El libro talonario: 11


Escena XI

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MARÍA, sola. Recoge apresuradamente las cartas; guarda las de Carlos; conserva en la mano la de Luis y las suyas propias.


MARÍA. Ahora empieza mi papel;
 ahora su castigo empieza;
 y sepa el esposo infiel
 lo que cuesta una vileza
 de lágrimas y de hiel.
 En mí como en un espejo
 ya a mirarse el criminal;
 ¡yo, que traiciones semejo,
 y soy cual limpio cristal
 que manda impuro reflejo!
 El va a juzgarse a sí mismo
 creyendo juzgarme a mí;
 él, en su ciego egoísmo,
 pensará que ya caí
 hasta el fondo del abismo.
 Hará de severo alarde,
(Con ironía.)
 
 dictará fiera sentencia;
 que por escarmiento arde
 la escrupulosa conciencia
 del que es traidor y cobarde.


(Se recuesta en el sofá; finge que duerme y va ejecutando los movimientos que indica el verso. Toda esta parte es evidentemente irónica.)

 Ya duerme la delincuente.
 ¡Qué angustiosa pesadilla!
 ¡Qué palidez en su frente!
 ¡Cuál rueda por su mejilla
 de terror lágrima hirviente!
(Se interrumpe para reír.)
 
 En sueños terca me afano
 mis cartas por defender:
 la de Luis, ¡destino insano!,
 está abierta y va a caer
 desprendida de mi mano.


(Queda MARÍA sobre el sofá fingiendo que duerme: en una de sus manos oprime con fuerza, pero de modo que se vean, las cartas que copió de las de CARLOS, y que parecen ser dirigidas a LUIS, y las acerca mucho a su pecho, como para defenderlas. Sobre su falda, en contacto con su mano, pero ya desprendida de ella, coloca la carta que escribió LUIS, y así espera breves instantes, siempre sonriendo, la llegada de CARLOS.)