El ay del tesorero

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El ay del tesorero.

Un tesorero tenia en la pierna una llaga que le molestaba mucho y le hacia sufrir horribles dolores, pero sin quejarse; tanto, que admirado el cirujano de su valor, le dijo:

— Estoy asombrado, señor, de que V. no se queje de tan acerbos dolores como es preciso padezca.

El tesorero contestó:

— Todos los dias estoy diciendo ¡no hay! ¡no hay! y siempre tengo la casa llena de gente. Dígame V., amigo mió ¿si por casualidad se me escapase un ¡ay! ¿qué seria?