El alma de Pero-Nuñez
Un rico y anciano labrador de un pueblo tenia un cerdo muerto; item mas, muchas morcillas, mucha longaniza y muchos chorizos. Todo esto era demasiado bueno para que no tuviera también quien lo envidiase, y este quien era un honrado vecino que tenia medida la chimenea y un buen saco preparado para dar un tiento al mondongo.
Espera que denlas doce y se sube al tejado: mete la cabeza en la chimenea, y observa que el viejo de Barrabás estaba todavía en el hogar comiendo morcillas , sin ánimo de acostarse. Espera media hora, una, y el viejo, morcilla va, morcilla viene, pero sin irse á dormir.
Entonces toma su resolución; mete otra vez la cabeza por la chimenea, ahueca la voz, y dice:
— ¡Tío Juan! ¡ti o Juan!
— ¡Calla! ¿quién eres? contestó el labrador, que habia bebido mucho para tener miedo.
— Soy el alma del escribano Pero-Nuñez que vengo á hab Jarte.
— ¿Quieres morcillas? baja.
— Quiero que vayas ahora mismo á mi casa, y digas á mi mujer que haga decir por mí veinte misas.
— ¡Ah! ¿eso me pides?
— Sí.
— Pues no quiero ir.
— Por Dios, tio Juan; que las digan, por Dios, porque con ellas estoy seguro de ir al cielo.
— Ahora voy menos; ¡cómo! ¡el escribano Pero-Nuñez irse al cielo! tan bien gobernado estarla lo de arriba como lo de abajo. No eres Pero-Nuñez, vete.