El contrato social (1819): Libro III - Capítulo VIII

C A P I T U L OV I I I.

Que toda forma de Gobierno no es propia para todo país.

No siendo la libertad un fruto de todos los climas, no está por lo mismo al alcanze de todos los Pueblos. Quanto mas se medita este principio establecido por Montesquieu, otro tanto mas se siente su evidencia, y quanto mas se le contrasta, mayor ocasion se da de apoyarle con nuevas pruebas.

En todos los Gobiernos del Mundo la persona pública consume, y no produce nada. ¿De donde le viene pues la substancia consumida? Del trabajo de sus miembros. El superfluo de los particulares es el que produce lo necesario del Público: de donde se sigue que el Estado civil no puede subsistir, miéntras que el trabajo de los hombres no sea superior á sus necesidades; pero este exceso no es el mismo en todos los paises del Mundo. En muchos es considerable, en otros mediano, en otros ninguno, y en otros negativo. Este respecto depende de la fertilidad del clima, de la suerte de labores que la tierra exige, de la naturaleza de sus producciones, de la fuerza de sus habitantes, del mayor ó menor consumo que necesitan, y de otras relacienes semejantes de que está compuesto.

Por otra parte: todos los Gobiernos no son de la misma naturaleza: unos son mas gastadores que otros, y las diferencias estan fundadas sobre este otro principio, á saber, que quanto mas las contríbuciones públicas se alejan de su orígen, son mucho mas onerosas. Esta carga no se ha de medir sobre la cantitad de de impuestos, sino sobre la direccion que han de tomar para volver á las manos de donde salieron: quando esta circulacion es pronta y bien establecida, nada importa que se pague mucho ó poco, por que entónces el Pueblo siempre es rico, y las haciendas públicas van bien. Pero al contrario, por poco que pague el Pueblo, si este poco jamas vuelve á sus manos, pagando siempre, bien pronto se agotará y se quedará pobrísimo, y el Estado no será por eso mas rico.

De lo dicho se infiere que quanto mas se aumenta la distancia del Pueblo al Gobierno, tanto mas onerosos son los tributos. Así en la democracia el pueblo es el menos cargado, en la Aristocracia es algo mas, y en la Monarquía lleva el mayor peso. La Monarquía no conviene sino á las Naciones opulentas, la Aristocracia á los Estados medianos en riqueza no ménos que en grandeza, y la Democracia á los Estados pequeños y pobres. En efecto: quanto mas se reflexione, mas pronto se hallará en esto la diferencia de los Estados libres á los Monárquicos. En los primeros todo se emplea en la utilidad comun; en los otros las fuerzas públicas y particulares son recíprocas, y la una se aumenta por disminución de la otra: enfia en lugar de gobernar los vasallos para hacerlos dichosos, el despotismo los torna miserables para mejor gobernarles.

Ve aquí pues en cada Clima causas naturarles por las que se puede señalar la forma del Gobierno á que la virtud del Clima parece inclinarlas, y por las que se insinua tambien la especie de habitantes que deba tener. Los lugares ingratos y estériles donde el trabajo nada produce, deben permanecer incultos y desiertos, ó solamente poplados de Salvages. Los parages donde el trabajo no produce sino lo necesario deben ser habitados por Pueblos bárbaros, por que no tiene cabida en ellos la Política. Los terrenos donde el exceso del producto sobre el trabajo es mediano, conviene á los Pueblos libres. Los lugares donde la tierra abundante y fértil da mucho producto por poco trabajo, deben ser gobernados monárquicamente para consumir con el luxo del Príncipe el exceso del superfluo de los vasallos, por que es mucho mejor que este exceso se consuma por el Gobierno que no el que se disipe por los particulares. Yo bien sé que hay excepciones; pero estas mismas excepciones confirman la regla, y al cabo producen revoluciones que tarde ó temprano vuelven á traher las cosas al órden de la naturaleza.

Distingamos siempre las leyes generales de las causas particulares que pueden modificar el efecto. Quando todo el Mediodia estuviera cubierto de Repúblicas, y todo el Norte lleno de Estados despóticos no seria ménos verdad que por efecto del clima el Despotismo conviene á los paises calientes, la Berberia á los paises frios, y la buena política á los intermedios. Yo veo que aun asentado el principio, se puede disputar todavía sobre la aplicacion, por que se podría decir que hay paises frios muy fértiles, y meridionales muy ingratos; mas esta dificultad se debe objetar solamente á los que no examinan las cosas por todos sus respetos: es necesario como ya he dicho contar con las labores, con las fuerzas y con el consumo.

Supongamos que de dos terrenos iguales el uno produce cinco y el otro diez. Si los habitantes del primero consumen quatro, y los del último nueve, el exceso del primer producto será una quinta parte, y la del secundo una décima quinta. El respeto de estos dos excesos siendo inverso del de los productos, el terreno que no produsca sino cinco, dará un superfluo doble del que produsca diez.

Mas aquí no se trata de un producto doble, y pienso que ninguno osará comparar generalmente en igualdad la fertilidad de los paises fríos con la de los paises calientes. Pero supongamos no bstante esta igualdad: dexemos en equilibrio si se quiere la Inglaterra con la Sicilia, y la Polonia con el Egypto; al Mediodia tenemos la Africa y las Indias; pero no tenemos en el Norte con quien compararles. ¡Que diferencia en la cultura para esta igualdad de producto! En Sicilia no hay que hacer sino mover ó rascar la tierra, y en Inglaterra, ¡quantos afanes y cuidados para labrarla! Así es que donde se requieren mas brazos para dar el mismo producto, el superfluo debe ser infinitamente menor.

Debe ademas considerarse que una misma cantitad de hombres consume mucho ménos en los paises calientes: el clima pide la sobriedad para tener salud, y los Europeos que viven en estos paises como en la Europa, todos perecen de disentería y de indigestiones. «Nosotros somos, dice Chardin, unas bestias carniceras, y unos lobos en comparacion de los Asiáticos. Algunos atribuyen la sobriedad de los Persas á la menor cultura del pays, y yo creo al contrario que abunda ménos de mercancias, por que apénas las necesitan los habitantes. Si su frugalidad (continua) fuera efecto de la escasez del pais, solamente los pobres comerian poco, quando es sabido que una misma es la sobriedad en todo el Reyno. Ellos se alaban de su modo de vivir, y dicen que no es necesario mas que mirar su tez para reconocer que es mucho mejor que la de los Christianos. En efecto: la tez de los Persas es igual: tienen el cútis muy bello, fino, y pulido, miéntras que la tez de los Armenios sus vasallos que viven á la Europea, es ruda, llena de arrugas, y sus cuerpos gruesos y pesados.»

Quanto mas cerca á la linea Equinoccial, de ménos viven los hombres: apénas comen carne, el arroz, el maiz, el cuzcuz, la miel y el queso son sus alimentos ordinarios. Hay entre los Indios millones de hombres, cuya manutencion apénas cuesta quatro maravedises al dia. Vemos en la misma Europa las sensibles diferencias en órden al apetito entre los Pueblos del Norte y los del Mediodía. Un Español se mantendrá ocho dias con la comida de un Aleman. En los países donde los hombres son mas voraces, el luxo se recarga principalmente sobre las cosas de consumo. En Inglaterra se cubre la mesa de viandas, y en Italia se presentan en ella almibares y flores.

El luxo de los vestidos ofrece tambien igual diferencia. En los Climas donde las mudanzas de las Estaciones son prontas y violentas, se usa de vestidos mejores y mas simples, y en aquellos donde no se viste sino por adorno, y se busca mas la brillantez que la utilidad, los vestidos mismos son un luxo. En Nápoles se ven pasear en el Posilipo una porcion de hombres con vestidos dorados y sin medias. Lo mismo sucede con las casas: se emplea todo en la magnificencia quando nada hay que temer de las injurias del aire. En Paris y en Londres se aprecian los alojamientos calientes y cómodos, y en Madrid se estiman los soberbios Salones con malas ventanas, y con unas camas que parecen nidos de ratones.

Los alimentos son mucho mas substanciosos y demas jugo en los paises calientes, y esta es una tercera diferencia que no puede ménos de influir en la segunda. ¿Por que se comen tantas legumbres en Italia? Por que son buenas, nutritivas y de excellente gusto. En Francia donde regadas no nutren apénas, tampoco aparecen en las mesas, ocupan ménos terreno, y cuestan ménos trabajo en su cultivo. Es una experiencia hecha que los granos de trigo de Berberia por otra parte inferiores á los de Francia, dan mucha mas harina, y que los de Francia dan tambien mas que los del Norte. De lo que se debe inferir que una gradacion semejante se observa generalmente en la misma direccion de linea al Polo. ¿No es pues una desvantaja visible tener en un producto igual una menor cantitad de alimentos?

A todas estas consideraciones se debe añadir una que las confirma y fortifica, y es que los paises calientes tienen ménor necesidad de habitantes que los frios, y pudiendo nutrir mas, lo que produce un doble superfluo, siempre queda para ventaja del Despotismo: y habiendo ademas pocos habitantes, las revoluciones seran raras, por que no se pueden concentrar ni pronto ni secretamente, y siempre es fácil al Gobierno desvanecer los proyectos y cortar las comunicaciones; pero quanto mas numeroso es un Pueblo, tanto ménos el Gobierno puede usurpar del Soberano: las Cabezas deliberan en la Cámara como el Príncipe, en su consejo, y el tropel se junta con la misma facilidad en las plazas que las tropas en sus quarteles. La ventaja de un Gobierno tiránico está en obrar á grandes distancias. Con la ayuda de pontos de apoyo que él se da, su fuerza se aumenta á lo léjos como la de las palancas[1], mas la del Pueblo al contrario no obra sino concentrada, se evapora y se pierde si llega á extenderse; es como el efecto de la pólvora esparcida por la tierra, que no prende fuego sino grano á grano. Y ve aquí por que los paises ménos poblados son los mas propios para la tiranía; las bestias feroces no habitan sino en los desiertos.


  1. Esto no se opone á lo que he dicho antes (Lib. II, cap. IX) sobre los inconvenientes de los grandes Estados, por que allí se trataba de la autoridad del Gobierno sobre sus miembros, y aquí se trata de la fuerza contra los vasallos. Sus miembros esparcidos le sirven de punto de apoyo para obrar á lo lejos sobre un Pueblo, pero no tiene ningun punto de apoyo para obrar directamente sobre sus mismos miembros. Así en una de estos casos la largura de la palanca hace su debilidad; y la fuerza en el otro.