El ciclo hidrosocial/Capítulo V

CAPÍTULO V


La nueva cultura del agua:
¿qué podemos hacer,
qué estamos haciendo y
por qué debemos actuar?

La capacidad humana para modificar su entorno de acuerdo con sus intereses está en la base de las grandes transformaciones climáticas que hoy presenciamos. Está en nosotros tomar la decisión de aplicar esta capacidad para revertir, en lo posible, lo que se ha hecho hasta el momento y poder, así, ralentizar este proceso de transformación, amortiguar las consecuencias del impacto humano en la crisis ambiental y, por tanto, las implicancias que tiene, y podría tener, en nuestras vidas.

Nuestra responsabilidad como ciudadanos/as es la de cuidar el agua y cautelar que los organismos responsables de su gestión también lo hagan. Para ello, debemos tomar medidas a nivel individual destinadas a hacer un consumo responsable no solo del agua para el aseo y consumo cotidiano, sino también de la huella hídrica de los productos y servicios que consumimos diariamente.

A pesar de que el cambio climático es un hecho y que en 1992 se adoptó, en Chile, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, todavía hay posturas negacionistas con respecto a la responsabilidad humana en dicha transformación. En aras del desarrollo económico y el progreso, ciertos actores se resisten a aceptar que nuestras acciones tienen consecuencias. Y, si bien es cierto que muchas de estas consecuencias son positivas, a largo plazo producen una serie de inconvenientes que también hay que colocar en la balanza.

Más allá de preocuparnos por la protección del medioambiente como responsabilidad social hacia las generaciones venideras y hacia las demás especies que pueblan nuestro planeta, debemos hacerlo también atendiendo a nuestro presente y a la actual crisis ambiental que vive el país. No se trata de negar el crecimiento sino de apostar por un desarrollo sostenible. Es por esto que hay que manejar otros datos que nos hagan reflexionar sobre la importancia de revisar el actual modelo de desarrollo. Uno de los más relevantes es el asociado al precio que debemos pagar para contrarrestar los efectos de los desastres. Por ejemplo, en 2015, Chile estuvo entre los diez países con mayor gasto asociado a este ítem. Con toda probabilidad, si atendemos a este hecho, inmediatamente se nos vendrá a la cabeza la situación y las características geológicas del país y asociaremos dicho gasto a la recurrencia de los terremotos. Pero nada más lejos de la realidad. Según la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI), ese año lo que movilizó más fondos, con un total de $32 947 000, fue el déficit hídrico, seguido de los aluviones de Atacama, Antofagasta y Coquimbo, con $19 742 000.[1]

Nuestra responsabilidad como ciudadanos/as es la de cuidar el agua y cautelar que los organismos responsables de su gestión también lo hagan. Para ello, debemos tomar medidas a nivel individual destinadas a hacer un consumo responsable no solo del agua para el aseo y consumo cotidiano, sino también de la huella hídrica de los productos y servicios que consumimos diariamente. Al igual que nos estamos acostumbrando a consultar los sellos de los alimentos que adquirimos en tiendas y supermercados, debemos procurar acceder a la información relativa a la cantidad de agua que se requiere para producirlos. Esto afecta no solo a alimentos y bebidas sino también a la ropa, el transporte, las actividades recreativas, entre otros.

Además de controlar el consumo personal es importante que aprendamos a conocer las medidas que los organismos locales, nacionales e internacionales, toman para salvaguardar el cuidado del agua.

Comencemos con un organismo internacional: la Organización de

las Naciones Unidas, ONU. En 2015 esta fijó los objetivos de desarrollo sostenible de cara a 2030. El número seis se centró en la obtención

de «agua limpia y saneamiento». En dicho objetivo queda establecida la necesidad de ampliar la cobertura de agua adecuada para el consumo y de un sistema de saneamiento integral en un contexto en el que se acepta que la crisis hídrica, debida al cambio climático, es generalizada y tiende a aumentar. Por esto es que se hace imprescindible cautelar que nuestras autoridades aseguren el acceso al agua para el consumo humano, privilegiándolo frente a otros usos, y que se cuiden las fuentes de abastecimiento para asegurar su permanencia en el tiempo y su calidad.

Diez años antes, en 2005, este mismo organismo había declarado el Decenio Internacional para la Acción «El agua, fuente de vida» para el período 2005-2015 y, en 2010, la Resolución 64/292 estableció el acceso al agua y al saneamiento como un derecho humano bajo la consideración de que era condición indispensable para la realización de todos los demás derechos.

En la actualidad, en Chile hay 43 organismos vinculados a la gestión del agua y el Banco Mundial ya ha advertido de la duplicidad, superposición y vacío de funciones que esto genera. Entre estos organismos se encuentran una variedad de intereses entre los cuales el acceso al agua para el consumo doméstico no es prioritario, tal y como persiguen los objetivos del desarrollo sostenible. Para el/la ciudadano/a que quiere estar informado/a resulta complejo entender y conocer el funcionamiento y las particularidades de cada uno de estos organismos y por eso se demanda la creación de una entidad superior que supervise y cautele la gobernanza del agua.

Cuando se redactó el Código de Aguas (aprobado en 1981) se hizo bajo un paradigma y una situación hídrica muy diferente a la que estamos viviendo hoy. Probablemente, en la cabeza de los legisladores estaba el diagrama del ciclo natural del agua y, atendiendo a la demanda, no se pensó que el recurso no era infinito, ni en las condiciones cambiantes de la naturaleza o en los efectos del cambio climático que, como señalábamos, no era aún aceptado por diversos sectores, los que dudaban de la incidencia del hombre en dicha transformación.

Con respecto a la legislación, el Código de Aguas vigente está siendo revisado en varios puntos y el tema más espinoso es el de la propiedad de los derechos de agua. Hoy, uno de los problemas más acuciantes en cuanto a gobernanza del agua es que hay un sobreotorgamiento de derechos de agua sobre los acuíferos. Tal y como señala la Dirección General de Aguas, para 2014 ya superaban la centena los acuíferos que se encontraban en estas condiciones. Cuando se redactó el Código de Aguas (aprobado en 1981) se hizo bajo un paradigma y una situación hídrica muy diferente a la que estamos viviendo hoy. Probablemente, en la cabeza de los legisladores estaba el diagrama del ci clo natural del agua y, atendiendo a la demanda, no se pensó que el recurso no era infinito, ni en las condiciones cambiantes de la naturaleza o en los efectos del cambio climático que, como señalábamos, no era aún aceptado por diversos sectores, los que dudaban de la incidencia del ser humano en dicha transformación. No obstante, ahora la realidad es otra y la consideración del ciclo hidrosocial del agua nos lleva a pensar no solo en la demanda de agua, sino en la disminución drástica de la oferta. Igualmente, el paradigma de protección al medioambiente está extendiéndose, así como la necesidad de atender el tema desde una perspectiva global y no solo local.

Nueva cultura del agua: movimiento iniciado en España, a mediados de la década de los noventa, para evitar el trasvase del río Ebro. Aboga por una revisión de nuestras escalas de valores y nuestra forma de vida en relación con el agua y el desarrollo ambiental sostenible.

La nueva cultura del agua aboga por la interiorización de este nuevo paradigma, que tiene una concepción de la naturaleza que no busca su dominación sino aumentar el conocimiento que sobre ella tenemos para favorecer el desarrollo sostenible. Se trata de una cultura que se basa en principios éticos que defienden la equidad en el acceso a un recurso trascendental para la vida y el progreso social y que promueve la adopción de un estilo de vida en el que domine la conciencia sobre nuestros actos y sobre lo que consumimos. El conocimiento de la huella hídrica de nuestras acciones y de los productos que consumimos puede ayudar a conducirnos con mayor responsabilidad como consumidores/as.

En nuestras manos está reducir de manera consciente la demanda de agua. Podemos hacer lo mismo con respecto a nuestro contexto, colaborando en la difusión de esta nueva forma de actuar y de pensar en torno a este elemento. Podemos, también, incidir en que, en nuestros hogares, lugares de trabajo, municipalidades, etcétera, se reduzca la demanda de agua. Afortunadamente, la ciencia continúa investigando sobre el medioambiente. Es más difícil –pero no imposible– procurar que la demanda se reduzca, también, por parte de los sectores productivos y que su consumo sea más racional y acorde con la situación hídrica actual. Como ciudadanos/as podemos y debemos informarnos de los usos del recurso en nuestro país e intervenir en el debate público y en la toma de decisiones por medio de nuestro voto y de nuestra participación en diversos foros y asociaciones para el cuidado del agua.

La única manera de combatir la crisis del agua es el conocimiento. Para ello es necesario informarse, estudiar, indagar. Es imperativo continuar investigando sobre el tema y poner al servicio de la comunidad lo aprendido

La crisis hídrica se da debido a una serie de condiciones, entre las que se encuentra el cambio climático, pero, tal y como hemos visto en estas páginas, el problema no se inicia solo a partir de la disminución en la oferta del agua sino a causa de un aumento irracional de la demanda. Pretender solucionar la falta de agua buscando trasvasarla desde lugares lejanos o procediendo a desalarla, supondrá una solución a corto plazo, pero en el largo plazo la huella hídrica de ambos procesos vendría, únicamente, a incrementar el problema.

ORIENTACIONES
DIDÁCTICAS

Nivel: 2° medio


Historia, Geografía y Ciencias Sociales

OA 24: analizar y debatir sobre los desafíos pendientes para el país, por ejemplo, reducir la pobreza y la desigualdad, garantizar los derechos de los grupos discriminados, lograr un desarrollo sustentable, perfeccionar el sistema político y fortalecer la relación con los países vecinos, y reconocer los deberes del Estado y la responsabilidad de todos los miembros de la sociedad para avanzar en ellos.

Producto: los y las estudiantes deberán leer el capítulo V del texto. Posterior a esto, realizarán un debate en torno a lo que podemos hacer para lograr un desarrollo sustentable. Finalmente, los y las estudiantes deberán realizar un ensayo con las conclusiones del debate.

  1. Radiografía del agua. Brecha y riesgo hídrico en Chile, Gobernanza escenarios hídricos 2030, 2018, p.19.