XIII

No bien en su cuarto de soltero, Darcy se puso una bata turca, calzó sus chinelas y cargando de tabaco de Latakié una larga pipa, cuyo tubo era de cerezo de Bosnia. con boquilla de ámbar blanco, se puso en disposición de saborearla arrellenándose en una gran butaca guarnecida de tafilete y convenientemente rellena. A las personas que se asombren viéndole en esta vulgar ocupación, cuando quizá hubiese debido soñar más poéticamente, responderé que una buena pipa es útil, si no necesaria, para el ensueño, y que el verdadero medio de saborear bien una dicha, es asociarla a otra dicha. Un amigo mío, hombre muy sensual, no abría nunca una carta de su amante sin haberse quitado la corbata, atizado el fuego si era invierno y echarse sobre un cómodo sofá.

—En verdad—se dijo Darcy—hubiera sido un imbécil si, siguiendo el consejo de Tyrrel, hubiese comprado una esclava griega para traerla a París. ¡Caramha!; hubiera sido, como decía mi amigo Haleb—Effendi, llevar higos a Damasco. Gracias a Dios, la civilización ha marchado de prisa durante mi ausencia, y no parece que la rigidez sea llevada a la exageración... ¡Ese pobre Chaverny!... ¡Ah! Ah! Sin embargo, si hace algunos años hubiese sido lo bastante rico, me hubiese casado con Julia, y acaso sería Chaverny quien la hubiese acompañado esta noche. Si alguna vez me caso, haré revisar a menudo el coche de mi mujer, para que no tenga necesidad de caballeros andantes que la saquen de los atascos... Veamos, recordemos. De cualquier manera, es una mujer muy bonita, simpática, y si yo no fuese tan viejo como soy, ¡me podría permitir creer en mi propio mérito!... ¡Ah! ¡Mi prodigioso mérito! ¡Ay! ¡Ay! Dentro de un mes, acaso mi mérito estará a la altura del de ese señor de los bigotes... ¡Ah! ¡Hubiese querido que aquella pequeña Nastasia, a quien he amado tanto, supiese leer y escribir y pudiese hablar de las cosas con las gentes educadas, pues creo que es la única mujer que me ha querido!... ¡Pobre muchacha!... Su pipa se apagó y en seguida se quedó dormido.