El convite económico

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El convite económico.

Mi maestro de primeras letras tendria unos veinte y cinco años; era andaluz, gracioso y amigo de chanzas y de bromas; se llamaba Juan, y el dia de su santo, que era el Bautista, tenia la costumbre de convidar á todos sus discípulos.

Pero no vayan Vds. á creer por esto que era derrochador y bolsilli-roto; antes, por el contrario, era económico hasta mas no poder.

Solia convidarnos á cerezas ó guindas; buscaba siempre las mas pequeñas; y en los años abundantes regalaba una por cabeza, y una para cada dos en los años de escasez.

El presupuesto de su convite, un año con otro, venia á ascender á cuatro cuartos, porque las cerezas por libras valían á dos.

Este hombre murió de una indigestión, y el sucesor, cuando supo la costumbre del convite, la quiso imitar.

Os voy á convidar, amigos míos, nos dijo, pero no á cerezas, sino á chocolate. Una aclamacion general fué la respuesta de este rasgo heróico de generosidad, y las bocas de los niños se hicieron agua.

Llegó el gran dia: los que asistíamos á la clase seríamos doscientos, colocados en dos largas filas, y esperando el momento de dar principio al delicioso refrigerio. Un criado se presentó con una servilleta, un plato, y en él un pocillo de chocolate, que podría contener media onza. En otro plato llevaba un alfiler.

Así serán los de todos, pensé yo para mi.

No era muy grande, pero á lo dado no se le debe mirar ni el pelo, ni el tamaño.

— Ven acá, dijo el maestro al primero con voz risueña, y haz lo que yo haga.

El maestro cogió el alfiler, lo metió en la gícara, lo chupó, y se lo dió al niño: este hizo lo mismo y lo dió al segundo, y así sucesivamente, en dos minutos probamos el chocolate los doscientos niños de la clase.

La gícara había quedado, poco mas ó menos, con el mismo chocolate que cuando la trajeron.

— Lo poco, bien repartido, hace provecho, dijo entonces el maestro: cuando Dios dá para todos da; ahora, hijos mios, que todos habéis quedado satisfechos, yo me tomaré los restos del convite; y diciendo y haciendo se sorbió el chocolate en nuestras barbas.