​El Angel de la Sombra​ de Leopoldo Lugones
Capítulo XLVI

XLVI


De sobremesa con los Almeidas, esa noche, entre sorbo y sorbo de café:

—Conque el profesor se les ausenta... —dijo de pronto.

—Quién! Suárez Vallejo?—exclamo Toto. No sabíamos nada.

La miradas convergieron curiosas sobre el doctor.

—Sí, para una inspección consular que durará mes y medio según creo. Me lo dijo hoy mismo, conversando, en el club.

—Pero cómo no nos ha advertido nada... —comentó doña Irene.

Luisa había alzado con la habitual lentitud sus ojos serenos.

-Seguramente mañana nos lo dirá-opinó con calma perfecta.

—De manera que los versos... —insinuó, irónico, don Tristán, hiriendo la taza con triple golpecito.

—Una lástima... —lamentó la señora.

Luisa la miró callada y tranquila.