El cardenal Cisneros/XLI

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original. Publicado en la Revista de España.


XLI.

Todo estaba dispuesto, y las tropas debian embarcarse en seguida. Una nueva sedición, sin embargo, estalló en aquel instante mismo. El Conde Pedro Navarro, que sufria con disgusto la dirección de otra persona, sobre todo de un fraile, ensoberbecido por su fortuna cuanto por las ocultas simpatías del Rey, cuyo instrumento habia sido tal vez en Italia contra el gran Capitán y lo iba á ser en África contra su gran Ministro, mal hallado con no tener participación en la repartición de los sueldos cuando la avaricia lo dominaba, trabajó cautelosamente para torcer en contra de Cisneros el espíritu de las tropas, valiéndose, sobre todo, de algunos Oficiales que habia tenido á sus órdenes en la campaña de Napóles, y aun haciendo entrar en sus tortuosas miras al mismo Vianel, según se sospecha. Habia creído Cisneros, haciendo sin duda presente aquello de que paga adelantada paga viciosa, que conservaría mejor á su devoción las tropas con no entregarles préviamante cantidad alguna; pero éste era cabalmente el pretexto del motín, declarando á gritos muchos soldados que no tomarían parte alguna en la guerra á menos de que no se les adelantase su sueldo. «Que pague el fraile, que pague el fraile» se oía por todas partes; y Vianel, de quien se sospechaba que habia acalorado el motín, y que, para desvanecer esta sospecha, castigaba con gran crueldad á los que quizás no eran más que sus instrumentos, nueva perfidia con que los traidores creen ocultar su infamia y la hacen más repugnante, aumentaba la sedición con sus extraordinarios castigos. Destacó el Cardenal á su sobrino Villaroel, el Adelantado de Cazorla, para poner paz en los ánimos y anunciar á ios soldados que en el momento de embarcarse recibirían su paga; pero entrado en agrias contestaciones con Vianel, y pasando de las palabras á los hechos, le asestó una terrible cuchillada en la cabeza, y lo dejó medio muerto tendido en tierra. Mal fin habría tenido todo si un Oficial de gran popularidad entre los soldados, Alvarez de Salazar, no les hubiera arengado con verdadera elocuencia y no les trajera al cumplimiento de su deber. Con esto y con saberse que el Cardenal había dispuesto pagarles, todo se apaciguó y las tropas se embarcaron alegremente. El júbilo fué completo cuando, al entrar en los buques, vieron los sacos de oro coronados de hojas de laurel, y que se entregaba á cada cual su dinero al agradable y marcial compás de los clarines y tambores.

El viernes, 16 de Mayo de 1509 al amanecer, la escuadra se hizo á la vela y se dirigió á las costas de África [1].

  1. Suponen algunos que otro fué el día de marcha. Hay testimonios auténticos de que fué el 16, y son una carta de un Canónigo de Toledo, quizas D. Francisco Alvarez, que acompañó á su Prelado hasta Cartagena, y lo dijo así á López de Ayala; y otra carta de D. Jerónimo Illan, Secretario de Cisneros, dirigida á este mismo López de Ayala, el que, al darle cuenta de la toma de Orán, lo consigna así también.
    Don Jerónimo Rosell, en el bello discurso que leyó sobre el mismo tema en su recepción de Académico de la Historia, conviene en el día, pero no en la hora, pues dice que el 16 de Mayo de 1509, á las tres de la tarde, levó anclas la armada toda; y la primera de aquellas cartas dice que al amanecer y la otra que de mañana se hizo á la vela, y ya se sabe que los buques no se hacen á la vela sino después de levar anclas.