El caldo entre piedras
Un muchacho llevaba para su padre que estaba trabajando en la viña, un escelente guisado decarnero que decia comedme. El camino era largo, y el chico, escitado por el tufillo delicioso que salia de la cazuela, no pudo resistir la tentación de probar si se daba por tan contento el gusto como el olfato.
— Una tajada mas ó menos, pensaba entre sí, no puede conocerse, porque ni mi madre las habrá contado, ni mi padre hará otra cosa que principiar á comer sin mirar la cazuela.
Con esta reflexión se comió una, pero estaba tan buena que no pudo contentarse con ella, y comió otra, y después otra y otra; y así poco á poco raciocinando y comiendo llegó á ver el fin de la cazuela, no dejando en ella otra cosa que caldo.
El carnero habia dado de sí para llegar comiendo hasta las primeras cepas, y el muchacho se encontró casi de repente en la presencia de su padre pensando en la necesidad de buscar una escusa, pero sin haber encontrado otra que la de llorar.
— ¿Qué tienes, hijo mió? dijo el pobre hombre dando mano á su trabajo, ¿te ha sucedido algo?
— ¡Qué quiere V. que me suceda! que por venir corriendo he dado un tropezón, se me ha caido la cazuela entre unas piedras y solo he podido recoger el caldo.