El drama del alma: 11
XXXVI.
A los jóvenes redactores de la crónica mercantil de Valladolid.
Vosotros los que flores y cantares
Me echáis al paso al regresar a España,
Perdonadme la hiel de los pesares
Que hace muda mi voz, mi faz huraña.
Excusad que postrado en los altares
Conjure al genio ruin que me acompaña:
Dejadme hablar, para calmar mi duelo
Antes que con vosotros con el cielo.
XXXVII.
Hermanos, que acatáis mis piadosos
Votos, dejadme orar pues sois cristianos;
Pues españoles sois, sed generosos
Conmigo y tolerantes como hermanos.
Dejadme, tras veinte años azarosos,
Que alzando al sol de mi país las manos,
Vuelva de calma con afán profundo
El corazón a Dios, la espalda al mundo.
XXXVIII.
Esto que oso decir sé que es extraño;
Que puede apenas perdonarse sólo
A la honda convicción del desengaño:
Mas yo a mi fe mi vanidad inmolo.
Sé también que es encubridor amaño
Hoy tal vez la piedad y la fe un dolo;
Que al par que la ambición a la fe adula
Con la fe la política especula.
XXXIX.
Mas mi fe no es hipócrita ni artera,
Ni a político bando pertenece,
Ni a sombra del favor medrar espera,
Ni adula a la opinión porque enriquece
La pluma. Creo en Dios con fe sincera,
Y me humillo al favor que me enaltece:
Y el que no crea que con fe lo digo,
Vuelva a la mar y a Méjico conmigo.
XL.
Venga conmigo al mar y en la crujiente
Nave que el agua con furor azota,
Y que arrebata el huracán rugiente
Y que va ya desarbolada y rota,
Alzará como yo al Omnipotente
Con voz exhausta su oración devota,
Pidiéndole no más con hondo anhelo
Un punto azul en el perdido cielo.
XLI.
Venga conmigo a la nación que en guerra
Civil grita ha diez lustros ¡muera España!
Y en aquel pueblo y en aquella tierra
Que no producen mas que odio y cizaña,
Al Dios se volverá que allí le encierra
En tal sentina de doblez y saña:
Y si le vuelve Dios libre a Castilla,
O apostató de Dios, o se arrodilla.
XLII.
Vosotros que del vil materialismo
Guardado habéis vuestra alma castellana,
Y del frío e hipócrita egoísmo
Que roen hoy la sociedad humana,
Que creéis en la fe que hay en mí mismo,
Que no dudáis en mi humildad cristiana,
Sed mi mundo vosotros, sed ni escudo
Contra ese mundo ante quien paso mudo.
XLIII.
¡Oh hermanos míos! mi honra y mi esperanza
Encomendados dejo en vuestras manos;
Si mientras por las vegas del Arlanza
Voy mis deberes a cumplir cristianos,
De la calumnia o el rencor me alcanza
Algún dardo traidor, rompedle, hermanos:
Y cuando muera, de mi fe en abono,
Decid a mi agresor que le perdono.
XLIV.
A dar un adiós último a Castilla
Voy en la inmensidad de mi tristeza.
Debo volver del mar a la otra orilla:
Si voy… de no tornar tengo certeza.
Vosotros que sondáis por qué se humilla
Coronada de foros mi cabeza,
Sancionad mi silencio con el mundo
Sin dar razón de mi pesar profundo.
LV.
Me cantan por do voy, y no respondo:
Me aplauden por do quier y paso mudo
Como un espectro que devuelve el fondo
De su tumba a la luz hosco y ceñudo:
Me buscan mis amigos y me escondo:
Me saludan las damas y el saludo
No devuelvo… ¡velad por mi conciencia
Mientras cumplo hasta el fin mi penitencia!