El Alcázar de Sevilla: 5

El Alcázar de Sevilla
de Fernán Caballero
Capítulo V

Capítulo V

El piso superior lo forma una galería jónica construida por Carlos V, cuyo soberbio Plus Ultra ostenta también este patio.

Pásase del patio que hemos descrito al salón de Embajadores, que eleva su soberbia cúpula sobre todas las demás techumbres del edificio. Compónese cada uno de sus cuatro frentes de un bellísimo arco, tres de los cuales tienen otros tres embutidos; sobre cada arco grande hay tres claraboyas figuradas y caladas como encaje; encima de los cuatro grandes arcos, se ven cuarenta y cuatro más pequeños embutidos en el muro; sobre estos hay un balcón en cada fachada, y encima de ellos y circundando al salón, existía una serie de retratos de los Reyes de España, dentro cada uno de un arco gótico; álzase finalmente la majestuosa media naranja artesonada que corona el salón. Destinado en una ocasión el Alcázar a cuartel de voluntarios, entretuviéronse estos desde los balcones en despedazar a bayonetazos los históricos retratos de que hemos hablado.

Impotente nuestra pluma para describir debidamente este salón y referir las impresiones que el recuerdo de la trágica escena ocurrida en su recinto el 19 de Mayo de 1358 despierta, y de que, según afirma la tradición, son evidentes testimonios las vetas rojizas que manchan las losas del pavimento, y que se suponen producidas por la sangre del maestre Don Fadrique al ser muerto por los ballesteros de su ofendido hermano el Rey Don Pedro de Castilla, dejemos hacerlo al primero y más nacional de nuestros poetas contemporáneos, al Duque de Rivas:


Mas ¡hay! aquellos pensiles
No he pisado un solo día
Sin ver (¡sueños de mi mente!)
La sombra de la Padilla.

Ni en el aposento regio
El que tiene en la cornisa,
de los reyes los retratos
El que en columnas estriba.

Al que adornan azulejos
Abajo, y esmalte arriba,
El que muestra en cada muro
Un rico balcón, y encima

El hondo artesón dorado
Que lo corona y atrista,
Sin ver en tierra un cadáver;
Aun en las losas se mira

Una tenaz mancha oscura...
¡Ni las edades la limpian!...
¡Sangre! ¡Sangre!... ¡Oh, Cielos, cuántos
Sin saber que lo es la pisan!


Del salón de Embajadores se pasa a un patio de no grandes dimensiones, pero de imponderable belleza. Llámase de las Muñecas, y se compone de diez arcos, de los que los cuatro centrales son mayores que los restantes. Sostiénenlos columnas de mármol, y tanto sus muros como los de la galería que forman y los dos pisos superiores, son literalmente de finísimo y delicado encaje. Es todo blanco, y ha sido resguardado de la acción de la intemperie, colocando sobre él una elegante cubierta de cristales.