El contrato social: Libro Segundo: Capítulo X

CAPÍTULO X.
Continuacion.

Un cuerpo político puede medirse de dos maneras: á saber, por la estension de su territorio y por el número de sus habitantes; y entre una y otra de estas medidas hay una relacion muy á propósito para dar al estado su verdadera grandeza. Los hombres son los que componen el estado, y el terreno el que alimenta á los hombres: luego dicha relacion consiste en que la tierra pueda mantener á sus habitantes y en que haya tantos habitantes cuantos la tierra pueda mantener. En esta proporcion se encuentra el maximum de fuerza de un determinado número de pueblo; porque si hay terreno de sobras, su defensa es onerosa, su cultivo insuficiente, su producto supérfluo; y esta es la causa próxima de las guerras defensivas: si no hay bastante terreno, el estado se encuentra por lo que le falta espuesto al arbitrio de sus vecinos; y esta es la causa próxima de las guerras ofensivas. Cualquier pueblo que por su posicion no tenga otra alternativa que el comercio ó la guerra, es débil en sí mismo; depende de sus vecinos y de los acontecimientos, y solo disfruta de una existencia incierta y corta. Sujeta á los demas, y muda de situacion; ó es sujetado, y perece. Solo puede conservarse libre á fuerza de pequeñez ó de grandeza.

No es posible calcular la relacion fija entre la estension del terreno y el número de hombres que deben habitar en él, tanto á causa de las diferencias que se encuentran en las calidades del terreno, en sus grados de fertilidad, en la naturaleza de sus producciones, en la influencia de los climas, cuanto á causa de las que se notan en los temperamentos de los hombres que los habitan, de los cuales los unos consumen poco en un pais fértil, los otros mucho en un suelo ingrato. Tambien se han de tener presentes la mayor ó menor fecundidad de las mugeres, las cosas que puede haber en un pais mas ó menos favorables á la populacion, y la cantidad con que el legislador puede esperar que contribuirá á ella por medio de sus establecimientos: de modo que no ha de fundar su juicio sobre lo que vé, sino sobre lo que prevé; ni detenerse tanto en el actual estado de la poblacion, como en aquel á que debe llegar naturalmente. En fin, mil ocasiones hay, en las cuales las circunstancias particulares del lugar exigen ó permiten que se abarque mas terreno del que parece necesario. Asi es que puede un pueblo estenderse mas en un pais montañoso, en donde las producciones naturales, como los bosques y los pastos piden menos trabajo, en donde enseña la esperiencia que las mugeres son mas fecundas que en las llanuras, y en donde un ancho suelo inclinado solo da una pequeña base horizontal, que es la única que debe tenerse en cuenta para la vejetacion. Al contrario, puede estrecharse mas en la orilla del mar, aunque haya muchos peñascos y arenas casi estériles, porque puede la pesca suplir en gran parte las producciones de la tierra, deben los hombres estar mas juntos para rechazar á los piratas, y hay por otra parte mayor facilidad de librar al pais, por medio de colonias, de los habitantes que le sobren.

Para instituir un pueblo se debe añadir á estas condiciones otra, que no puede suplir á ninguna, pero sin la cual todas las demas son inútiles; y es que se disfrute de la abundancia y de la paz: pues el tiempo en que un estado se ordena, del mismo modo que aquel en que se forma un batallon, es el instante en que el cuerpo es menos capaz de resistencia y mas facil de ser destruido. Mejor se puede resistir en un momento de desórden absoluto que en uno de fermentacion, en el cual cada uno está distraido con su rango y olvidado del peligro. Si en este momento de crisis sobreviene una guerra, una carestía, una sedicion, el estado está destruido sin falta.

No por esto deja de haber muchos gobiernos, establecidos durante estas tormentas; pero en este caso los mismo gobiernos destruyen el estado. Los usurpadores acarrean ó escogen siempre estos tiempos de trastornos para hacer pasar, ayudados del público espanto, leyes destructoras que el pueblo jamás adoptaria si conservase su serenidad. La eleccion del momento de la institucion es uno de los caracteres mas seguros para distinguir la obra del legislador de la del tirano.

Que pueblo pues es apto para la legislacion? Aquel que encontrándose ya unido por el orígen, por el interés ó por la convencion, no ha llevado aun el verdadero yugo de las leyes; aquel que no tiene ni costumbres ni supersticiones muy arraigadas; aquel que no teme ser oprimido por una invasion súbita; el que sin mezclarse en las disputas de sus vecinos, puede resistir por sí solo á cada uno de ellos, ó recibir auxilios del uno para rechazar al otro; aquel cuyos miembros pueden conocerse todos mútuamente, y en el cual no se obliga á un hombre á cargar con un peso mayor del que puede llevar; el que puede subsistir sin los demas pueblos, y del cual ningun pueblo tiene necesidad [1]; el que ni es rico, ni es pobre y que puede bastarse á sí mismo; en fin, aquel que reune la consistencia de un pueblo antiguo á la docilidad de un pueblo nuevo. Lo que hace penosa una obra de legislacion no es tanto lo que se ha de hacer como lo que se ha de destruir; y lo que hace que el éxito sea tan raro es la imposibilidad de encontrar la sencillez de la naturaleza unida á las necesidades de la sociedad. Como todas estas condiciones con dificultad se encuentran reunidas, por eso vemos tan pocos estados bien constituidos.

Hay todavía en Europa un pais capaz de legislacion, y es la isla de Córcega. El denuedo y la constancia con que este valeroso pueblo ha sabido recobrar y defender su libertad, merecerian que algun sabio le enseñase á conservarla. Tengo cierto presentimiento de que algun dia esta isla tan pequeña ha de admirar á la Europa.

  1. Si de dos pueblos vecinos el uno no pudiese subsistir sin el otro, la situacion el primero seria muy apretada, y la del segundo muy peligrosa. Toda nacion sabia hará en tal caso todos los esfuerzos posibles para librar á la otra de esta dependencia. La república de Thlascala, encerrada dentro del imperio de Méjico, quiso mas bien abstenerse de la sal que no comprarla á los Mejicanos, ni aun aceptarla gratuitamente. Los sabios Thlascaltecas vieron el lazo oculto debajo de esta liberalidad. Conserváronse libres; y este pequeño estado encerrado dentro de uno tan grande, fué al fin el instrumento de la ruina de este.