El Angel de la Sombra/XCVII
XCVII
La estocada era mortal, y minutos después perdía el herido la palabra.
—Yo limé la hoja. En una carta que le dejo, verá por qué. No merezco su compasión ni su estima.
Retiró la mano que el joven quería tomarle, y entró en agonía, ya para no volver.