Ebriedad
Apurando la cena de aceitunas y nueces, Luth y Cloe se cambian una tersa caricia; beben luego en el hoyo de la mano, tres veces, el agua azul que el cielo dio a la estación propicia. Del corpiño indiscreto, con ingenua malicia, ella deja que alumbren púberas redondeces. Y mientras Luth en éxtasis gusta sus embriagueces, Cloe los bucles pálidos del amante acaricia. Anochece. Una bruma violeta hace vagos el aprisco y la torre, la montaña y los lagos... Sofocados de dicha, de fragancias y trinos, ella calla y apenas él suspírala: ¡Oh Cloe! ¡Mas de pronto se abrazan al sentir que un oboe interpreta fielmente sus silencios divinos!