El licenciado Periquín/Capítulo II
Capítulo II - De los lobos
Lobo es un animal como un perro destos feos que andan por las calles, casi de su tamaño, aunque ay algunos como borriquillos. Tiene también los quatro pies y lo restante que del perro diximos. Y no son todos lobos, que ay lobas entre ellos. Es su abitación en el campo, donde se apacienta el ganado, y pocas vezes se hallarán dos o tres solos, antes una manada dellos.
Y acercándome a su inclinación, digo que, quando tienen necessidad de comer, hazen un corro en el qual andan alrededor, y si alguno cae, luego que le ven en tierra, en vez de levantarle, dan en él y, despedaçándole, se le comen. O malos animales, ¿quién cayó? El más flaco, el más enfermo y el que menos fuerça tuvo. Pues, esso claro estava, avía de caer el robusto, el que se puede estar tiempo sin comer, si a costa de dos libras menos de carne ¿qué importan donde ay tantas? Pues, ¿por qué le tratáys mal? ¿Este lobo no fue vuestro compañero? ¿No anduvistes juntos en una misma caça? Ha sido trato doble hazer la rueda, pues era fuerça caer él. No avéys tenido razón. ¿Qué respondéys a esto, lobos?
Por ellos respondo yo que o son lobos o no. Si lo son, es fuerça ser comedores, y siéndolo, que de su demasía se esperava comerse uno dellos quando en otra parte faltasse qué.
¿Y destos mismos animales quáles son peores, ellos o ellas? Ellos sé yo que huyen de la espada, y por lo menos ya ay con qué defenderse el passajero; pero ellas negocian quedándose en sus cuevas, no se ponen en peligro que les fuerce a esso y, a vezes, suelen tener más caga que la que ellos traxeron. ¡Válgaos el diablo, lobas avían de ser ellas! No me espantara si fueran çorras. Vengo a pensar que çorras y lobas, leones y ovejas es una misma cosa. Como todos tiren a un mismo fin, concedo; pero no matarían sólo aquello que han de comer. ¡Buena va la cuenta! Las langostas comen una espiga y destruyen treynta.
Aora, en fin, ya sabemos algo cerca destos lobos y de sus hembras. Las lobitas, hijas destos lobos que se van y de las lobas que se quedan, ¿de qué comen? ¿Esso ha de dudar? De andarse tras sus madres. Y otros lobos que no anduvieron con éstos y están gruessos ¿de dónde lo han sacado? O ¿quién se lo dio? El oso sabemos come el humor de sus manos; a ésse no ay que pedirle razón. Pero tú, lobo, que no trabajas y comes, ¿de dónde te viene? De derecho te toca casarte con alguna destas lobas, porque a lobo que no trabaja le está a propósito loba que se anda tras su madre. ¡Malos animales! ¿No se podría hazer de suerte que no los huviesse? Pues, ¿cómo pueden faltar lobos? No puede esso ser.
Quien no sabe su fábula, por si acaso. Dessollavan unos pastores una oveja y advertía uno dellos no perdiessen la piel, porque llevándosela al amo no les parasse perjuyzio en el salario, porque lo hizo el lobo. Estavan a la puerta una manada dellos y dixo uno:
-Si esso hiziéramos nosotros, he aquí lobos pastores, quando aquéllos faltassen, supuesto que avría siempre animales a quien echar las cabras.
Con todo, si me preguntassen qué remedio, daría éste: ¿no huyen ellos de la espada? ¿No se quedan ellas y sus hijas en las cuevas? Pues, aguardar que estén juntos y venir con el fuego, que si escapare alguno, como lleve quemadas las manos, importara poco.