Don Sancho Garcia conde de Castilla/3
SCENA PRIMERA.
Alek solo.Inconstante fortuna, aquí me tienes
(firme en tus variaciones y vayvenes)
no como en otros tiempos estimado
de mi Rey Almanzor, sino arrojodo
de lo alto de la cumbre al precipicio.
Hiciste, ó suerte! tu común oficio.
Felíz aquel que de la humilde vida
nunca subió; no teme la caída.
Aquél que sube á la mayor privanza
con susto fuerte y débil esperanza,
previendo en cada caso de la suerte
la vida triste; ó la infelice muerte,
comprando con peligros los favores,
apura de los hados los rigores.
La Condesa, y Alek
Cond. Yá sé de tu desgracia el fundamento.
Alek. Decirtelo no puedo; no me siento
capáz de revelarte por mis labios
la falta de mi Rey, ni mis agravios.
Cond. Cruel es Almanzor.
Alek. Pero es mi dueño.
Con rostro humilde adoraré su ceño;
y si de Rey pasando á ser tyrano,
me mata, besaré su régia mano.
Estas del buen vasallo son las leyes,
por mas faltas que se hallen en los Reyes.
Cond. Buen vasallo, y tan mal recompensado!
Quién te defiende del rigor del hado?
Quién te conserva contra su inclemencia?
Quién consuela tu pecho?
Alek. La inocencia.
Ella sola me basta, y es sobrada
contra los golpes de la suerte ayrada.
El infelíz que en su inocencia piensa,
encuentra en su virtud su recompensa.
Y de qué la virtud nos serviria
contra el acaso, fraude y tiranía,
si no hubiese dispuesto el justo Cielo
que en ella hallemos superior consuelo?
Su hermosa luz más clara resplandece,
cuanto más la fortuna se obscurece.
Caí; mientras más bajo, más lo estimo;
del arte de la Corte así me exîmo.
A Córdoba me vuelvo: humildemente
en mi casa tranquila é inocente
mi vida pasaré. No es sacrificio
el que hago de la Corte; su bullicio,
qual juguete de niños ignorantes,
que consume los años como instantes,
divierte al joven, y al anciano enfada.
Cond. Admiro tu fineza.
Alek. Es dimanada
de que no aspiro mas que á ser honrado.
Cond. Contra tu Rey no te hallas irritado?
Alek. Abomino a los hombres que se atreven
á dár censura a quien obsequio deben.
El Rey es como Dios: señora, atiende;
quien mas lo estudia, menos lo comprende.
Yo marcho en fin, y con valor me hallo:
conocerá Almanzor que un buen vasallo
no se suele encontrar tan facilmente.
Me llamará, y entonces obediente
yo volveré á sus plantas: sus enojos
se borrarán con llantos de mis ojos.
Después de haber vivido algunos años,
meditando mis muchos desengaños,
mas cuerdo volveré desde mas lejos:
será mejor mi voto en sus consejos;
más util le seré mientras más sabio;
con más servicio pagaré mi agravio;
y de verme más apto á su servicio
por corto juzgaré mi sacrificio.
Si acaso su rigor fuere tan fuerte
que me olvide en destierro, y que la muerte
me alcance en mi desgracia, quán dichoso
su momento será !Con qué reposo
Alek espirará! Con qué sosiego
de no haber sido injusto palaciego!
Cond. Allí viene García, noble moro.
Si recibirle ó despedirle ignoro;
y con la turbación de mi semblante
conocerá tal vez el tierno infante
el riesgo en que le pone su fortuna.
Tu presencia será más oportuna.
Detenlo, no permitas que me vea
hasta que yo decida, y que mi idea
acabe de una vez de reducirme.
Alek. Señora, en la virtud mantente firme:
oye á tu corazón; su fortaleza
es voz con que te habló naturaleza.
Nunca miente, Señora, el pecho nuestro;
lo reƈto aprueba, y tacha lo siniestro.
No sofoques su luz con el nublado
que causa la pasion: el desdichado
que con lisonjas engañarse intenta,
su castigo en su daño experimenta.
Cond. A Dios, Alek.
Alek. solo. El ente soberano
dirija tus ideas y tu mano.
O sér supremo!, cuya inmensa ciencia
demuestra de los hombres la demencia,
desnuda nuestros flacos corazones,
del cúmulo horroroso de pasiones
que nos convierte en fieras.
Alek, Don Sancho, Don Gonzalo, Guardias.
de Castilla esperanza y alegría!
Llega felíz; y tú, Gonzalo amigo,
el cielo soberano me es testigo
del gozo que en tu trato he recibido
el tiempo que en Castilla yo he vivido.
Joven felíz, que al mando destinado
por ayo tan prudente estás criado...
D. Sanch. Alek !ó sabio Alek! Mi pecho siente
tan oculto dolor, y tan vehemente,
que ni explicarlo, ni sufrirlo puedo:
á su inmenso dolor por débil cedo.
Mi madre de su vista me separa.
Su vista, ay Cielo! su presencia cara
ha de faltar á tan rendido hijo!
Mientras mas lo contemplo, mas me aflijo.
Si vieras qual mi pecho, acostumbrado
á sus blandas caricias, se ha turbado
al ver que de su vista me desvia!
Ya para siempre se turbó la mía
con llanto inagotable.
Gonz. Si tú vieras
las duras quejas y amenazas fieras,
con que Don Sancho arguye, enardecido
con lo que le parece en mí descuido!
Dice que de su madre habrá llegado
a merecer la suerte de su enfado
por falta, que él sin culpa ha cometido,
y de que yo no le haya reprendido.
Sé las obligaciones con que vive
el que el empléo principal recibe
de maestro de un joven, que se cría
para mandar por sí la Monarquía.
Sé que un descuido, aunque parezca leve,
no como corto regular se debe;
pues trahe una horrorosa consecuencia
(cuando llegue á mandar) su negligencia.
Tomé temblando cargo tan precioso:
sigo con celo; acabaré gustoso.
No creas que yo ceda de mi parte
por mantenerte grato y adularte.
Mal tu tierno cariño pagaria,
si excusára tus faltas, ó Garcia!
Sanch. Pues de dónde procede la tibieza
que en mi madre......
Gonz. Tal vez es tu terneza
quien te la representa, sin que sea
tal como la fingió tu tierna idea.
Sanch. No, no, que el pecho me lo dice.
Ay madre!
Los de la anterior, la Condesa, Doña Elvira,
Sanch. Aquí está Sancho el infelice.
La Condesa.
En vano, Elvira, quise no mirarle: (á Elvira.
mi corazon me arrastra por hablarle.
Hijo querido! infante! Mi Garcia,
llega á mis brazos, llega.
Sanch. Madre mía!
dexa bañar tus plantas con mi llanto:
Se arroja á los pies de su madre.
dexa que desahogue mi quebranto
en la ternura de tu amor materno,
en la dulzura de tu pecho tierno.
Pues hijo me llamaron esos labios,
respondan con cariño á mis agravios.
Sí, madre, agravios grandes tú me hiciste
á mí, á tu hijo, sin delito, triste.
Por qué no me admitiste en tu presencia?
En qué pudo ofenderte mi inocencia?
Si alguna leve culpa he cometido,
por qué no me la dices? Con gemido
tristísimo y continuo, madre mia,
en ese corazón lo borraria:
merezca al menos.....
Cond. Ay! qué pecho fiero
se puede resistir? Sancho, te quiero:
Alzándole á sus brazos.
no dudes de mi amor. En tí, bien mío,
contemplo una virtud, admiro un brio
superior á tus años. En tí veo
(ó si será verdad, ó si deseo!)
de tu padre y mi esposo un fiel retrato,
tan dulce á mis sentidos y tan grato,
que adoro tu presencia. Ay! no; te pido
no creas que mi amor hayas perdido.
Los negocios de estado me llamaban;
de mí misma, y de tí me separaban;
y aun ahora me llaman, hijo mio:
no temas, aunque veas mi desvio.
Con Alek y tu ayo te retira.
Sanch. Obedezco, y salgamos.
La Condesa, y Elvira. La Condesa hace una seña
para que los guardias y damas se retiren.
Cond. Oh!, mi Elvira,
qué vil me ha parecido el artificio!
qué pena me ha costado el sacrificio!
No notaste mi pecho quál temblaba?
El labio quán violento se explicaba?
No viste de mis ojos la porfia
contradecir cuanto mi voz decia?
Si dura más martyrio tan violento,
hubiera fallecido en el tormento.
Cediendo mi interés á mi cariño,
me hubiera declarado al tierno niño.
Con su vista mi pecho se ha trocado:
contra el mismo Almanzor lo hubiera armado.
Los de la anterior, y Almanzor.
Alm. Conozco que en tu pecho aún permanece
tanto cariño, que pueril parece.
Aun no conoce su interés; y necio
trata su bien y el mio con desprecio.
Dime, de Elvira al mugeril secreto,
por qué fiaste tan sublime objeto?
Elv. Porque sabe de mi alma la nobleza.
Cond. Conozco de su pecho la entereza.
Desde niña en palacio se ha criado
en negocios muy graves á mi lado.
No menos que de mí, de Elvira fio:
su pecho es uno con el pecho mio.
Así lo fuera el tuyo! De otra suerte...
Alma. Yá parece imposible resolverte;
y pues guardar á Sancho es despedirme,
y no ceder, yo quiero ser tan firme
en mi resolucion: queda en la tuya;
será razón que de tu Corte huya.
Yá será peligrosa su morada
á mi persona, a riesgos entregada.
Yá pierdes á Almanzor. Desde hoy perdiste
(porque tú conservarle no quisiste)
a un amante que fino idolatraba
la imagen de tu rostro: que aspiraba
á poner á tus plantas su corona;
que por verte exponía su persona
en medio de Castilla, tierra ingrata,
que siempre fiera al Africano trata.
Pierdes á quien juraba (y lo cumpliera)
serte constante el tiempo que viviera.
Es esta aquella fé que prometiste
guardarme para siempre? Ay de mí triste!
Condesa, si matarme pretendia
tu amor, yá convertido en tiranía;
si yá cansado de mi amor, desea
frustar tu pecho mi constante idea;
no me lo digan tus ingratos labios;
completa con mi muerte tus agravios;
toma el puñal, que para Don Garcia
en tu mano dexó la mano mía;
dirige contra mí su punta; hiere;
este es mi pecho; si piedad hubiere
en ese corazon, si he de deberte
algún corto favor, mi sangre vierte.
Si de constante la apreciable fama
alguna vez tu corazon inflama
tu brazo, no tu boca fementida,
me quite el grave peso de mi vida.
Ni gusto ni rigor de tí merezco?
Cond. Solo tu vida y gustos apetezco.
Hice poco en decirte que á Garcia
mi mano en una torre ocultaria?
Alm. Preciso es que matarlo determines;
esa excusa que opones á mis fines,
no la ideaste tú; será expediente
del desleal Alek, cuyo insolente
orgullo, con la capa de entereza,
apellida virtud á tu flaqueza.
Su vida pagará su desacato.
Cond. No creas, no, que Alek te sea ingrato:
tu nombre adora, tu delirio siente.
Aquí estuvo: postrado y reverente
habló de tu persona; tus pasiones
hallaban en su boca reflexiones,
que de excusa servian. Yo te juro
que no tienes vasallo mas seguro.
Solo mi amor á un hijo desgraciado,
que ha nacido de mí, que yo he criado
al pecho mio, que mi amor merece,
por quien su madre tu rigor padece;
solo este amor tan eficaz y justo
hace que mire tu rigor con susto,
hace que la pasion, que te he tenido,
y á mis ojos tan suave ha parecido,
se represente en este infausto día
como objeto de horror y tiranía.
Necia de mí, que de imprudencia llena
oprimí el débil hombro con tal pena!
Alm. Necio de mí (con más razon lo digo)
y el cielo, el sabio cielo me es testigo
que fui más necio, no sabiendo osado,
en tu pasion inmensa confiado,
valerme de tu amor para mi intento.
Te acuerdas, no lo dúdo, del momento
que en el jardin ameno de esta casa,
por donde el tajo entre laureles pasa,
(perdona si en contártelo prosigo),
al pie de un mirto, solos, sin testigo,
lejos del fausto de la Corte y fiesta,
lejos de aquel bullicio que molesta,
oyendo desde lejos la armonía
de una música suave, que aplaudia
la dicha de un amor correspondido;
depuesto aquel respeto, que es debido
entre regías personas, me dixíste
con rostro amante, y con acento triste:
oh mi Almanzor! oh, quán dichosa fuera
si diferente ley tu fé tuviera!
Si fueras, como hermoso, tú Christiano,
yo ligára mi mano con tu mano:
felíz unión por siempre juntaria
tu amable vida con la vida mia.
Pero pues no es posible esta alianza,
y si a ella no es justa la venganza,
pide Almanzor quanto deseas:
Castilla está á tus pies; y porque veas
mi sincera pasion, pronuncia, manda.
Esto dixiste, y tu dulzura blanda
tanto fuego a tus ojos infundia,
que pasaban del labio la energía.
Entonces yo pudiera, y aun debiera
valerme de ocasion tan lisonjera.
Yo tímido no quise con tal arte
á mi justa ambición determinante.
Solo dixe: Condesa, si te espanta
entre las leyes diferencia tanta;
si el no ser Mora tú, ni yo Christiano,
me quita el enlazar tu hermosa mano,
mira cómo la yedra, aunque distante,
se abraza tierna con el olmo amante.
Si entonces Almanzor, menos turbado,
hubiera aquel momento aprovechado,
tu hijo en sacrificio le ofrecieras,
y qual me pierdes tú, no me perdieras.
A Dios te queda.
La Condesa y Doña Elvira.
Cond. Elvira, sigue al Moro:
dile que le amo, dile que le adoro,
y que a su voz mi corazon se humilla;
que reynará en mi pecho y en Castilla;
que Sancho morirá.
Elv. Qué, ¿por tu mano?
Cond. No será mi rigor tan inhumano.
No con tanta crueldad, con artificio
he de hacer tan horrendo sacrificio.
Fingiré que Almanzor, la paz firmada,
de su regreso emprehende la jornada,
que en su obsequio un festin está dispuesto.
A Sancho un vaso con licor funesto
un criado dará, cuya bebida
acabe con mis sustos y su vida.
Corre, y dile á mi hijo que aqui venga,
mientras mando que al punto se prevenga
el banquete funesto á Don Garcia.
Se ha llenado de fuerza el alma mia.
Elv. ¿Mi boca ha de llevarle su sentencia?
Don Sancho es mi señor, y en su presencia
se partirá mi pecho noble.
Cond. Calla.
Plausible excusa tienes de vasalla;
mas no te necesito: ven conmigo.
¡O cielo airado! Tu furor consigo.
¿Ni un cómplice me dexas? ¿Ni siquiera
quien me obedezca? Pero más entera
ha de ser mientras mas esté frustrada.
Yá está tu muerte, Sancho, decretada.
Elv. Confío (¡ó Dios!) en tus perpetuas leyes
que guardan las personas de los Reyes.