El Tempe Argentino: 37
APÉNDICE
editarI.
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Cuando los mormones, después de su larga peregrinación por el desierto, se establecieron en el valle del Lago Salado, se dedicaron con afán al cultivo de la tierra por proveer a su subsistencia. Tanto les escasearon las provisiones, que se alimentaban con las pieles de los animales que habían carneado desde su llegada, y todas sus esperanzas se cifraban en las sementeras que prosperaban admirablemente. Ya se contaba por segura una abundante cosecha, cuando repentinamente se presenta un enemigo formidable que empieza a destruirla. Era una invasión de escarabajos negros, en tal muchedumbre, que venían devorando y arrasando toda la vegetación que se encontraba al paso de sus legiones. Sólo un milagro podía salvar a los mormones de la espantosa calamidad del hambre; pero confiando en la divina Providencia, la invocaban en su desolación con fervorosas preces, cuando he ahí que numerosas bandadas de pájaros blancos, semejantes a las gaviotas, se presentan en el valle, y en poco tiempo concluyen con los insectos. Tenían aquellos pájaros la particularidad de no hartarse de tragar escarabajos; pues así que llenaban de ellos el buche, los vomitaban ya muertos para volver a engullir los vivos. Las gaviotas, las lechuzas y otros animales tienen la misma propiedad de desembuchar los restos indigeribles de los insectos y animalejos tragados.
En una reciente reunión agrícola de Suiza, el barón von Tschudi, célebre, naturalista suizo, insistió con energía en demostrar los importantes servicios de los pájaros en la destrucción de los insectos.
Sin pájaros, dijo, no hay agricultura posible, ni vegetación. Los pájaros realizan anualmente en pocos meses la tarea de la destrucción provechosa que millones de manos humanas no podrían desempeñar en otros tantos años; y el sabio, por tanto, censuró severamente la estúpida costumbre, tan general en Europa, de destruir a los pájaros, recomendando, al contrario, que se tratase de atraerlos a los jardines y a los sembrados.
Entre las aves más meritorias cuenta a las golondrinas, a los pinzones, a los paros, a los gorriones, etc. Merecen una recomendación especial, por lo mismo que sin el menor fundamento en toda época han sido reputados como aves de mal agüero, y generalmente se les persigue a muerte, los buhos, las lechuzas, los mochuelos. Las aves de rapiña diurnas, osadas ladronas, vienen a robar de nuestros corrales las gallinas y palomas, y destruyen toda caza; más con las lechuzas y otros rapaces no sucede así; por el contrario, hacen grandes servicios a la agricultura, destruyendo muchos pequeños roedores molestos, y los insectos que viven a costa de nuestras cosechas. Las pequeñas especies sobre todo, domesticadas y criadas en los jardines, nos harían importantes servicios.
Por regla general son exclusivamente insectívoras todas las avecitas de pico fino, de diferentes especies, llamadas colectivamente así, porque su pico es recto, delgado y en forma de punzón o de alezna.
Muchas aves hay en esta América recomendables como perseguidoras de insectos. Tenemos un género (Mirmothera) que consta de muchas especies de pájaros hormigueros, todos americanos, a excepción de una sola especie que es del antiguo mundo. Los principales (nombrados por Bouillet) son el rey de los hormigueros, el grande y pequeño befroi, el campanero, el arada cantante, el tetema y el policur.
En este país son muy comunes y conocidos como insectívoros: pirirí o urraca, el hornero, el espinero, el carpintero, el bienteveo, el churrinchi o brasa de fuego, la tacuarita, el sietecuchillos, la calandria, el terutero, la gaviota, la garza, la cigüeña, el avestruz y otros. Los mencionados son los que más se acercan a nuestras casas, a pesar de la guerra cruel que se les hace, consentida por las auturidades y por las leyes que debieran protegerlos.
Cuando el hombre, menos ignorante y egoísta, conozca mejor las armonías de la creación, y sus propios intereses, extenderá esa protección, no sólo a las aves destructoras de insectos voraces, de sabandijas nocivas y de cadáveres de animales, sino también a muchos mamíferos, y reptiles, y aun a insectos que le prestan iguales servicios [1]. Entonces, restablecido el equilibrio, verá preservadas sus cosechas, verá perpetuado el verdor de los campos, el follaje de los árboles y una vegetación activa purificando constantemente el aire que respira.
- ↑ Nadie ignora que hay varias especies de culebras que sirven al hombre destruyendo las sabandijas y todo animalejo perjudicial; pero no dejará de causar sorpresa la noticia que trae Alcado en su "Diccionario de América" de una "culebra hormiguera." "Quinquetenoto", culebra que se alimenta de hormigas; es muy común en la provincia de Piritú, del Nuevo Reino de Granada, donde le dan este nombre. No es menos singular por esta propiedad, que por la simétrica distribución que tiene de manchas blancas y negras; su extensión es de catorce pies, y de cuatro o cinco pulgadas de diámetro; se deja acercar a ella y agarrar sin hacer daño, como el animal más manso, y por eso algunos negros le dan adoración."