Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El hombre mas feo.

El Sr. D. Lesmes es un caballero amiable, atento, chistoso y decidor; pero tan feo, que abusa ya del derecho de serlo. Básteos saber que estudiaba teología, y no le pudieron conferir órdenes sagradas porque los cánones prohiben ordenar á los escesivamente feos. Quiso después hacerse comediante, y el director de la compañía le dijo que no se representaban autos sacramentales en que pudiera hacer el papel de diablo, y por consiguiente no podía darle ocupación. Quiso ponerse á marido, y no ha habido mujer bonita ni fea que lo quisiese. El, sin embargo, necesitaba casarse, porque en ei mundo es preciso ser algo. Un dia supo que en algunas tribus de la costa de África se acostumbraba perdonar á las mujeres condenadas á muerte, como hubiese algún hombre que las reclamase para casarse con ellas.

— Ya tengo mujer, dijo para sí; ella será negra y tendrá las narices remangadas, pero al fin conseguiré que no me entierren con palma.

Se embarca y llega, porque no es cosa de que nos detengamos en el viaje; y como si la suerte le favoreciese, cátate que en el mismo dia llevaban á quemar viva una negra de unos sesenta años, casi tan fea como él, porque lo que es mas seria pedir gollerías.

Ya estaba la pobre negra atada y sujeta encima de diez ó doce carretadas de leña, y el verdugo echando yescas para encender faego, cuando oportunamente llegó D. Lesmes á salvarla. Todo se detuvo: el jefe de la tribu se acercó, y dijo:

— ¡Desgraciada! todavía es tiempo. Este buen estranjero te reclama. ¿Quieres morir, ó casarte con él?

La negra levantó la cabeza, miró á D. Lesmes, y dijo:

— Que enciendan la antorcha.

— ¿La de Himeneo? preguntó un negro que debia ser erudito.

— No: la de la hoguera. Morir es mejor.

D. Lesmes murió soltero.