Dos rosas y dos rosales: 23

Dos rosas y dos rosales
de José Zorrilla
Las almas enamoradas. Capítulo I: II.

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Yo conozco, lector, que otro en mi casa
Procuraría en la ocasión presente
Escribirte un capítulo en que acaso
Luciría su ingenio grandemente,
Contándote muy bien paso por paso
Todos los que avanzó su amor naciente.
Las primeras y extrañas impresiones
Que sintieron sus tiernos corazones:
El rubor virginal de la muchacha
Al percibir tan nuevas sensaciones;
El reprimido anhelo del mancebo,
Que esquivaba de amor picar el cebo,
De Rosa osar, bajo el paterno techo,
A entrar audaz en el tranquilo pecho:
Las dudas, el afán, las ocasiones
Que a comprender su amor les ayudaron:
Las miradas, las frases, las acciones
Conque su amor al fin se declararon:
Todo esto era en verdad lo muy bastante
Para hacer un capítulo brillante;
Yo soy, empero, de opinión contraria.
Y esto por dos razones: la primera
Porque esta descripción no es necesaria,
Pues en el día de hoy sabe cualquiera
Cómo naturalmente el amor nace
En dos almas simpáticas, aisladas
Y en continuo contacto colocadas;
Cómo aquel amor niño grande se hace;
Cómo en la soledad se robustece;
Cómo en estas dos almas se entroniza
Y, elevado a pasión, se fortalece,
Las subyuga, y al fin las esclaviza.
Pero estas impresiones se reciben
En el alma, lector: jamás se escriben;
Porque es d Dios la omnipotencia suma
Quien en las almas grandes las inspira,
Y en lo que inspira Dios, a Dios se admira:
Pero no hay alma de tan fuerte pluma
Que se alce al aire donde Dios respira.
Dios dio a los brutos el brutal instinto
De la procreación, el cual existe
En el cuerpo no más: pero dio al hombre,
Cuyo cuerpo es corteza que reviste
Su alma, un sentimiento muy distinto,
Todo celeste, espiritual, con nombre
“De amor”: mas no carnal, vil y grosero,
Como el instinto material del bruto,
Sino de su alma noble noble fruto
Que su divino ser absorbe entero.
Quien por ignobles vicios estragado
En el cieno social viviendo hundido,
Este amor celestial nunca ha abrigado
En su alma espiritual, jamás ha amado.
Siempre como los brutos ha vivido,
Y es para mí un ser vil y degradado.
Es un hombre sin alma, un ser echado
Del paraíso con Adán, proscrito
Del celestial Edén, que no ha lavado
Su alma de aquel original delito,
Y para quien mi libro no está escrito.
Quien este amor del alma no comprenda,
Quien solo pueda lúbricas pasiones
Comprender… al llegar a estos renglones
Que no lea uno más de mi leyenda.
Una de estas pasiones Dios la enciende,
Dios en dos almas nobles la radica
Y es eterna. ¿Por qué? Lo certifica
La existencia del hecho: lo comprende
El alma: la razón no nos lo explica.
Todo en el hombre es fútil, pasajero:
Cuanto nace con él, perecedero:
Todo es móvil en él: todo varía
En su naturaleza cada día:
Forma, carácter, gusto, afán, instinto,
Todo en él por edades es distinto:
¿Por qué hay a veces hombres y mujeres
Que nacen con un alma destinada
A una pasión voraz, única, eterna?
Si hay alguno a quien esto le concierna,
Que te explique la esencia de estos seres:
Yo de misterio tal no entiendo nada.
La pasión de que trata este relato
Es una de esas únicas: su esencia
No pretendo explicar: tan solo trato
De consignar los hechos, consecuencia
De esta pasión que a lo común excede.
Por eso de este amor paso por paso
Las situaciones mi talento escaso
Renuncia a describir: porque no puedo.
Rosa y Carlos se amaron: es el hecho.
¿Cómo creció su amor? Dios, que lo hizo,
De su amor la razón puso en su pecho.
No sé causas: efectos garantizo.

La segunda razón que yo he tenido
Para no describirte uno por uno
Los pasos de su amor, es que he creído,
Además de ser cuento algo importuno,
Que no debo, lector, sin que te ofenda,
Suponerte tan falto de sentido
Que tu pobre cacumen no comprenda
Que don Carlos y Rosa, al presentarse
Como protagonistas de leyenda,
Tienen en ella precisión de amarse.
Porque, ¿qué diablo de papel hacía
Si en esta situación no se querían?
Y sin su amor, ¿cuál era el argumento?
¿Sobre qué iba a girar mi pobre cuento?
Así, pues, buen lector, debe bastarte
Saber que al fin de un año
(que voy a suprimir para no hartarte
De amorosos coloquios,
Y tiernos soliloquios),
No debes de encontrar nada de extraño
En que en su posición, Carlos y Rosa
Una mutua pasión se profesaran
Tanto más exclusiva y poderosa
Cuanto más cada vez la alimentaran
Su ardiente y juvenil naturaleza,
Su fe, su soledad y su tristeza.
Y un año entero de pasión, nacida
En soledad, y en soledad nutrida,
Puede ser en dos tiernos corazones
Una de esas tiránicas pasiones
Que duran de una vez toda la vida.