAR:

Reina soberana,
dichosos los que hoy merecen
verle en carne mortal.

MARÍA:

Basta
para confirmar la fe
de tan gloriosa esperanza.

BATO:

¿No es bello el Niño?

LAURENCIO:

Es tan bello,
Bato, que me vienen ganas
de atrever mi boca indigna
a sus pies de nieve y nácar.

GINÉS:

¿Hay más gloria que mirar?

BATO:

Parece que aquí se acaba...

LAURENCIO:

La historia, Bato, a lo menos,
porque perdonéis las faltas.