Poesías de Francisco de Figueroa
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

CANCIÓN I. editar

ARGUMENTO.

Estaban ciertos amigos en Roma esperando con mucho deseo y risa que llegase una ballesta de Lisboa; por la qual habia enviado uno de ellos. Vino, y fue tan mala, que todos le dieron mil apodos, significando su antigüedad, y entre ellos fueron los de esta canción.

El hermoso pastor, que las tres Diosas
Vió desnudas en Ida
De su belleza combatir la gloria;
Y aunque por un igual eran hermosas,
Dió á Vénus la victoria
Por la dama ofrecida;
En su rústica vida
Con este arco cazaba de las fieras
Del monte las mas bravas y ligeras.

Despues que fué en mal punto conocido
Por hijo, y acetado
De Priámo, y mudó paños y oficio,
Por memoria del tiempo en que se vido
En tan baxo exercicio,
Tuvo este arco guardado:
Y quando por mal hado
Fué á Grecia, do robó la esposa agena:
Claro exemplo del mal, que amor ordena:

Y viniéron con fuerte armada mano
Mil naos, en compañía
Del ofendido, á procurar venganza:
Y el fiero Aquiles en el gran Troyano
Ensangrentó su lanza;
Y quando él mas ardia,
Con niebla eterna y fria
Cubrió sus ojos la saeta ayrada:
De este arco y de esta cuerda fué tirada.

Despues quando por fuerza, ó por engaño,
(Aunque fué luengamente
Defendida) cayó Troya, y con ella
El real ceptro; y el dorado escaño,
Y qualquier cosa, bella
Fué presa de la gente,
Repartiendo el despojo, cupo en suerte
Al eloqüente hijo de Laerte.

Este tornando hácia la patria cara,
Que el Itacense mora,
Perdido por el mar furioso anduvo
Tanto, que apénas fué Troya tan cara,
Ni tanto le detuvo:
Un dia con la aurora
Salió, do el Tajo dora
El Océano; y hizo que hoy se vea
Una Ciudad por él dicha Ulisea.

En ella entre otras cosas con que ornáro
El arte y la natura
Al famoso lugar, consagró un templo
A Márte vencedor, donde colgáron
Por memoria y exemplo
En la mayor altura
Este arco; y fué ventura
No haberse perdido en el camino,
Pues el desnudo á los Feaces vino.

El domador de monstruos fuerte y fiero
Estas flechas usaba,
Y Hilas las guardaba:
Con estas castigó bien al ligero
Centáuro; mas no sé donde saliéron,
Que de improviso en Roma pareciéron.