Doctor Angelicus/Capítulo IV
Capítulo IV
Ello es que el primo se había declarado a la prima. Había hablado él también de amores que en el cielo empiezan y siguen en la tierra; del más allá y del algo desconocido, trinando principalmente contra el derecho civil vigente y los matrimonios desiguales.
Que Eufemia quería a Pánfilo, no debía ponerse en tela de juicio, y no se puso. No lo hubiera consentido Eufemia, para lo cual era axiomático: primero, que su esposo era un sabio, y segundo, que ella le quería como a las niñas de sus ojos.
En vista de que el dogma era inalterable, Héctor procuró barrenar la moral, obrando como un sabio mucho mayor que su primo.
La mujer siempre es un poco protestante: piensa que fides sine operibus vale algo, y que, a fuerza de creer mucho, se puede compensar el defecto de pecar no poco.
-Tu marido es un sabio, convenido; pero ¿y eso qué? -esto dijo el primo, que fue como leer en el ya citado fuero interno de Eufemia-. Supongamos que tú te enamoras de otro hombre que sólo sepa lo que Dios le dé a entender, ¿bastará la sabiduría de tu marido para evitar lo inevitable?
Eufemia no tenía qué contestar.
De hipótesis en hipótesis, llegaron los primos
- Al puente que separa
- a Eva inocente de Eva pecadora.