El contrato social (1819): Libro IV - Capítulo VIII

El contrato social de Jean-Jacques Rousseau
Libro IV - Capítulo VIII
C A P I T U L O V I I I.

De la Religion civil.

Los hombres no tuviéron al princípio otros Reyes que los Dioses, ni otro Gobierno que la Theocracía. Hiciéron el razonamiento de Calígula, y entónces le hicieron exactamente. Es necesaria una larga alteracion de sentimientos y de ideas en los hombres para resolverse á tomar por Señor á un Semejante, y lisonjearse de hallarse bien con él.

Por haber puesto un Dios á la frente de cada Sociedad política, se sigue que ha habido tantos Dioses como Pueblos. Dos Pueblos extraños el uno al otro, y cási siempre enemigos, no pueden reconocer por mucho tiempo á un mismo Dueño, ni dos exércitos dándose batalla, no sabrian tampoco obedeoer á una misma cabeza ó Gefe.

De este modo, de las divisiones nacionales resultó el Politheismo, y de aquí la intolerancia teológica y civil que naturalmente es la misma como dirémos despues. La imaginacion que tuviéron los Griegos de volver á encontrar sus Dioses entre los Pueblos bárbaros, provino de haberse ellos considerado como los Soberanos naturales de estos Pueblos. En nuestros dias es una erudicion muy ridícula, la que se dirige á establecer la identidad de los Dioses de diversas Naciones, como si Molook, Saturno y Chronos pudieran ser el mismo Dios, como si el Baal de los Fenicios, el Zao de los Griegos, y el Júpiter de los Latinos pudieran ser el mismo, y como si pudiera atribuirse alguna cosa á unos Seres quiméricos que tienen diferentes nombres.

Si se pregunta como en el Paganismo donde cada Estado tenia su culto y sus Dioses, no habia guerras en órden á Religion; respondo que por lo mismo que cada Estado tenia su culto propio no ménos que su Gobierno, no distinguia sus Dioses de sus leyes. La guerra política era tambien teológica: los Departamentos de los Dioses estaban, por decirlo así, fixados en los límites de las Naciones. El Dios de un Pueblo no tenia algun derecho sobre los otros Pueblos: los Dioses de los Paganos no eran envidiosos; ellos dividian entre sí el Imperio del mundo. Moyses mismo y el Pueblo Hebreo se conformaban algunas veces con esta idea, hablando del Dios de Israel. Es verdad que miraban como ningunos los Dioses de los Chananeos, Pueblos proscriptos, condenados á la destruccion, y cuyo lugar debian ocupar los Hebreos; pero ved como hablaban de las Divinidades de los Pueblos vecinos á los que les estaba prohibido atacar: «La posesion de lo que pertenece á Chamos vuestro Dios, decia Jepté á los Amionitas, no os es legítimamente debida? Nosotros poseemos por el mismo título las tierras que nuestro Dios vencedor nos tiene dado.»[1] Esto era á mi parecer una paridad bien reconocida entre los derechos de Chamos y los del Dios de Israel. Pero quando los Judios sumisos á los Reyes de Babilonia y despues á los de Syria se obstináron en no reconocer otro Dios que el suyo, este rehuso mirado como una rebeldía contra el venecedor, les causó las persecuciones que se leen en su historia y de las que no se ve otro exemplo ántes del Christianismo[2].

Estando cada Religion anexa á las leyes del Estado que la prescribia, no habia otro modo de convertir á un Pueblo que el de sujetarle, ni otros Misioneros que los Conquistadores; y siendo obligacion de los vencidos mudar de culto, era necesario comensar por vencer ántes de hablar sobre esto. Léjos de que los hombres combatiesen por los Dioses, eran estos como en Homero los que combatian por los hombres. Cada uno pedia al suyo la victoria, y se la pagaba oon nuevos Altares. Los Romanos ántes de tomar una Plaza, intimiban á sus Dioses la rendicion, y quando dexaban á los Tarentinos sus Dioses irritados, es por que miraban estos Dioses como sumisos á los suyos y obligados á rendirles homenage.

Ellos dexaban á los vencidos sus Dioses no ménos que sus leyes. Una corona al Júpiter del Capitolio era por lo regular el único tributo que les imponian. Enfin los Romanos habiendo extendido con su Imperio su culto y sus Dioses, y adoptando por lo comun los de los vencidos, y concediendo á unos y á otros el derecho de Ciudadanos, los Pueblos de este vasto Imperio se halláron insensiblemente con una multitud de Dioses, y de cultos casi los mismos en todas partes, y ve aquí como el Paganismo no fué enfin en el mundo conocido mas que una sola y misma Religion.

En estas circunstancias fué quando vino Jesus á establecer sobre la tierra un Reyno Espiritual que separando el sistema Teológico del político, hizo que el Estado dexara de ser uno, causando las divisiones intestinas que no han jamas cesado de agitar los Pueblos Christianos. Así esta idea nueva de un Reyno del otro mundo, no habiendo nunca podido entrar en la cabeza de los Paganos, miráron siempre á los Christianos como verdaderos rebeldes que baxo una hipócrita sumision, no buscaban sino el momento de hacerse independientes y árbitros, y de usurpar diestramente la autoridad que tanto fingian respetar en medio de su flaqueza.

Esta fué la causa de las persecuciones: lo que los Paganos habian temido, al fin sucedió: entónces todo mudó de semblante; los humildes Christianos han mudado de lenguage, y bien pronto se ha visto que este pretendido Reyno del otro mundo ha venido á parar en este en el mas violento despotismo baxo una Cabeza visible.

Sinembargo como siempre ha habido un Príncipe y leyes civiles, ha resultado de este doble poder un perpetuo conflicto de jurisdiccion que ha hecho imposible toda buena política en los Estados Christianos, y no se ha podido saber todavia á quien se está obligado á obedecer, si al Príncipe ó al Sacerdote. Muchos Pueblos aun de la Europa y su vecindario, han querido conservar ó restablecer el antiguo sistema; pero no lo han logrado, por que el espíritu del Christianismo lo ha ganado todo. El culto sagrado siempre ha quedado ó vuelto á ser independiente del Soberano, y sin la union necesaria con el cuerpo del Estado.

Mahoma tuvo miras mas sanas, y ligó bien su sistema político: miéntras la forma de su Gobierno subsistió baxo los Califas sus sucesores, su Gobierno fué exactamente uno y bueno en esto. Mas llegando los Arabes á ser florecientes, letrados, cultos, moles y flacos, fuéron soyuzgados por los Bárbaros; y entónces se introduxo la division entre los dos poderes: aunque ella es ménos aparente entre los Mahometanos que entre los Christianos; sinembargo es visible en todas partes principalmente en la Secta de Alí; y hay Estados tales como la Persia, donde no cesa de hacerse sentir.

Entre nosotros, los Reyes de Inglaterra se han establecido Cabezas de la Iglesia, y otro tanto han hecho los Czares: mas por este título no tanto son árbitros como ministros, y ménos han adquirido el derecho de mudarla, que el poder de mantenerla: ellos no son legisladores, sino solamente Príncipes. En todas partes donde el Clero haga un cuerpo,[3] él es amo y el legislador en su Patria. Hay pues dos poderes, dos Soberanos en Inglaterra y en Rusia, lo mismo que en qualquier otra parte.

De todos los autores Christianos, el Filósofo Hobes es el único que ha visto el mal y el remedio, y quien ha osado proponer reunir las dos Cabezas del aquila, y llevarlo todo á la unidad política sin la qual ningun Estado ni Gobierno será jamas bien constituido. Mas él debió ver que el espíritu dominante del Christianismo era incompatible con su sistema, y que el interes del Sacerdote será siempre mas fuerte que el del Estado. No es tanto lo que hay de horrible y de falso en su política como lo que hay de justo y verdadero, lo que la ha hecho mas odiosa.[4] Yo creo que en desenvolviendo baxo este punto de vista los hechos históricos, se refutarian fácilmente los sentimientos opuestos de Bayle y Warburton, de los quales el uno pretende que ninguna Religion es útil al cuerpo político, y el otro sostiene al contrario que el Christianismo es su mas firme apoyo.

Se probaria al primero que jamas se ha fundado un Estado sin que la Religion le haya servido de basa, y al segundo que la ley Christiana es en el fondo mas dañosa que útil á la fuerte constitucion de un Estado.

Para acabar de hacerme entender, no es necesario sino dar un poco mas de precision á las ideas sobrado vagas de Religion relativas á mi objeto. La Religion considerada por respeto á la Sociedad que es ó general ó particular, puede tambien dividirse en dos especies, es á saber, la Religion del hombre y la del Ciudadano.

La primera sin Templos, sin Altares, sin ritos limitada al culto puramente interior del Dios Supremo y á los deberes eternos de la Moral, es la pura y simple Religion del Evangelio: el verdadero Theismo es lo que se puede llamar el Derecho Divino natural.

La otra inscripta en un solo Pais, le da sus Dioses, sus Patrones propios y Tutelares; ella tiene sus dogmas, sus ritos, su culto exterior prescripto por las leyes. Fuera de aquella Nacion que la sigue, todo es para ella infiel, extraño y bárbaro, y no extiende los deberes y derechos del hombre sino tan léjos como sus Altares. Tales fuéron las Religiones de los primeros Pueblos á las que se la puede dar el nombre de Derecho Divino civil ó positivo.

Hay una tercera suerte de Religión mas extravagante, que dando á los hombres dos Legislaciones, dos Cabezas y dos Patrios, los somete á deberes contradictorios, y los impide de poder ser á un mismo tiempo devotos y Ciudadanos.

Tal es la Religion de los Lamas, tal la de los Japonenses, y tal el Christianismo Romano. Se puede llamar esta última la Religion del Sacerdote, y resulta de ella una especie de derecho mixto é insociable que no tiene nombre. Considerando políticamente estas tres suertes de Religion, todas ellas tienen sus defectos. La tercera es tan evidentemente mala que seria perder el tiempo de tenernos en demostrarlo, por que todo lo que rompe la unidad social, no vale cosa alguna, y todas las instituciones que ponen al hombre en contradiccion con sigo mismo, no sirven de nada. La segunda es buena, solo por que reune el culto divino y el amor de las leyes, y que haciendo de la Patria el objeto de la adoracion de los Ciudadanos, los enseña que servir al Estado, es servir al Dios tutelar, y es una especie de Theocracía en la que no se debe tener otro Pontífice que el Príncipe, ni otros Sacerdotes que los Magistrados. Entónces morir por su Pais, es ir al martyrio; violar las leyes, es impiedad, y someter un culpable á la execracion pública, es sacrificarle á la cólera de los Dioses: Sacer esto.

Pero esta Religion es mala por quanto no estando fundada sino sobre el error y la mentira, engaña á los hombres, los hace crédulos y supersticiosos, y denigra el verdadero culto de la Divinidad con un vano ceremonial. Es mala tambien por que siendo exclusiva y tiránica, hace á un Pueblo sanguinario é intolerante, de suerte que no respira sino homicidios y sacrificios, y cree hacer una accion santa matando al que no admite sus Dioses. Esto pone á el tal Pueblo en un estado natural de guerra con todos los otros, cosa muy dañosa á su propia seguridad.

Resta pues la Religion del hombre, ó el Christianismo, no el de hoy dia sino el del Evangelio que es del todo diferente. Por esta Religion Santa, sublime, verdadera, los hombres, hijos del mismo Dios se reconocen todos por hermanos, y la Sociedad que los une, no se disuelve ni aun por la muerte. Pero esta Religion no teniendo ninguna relacion particular con el cuerpo político, dexa á las leyes la sola fuerza que sacan de sí mismas sin añadirlas alguna otra; por cuya razon uno de los grandes vínculos de la Sociedad particular queda sin efecto. Aun mas: léjos de atraer los corazones de los Ciudadanos al Estado, los aparta y separa de él como de todas las cosas de la tierra: yo no conozco una cosa mas contraria al espíritu social. Se nos dice que un Pueblo de verdaderos Christianos formaria la mas perfecta Sociedad que se puede imaginar, y yo veo en esta suposicion una gran dificultad, y es que una Sociecad de verdaderos Christianos no seria una Sociedad de hombres. Digo ademas, que esta Sociedad supuesta no seria con toda su perfeccion ni la mas fuerte ni la mas durable: por demasiado perfecta, estaria falta de trabazon, y su vicio destructor consistiria en su misma perfeccion. Cada uno desempeñaria su deber, el Pueblo estaria sumiso á las leyes, los Gefes serian justos y moderados, los Magistrados integros é incorruptibles, los Soldados menospreciarían la muerte, no habría ni vanidad ni luxo. Todo esto va bien; pero vayamos mas adelante. El Christianismo es una Religion, toda espiritual, ocupada únicamente de las cosas del Cielo; la Patria del Christiano no es de este mundo: él hace su deber, es verdad; mas él le hace con una profunda indiferencia sobre el bueno ó mal suceso de sus cuidados. Con tal que no tenga nada que reprehenderse, poco le importa que todo vaya bien ó mal aquí abaxo, Si el Estado va floreciente, apénas osa gozar de la felicidad pública y teme ensoberbecerse de la gloria de su País: si el Estado decae, bendice la mano de Dios que se agrava sobre su Pueblo. Para que la Sociedad fuese apacible, y para que la harmonía se mantuviera, era menester que todos los Ciudadanos sin excepcion fueran igualmente buenos Christianos, pero si por desgracia se hallaba un ambicioso, un hipócrita como por exemplo Catilina ó Cromwel, ciertamente sacaria mucha ventaja de sus piadosos Compatriotas. La caridad Christiana no permite pensar fácilmente mal de su próximo. Luego que él hallase por algun medio el arte de engañarlos y apoderarse de una parte de la autoridad pública, he aquí un hombre constituido en dignidad: Dios quiere que se le respete: bien pronto, ve aquí un poder: Dios quiere que se le obedezca. ¿El Depositario de este poder, abusa de él? Es la vara con que el Señor castiga sus hijos. Se haria caso de conciencia hechar fuera al usurpador: seria necesario para ello turbar el reposo público, usar de violencia y derramar sangre: todo esto se compone mal con la dulzura del Christiano, y despues de esto, ¿que importa ser libre ó siervo en este valle de miserias? Lo esencial es ir al Paraiso; y la resignacion es el mejor medio para conseguirlo. ¿Sobreviene alguna guerra extrangera? Los Ciudadanos marchan sin pena al combate; ninguno de ellos procura huir, y todos hacen su deber; pero sin pasion por la victoria y saben mas bien morir que vencer. Que sean vencedores ó vencidos ¿que les importa? No sabe la Providencia mejor que ellos lo que habrá de hacer?

Imagínese pues que partido podra sacar de este Estoycismo un enemigo fiero, impetuoso y apasionado. Poned á la frente de estos Christianos, unos Pueblos generosos á quienes devore el ardiente amor de la gloria y de la Patria: suponed vuestra República Christiana empeñada con la de Esparta ó la de Roma; los piadosos Christianos serán batidos, ahuyentados y destruidos ántes de haber tenido tiempo de reconocerse, ó no deberán su salud sino al desprecio que conciba de ellos su enemigo. Por eso era un buen juramento, á mi parecer, el de los soldados de Fabio; ellos no juraban de morir ó vencer, sino salir siempre vencedores, y al cabo cumplian su juramento. Jamas los Christianos harian semejante cosa por que creerian tentar á Dios.

Pero yo me engaño diciendo una República Christiana, por que cada una de estas palabras se excluye mutuamente. El Christianismo no predica sino servidumbre y dependencia. Su espíritu es harto favorable á la Tirania para que esta dexe de abusar de él. Los verdaderos Christianos son hechos para ser esclavos, ellos lo saben, pero apénas se mueven; esta corta vida tiene muy poco precio á sus ojos. Se nos dice que las tropas christianas son excelentes; mas yo lo niego. Que se nos manifiesten tales.

Por lo que á mi toca, no conozco tropas Christianas. Se me citarán las Cruzadas. Sin disputar sobre el valor de los Cruzados, yo noto que bien léjos de ser Christianos, eran unos Soldados del Sacerdote ó Ciudadanos de la Iglesia que combatian por su Pais Espiritual que ella había hecho temporal sin saber como: hablando propiamente esto es volver al Paganismo. Como el Evangelio no establece una Religion Nacional, toda guerra sagrada es imposible entre los Christianos. Baxo los Emperadores Paganos los Soldados christianos eran valientes. Todos los Autores christianos lo aseguran, y yo lo creo; pero esto era una emulacion de honor contra las Tropas Paganas. Desde que los Emperadores Romanos fueron Christianos, esta emulacion ya no subsiste, y quando la Cruz hecho fuera el Aguila, todo el valor Romano desapareció.

Mas dexando á parte las consideraciones políticas, vengamos al derecho, y fixemos los principios sobre este punto importante. El derecho que el pacto social da al Soberano sobre sus vasallos, no excede, como ya he dicho, los límites de la utilidad pública[5]. Los vasallos no deben dar cuenta al Soberano de sus opiniones, sino en quanto ellas importan á la Comunidad. Aunque importa al Estado que cada Ciudadano tenga una Religion que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de esta Religion no interesan ni al Estado ni á sus miembros, sino en quanto dichos dogmas se relacionan á la moral y á los deberes que el que la profesa, está obligado á cumplir para con los otros. Por lo demás, cada uno puede tener las opiniones que le acomoden, sin que pertenesca al Soberano entender sobre esto, por que como no hay competencia sobre el otro mundo, sea la que quiera la suerte de los vasallos en la vida venidera, esto no es asunto del Soberano, con tal que en la presente sean buenos Ciudadanos.

Hay pues una profesion de fé puramente civil, cuyos artículos pertenece al Soberano fixar, no precisamente como dogmas de Religion, sino como sentimientos de sociabilidad sin los que es impossible á nadie ser buen Ciudadano y fiel vasallo.[6] Sin poder obligar á ninguno á creerlos, puede desterrar del Estado al que no los crea, no como impio sino como insociable, como incapaz de amar sinceramente las leyes y la justicia, y de sacrificar en la necesidad su vida á su deber: si alguno despues de haber reconocido públicamente estos mismos dogmas, se conduce como si no los creyera, sea pues castigado con pena de muerte, por que ha cometido el mas grande de los crímines y ha mentido delante de las leyes.

Los dogmas de la Religion civil deben ser simples, pocos y enunciados con precision sin explicaciones ni comentarios. La existencia de una poderosa Divinidad inteligente, bien hechora, provida, la vida futura, la felicidad de los justos, el castigo de los malos, la santidad del contrato social y de las leyes: he aquí los dogmas positivos. En quanto á los negativos, los limito á uno solo, á saber, á la intolerancia: ella vuelve á entrar entre los cultos que hemos ya excluido.

Los que distinguen la intolerencia civil y la intolerancia Theológica, á mi parecer, se engañan, por que estas dos intolerancias son inseparables. Es imposible vivir en paz con unas gentes á quienes se cree condenadas; y amarlas seria aborrecer al Dios que las castiga: es necesario absolutamente ó que se las convierta ó que se las atormente. En todas partes donde la intolerancia Theológica está admitida, no puede ménos de tener algun efecto civil[7], y tan pronto como lo tiene, el Soberano ya no es Soberano ni aun en lo temporal: los Curas son entonces los verdaderos árbitros, y los Reyes sus Oficiales. Ahora, que no hay ni puede haber Religion Nacional exclusiva, se deben tolerar todas las que toleran las otras, con tal que sus dogmas no tengan cosas contrarias á los deberes da Ciudadano. Pero el que se atreva á decir fuera de la Iglesia no hay salud, debe ser hechado del Estado, á no ser que el Estado sea la Iglesia, y el Príncipe sea el Pontífice. Semejante dogma no es bueno sino en un Gobierno Theocrático donde qualquier otro es pernicioso. La razon por que se dice que Enrique IV abrazó la Religión Romana, la debia hacer dexar á todo hombre de bien, y principalmente á un Príncipe que supiera raciocinar.


  1. «Noune ea quæ possidet Chamos Dem tuus tibi jure debentar?» Tal es el texto de la Vulgata. El P. Carrieres ha traducido, «¿No creis vosotros tener derecho á poseer lo que pertenece á Chamos vuestro Dios?» Yo ignoro la fuerza del Texto Hebreo; mas veo que en la Vulgata, Jepté reconoce positivamente el derecho del Dios Chamos. El traductor frances debilita este reconocimiento substituyendo un segun vosotros que no hay en el texto latino.
  2. Es sin duda evidente que la guerra de los Focianos, llamada comunmente guerra Sagrada, no era pues una guerra de Religion. Ella tenia por objeto castigar los Sacrílegos, y no someter los infieles.
  3. Es menester advertir que no son tanto las Asambleas formales como las de Francia las que ligan la Clerecia en un cuerpo quanto la comunion de las iglesias. La comunion y la excomunion es el pacto social del Clero: pacto por el qual siempre será el Señor de los Pueblos y de los Reyes. Todos los Curas y Sacerdotes que comunican juntos, son Conciudadanos aunque esten del uno al otro extremo del mundo. Esta invencion es una obra maestra de Política, y los Sacerdotes paganos no tenian una cosa semejante; pero tampoco han formado jamas un cuerpo de Clerecia.
  4. Vease entre otras una Carta de Grocio á su hermano fecha de 11 de Abril de 1643 y se hallará lo que este hombre sabio aprueba y lo que reprueba en libro de Cive. Es verdad que propenso á la Indulgencia, parece que perdona al Autor el bien en favor del mal; pero no es todo el mundo tan clemente.
  5. «En la República (dice M. d'Argenson) cada uno es perfectamente libre en quanto no ofende á los demás.» Ve aquí los límites invariables que no pueden ser designados con mas exáctitud. No puedo excusarme del gusto que tengo en citar algunas veces este manuscrito, aunque desconocido del público, por honorar la memoria de un hombre ilustre y respetable que hasta en el Ministerio conservó el corazón de un Ciudadano y los respetos sanos y rectos sobre el Gobierno de su Pais.
  6. Cesar perorando por Catalina, intentaba establecer el dogma de la mortalidad del Alma: Caton y Ciceron no se detuviéron en filosofar para refutarle, y se contentaron únicamente con demostrar que Cesar hablaba como mal Ciudadano, propagando una doctrina perniciosa al Estado. En efecto, el Senado debia juzgar de esto, y no de una qüestion Theológica.
  7. El Matrimonio por exemplo siendo un contrato civil, tiene efectos civiles sin los que es imposible que subsista la Sociedad. Supongamos que la Clerecía consigue enfin atribuirse exclusivamente el derecho de pasar este acto; derecho que debe usurpar necesariamente en toda Religion intolerante, ¿no es claro que haciendo entónces valer á propósito la autoridad de la Iglesia, hará vana la del Príncipe el qual no tendrá mas vasallos que los que le quiera, dar el Clero? Arbitro de casar ó no casar las gentes segun que ellas tendrán ó no tendrán esta ó la otra doctrina, segun que ellas admitan ó rechazen tal ó tal formulario, segun que ellas le sean mas ó ménos dictas, no es evidente que conduciéndose prudentemente, y manteniéndose con firmeza dispondrá el solo de las herencias, de las cargas, de los Ciudadanos, y del Estado mismo, qué se podrá subsistir no componiéndose sino de bastardos? Se me dirá que entónces se clamará contra este abuso, se resolverá, se decretará, y se les quitará lo temporal. ¡Que piedad! La Clerecía no diré por poco valor que tenga sino con un sano juicio dexará obrar, y ella hará su negocio. Dexará tranquilamente apelar, juntar, decretar y apoderarse, pero siempre concluirá siendo Arbitro. Y á mi modo de pensar no me parece un gran sacrificio abandonar una parte quando hay seguridad de apoderarse del todo.