Discurso sobre la educación: XIX
XVIII - De la salida y socorros, que el comercio nacional puede, y debe dar a las producciones, y manufacturas sobrantes de las artes y oficios, con extensión a el tráfico exterior, y a Indias: se expresan los modos, de que uno y otro puedan florecer, con recíproca utilidad de la matriz, y de sus dilatados dominios ultramarinos
editarEl comercio tiene ciertamente una relación inmediata con las artes; y si no están de acuerdo, pueden embarazarse recíprocamente. Con todo eso, no es lugar oportuno el presente tratado, para dilatarse mucho sobre él.
La agricultura, y las artes son los manantiales, de donde deriva toda su fuerza el comercio, el cual no es otra cosa, que la comunicación de los hombres; llevando a unos parajes lo que hace falta en ellos, y retornando lo que allí sobra, para el surtimiento mutuo de los pueblos, y naciones entre sí.
La protección continua de la agricultura subministra sobrantes, que extraer; aunque depende del clima, y variación de los temporales.
Muchos se persuaden, que la agricultura no debe tener otro objeto, que abastecer el interior a precios baratos.
Por consiguiente miran con ojeriza la extracción de los frutos, y creen, que toda la felicidad de un Estado consiste, en esta baratez, y vil precio de los frutos o cosechas.
Este modo de pensar, es el más contrario al progreso de la agricultura; porque hace al labrador tributario del consumidor; y donde no se permite la extracción en años abundantes, jamás el labrador puede aumentar sus labores, con esperanza de tener buena salida.
La razón es, porque todas las cosechas, e industrias humanas, se limitan al despacho. Sin grave necesidad es daño cierto, admitir los frutos extranjeros; aunque sean más baratos, que los del país.
La introducción continuada del trigo de Marruecos, podría haber disipado la labranza de nuestras provincias meridionales.
El gobierno público ha de ser más rígido en permitir la entrada, que la salida de frutos: máxima, que nunca se debe olvidar.
Lo mismo tiene lugar en las manufacturas propias. La salida pronta, ya sea para el consumo interior, o para fuera M Reino, es la que asegura su impulso.
Conviene aplicar, por ahora, estos principios a los productos de las artes.
Estas a la verdad prosperan con mayor rapidez, si se guarda un ordenado y vigilante sistema, y aseguran géneros comerciables; siguiendo el camino, que está indicado en las leyes, y en la práctica uniforme de las naciones aplicadas.
El comercio español está obligado, conformandose a un espíritu patriótico, y constante en los principios, a valerse con preferencia de las manufacturas nacionales; y a promoverlas eficazmente. Con mayor razón debe observar las leyes, promulgadas a beneficio de las artes y oficios, que se hallan establecidos en el Reino, o que se vayan perfeccionando, o plantificando de nuevo.
Si quebranta la ejecución de estas leyes el comerciante, con introducciones contrarias a este sistema patriótico, debe sufrir la confiscación, y demás penas que contienen nuestras leyes.
Toda nación tiene obligación de cuidar su propia prosperidad, y contener debidamente a los que la impiden. Hartos objetos de comercio se presentan, sin adoptar los que sean esencialmente ruinosos a los oficios.
Siempre es necesaria la importación de géneros forasteros en todo el país; porque la providencia quiso, establecer entre ellos una relación, y dependencia mutua.
La nación, que tiene frutos y primeras materias, que vender a las otras, está segura, de que conservará, siempre que no descuide su agricultura, e industria interior, un ramo permanente de comercio activo.
La España debe llevar sus vinos, aguardientes, aceites, sobrantes de lanas, &c. a las naciones, de donde necesita retornar otros frutos, o primeras materias, que la sean absolutamente precisas, para ocupar los artesanos, y adelantar sus fábricas.
Entre los frutos, y primeras materias de la España, se cuentan también las de Indias, que no sólo contribuyen a su propio consumo, sino al de otras muchas naciones.
Por este medio recíproco puede, y debe extender su navegación en Europa, y dar salida a tales géneros, con ventaja; surtiéndose de primera mano de los que necesite introducir de las naciones extranjeras; estableciendo en las plazas principales mercantiles factores, o casas españolas de comercio propio.
Jorge Henin propuso a Felipe IV dos compañías generales de la nación, para hacer su tráfico: una que llama del norte, o por mejor decir, la de Europa. La otra compañía era la de Indias, a fin de poner en relación recíproca ambos comercios, con utilidad nuestra; y aun de las naciones, con quienes tuviésemos amistad, y buena inteligencia pacífica.
Yo no apruebo estas dos compañías exclusivas, que entonces eran de moda; y las habían puesto en crédito los Holandeses, a quienes siguieron los Franceses e Ingleses: cuando aún ignoraban aquellas naciones, los caminos de adelantar su comercio y navegación.
El acta de Cromwel iluminó las gentes. Nosotros, sin embargo de ella, hemos imitado en el presente siglo el método de comerciar por compañías. Sólo el comercio de Filipinas podría fomentarse por una compañía particular; como reflexiona el autor de la historia de los intereses del comercio de Europa, que se halla traducida en nuestra lengua, por D. Domingo Marcoleta.
Con generalidad se ha experimentado, por todas las naciones comerciantes, que son tan nocivas al comercio interior las compañías, como a las artes el estanco gremial.
Por distinto camino intentaba Don Miguel Álvarez Osorio y Redin estancar el derecho, de tener almacenes en aquellos comerciantes, que mantuviesen fábricas y telares en España de su cuenta propia: con el objeto de preferir en el consumo nuestras manufacturas a las extranjeras, y asegurar a las primeras el despacho prelativo.
Pero aunque el sistema de Jorge Henin, fuese inadmisible, en cuanto al método exclusivo de la formación de dos compañías generales de comercio; hace ver, que la España sólo puede tener ventajas en su tráfico, peculiar de Indias; fomentando su interior sistema, y no descuidando el comercio general, desde los puertos de la península, a el resto de Europa.
Debe tomar de las otras naciones o frutos, o primeras materias, o los géneros comerciables y manufacturas, que la falten, para su propio consumo y el de Indias. La razón dicta, que el comercio español compre de primera mano en los mismos parajes; llevando a ellos los sobrantes de todas especies, que tuviere.
Este comercio exterior se ha descuidado demasiado entre nosotros, y no hay en el común de las gentes, en su razón, la inteligencia necesaria de los parajes, a donde con preferencia se deba transportar, o traer el género, de cuyo despacho se trata. Este conocimiento es de suma importancia, aun para las naciones que sufren comercio pasivo.
Un cuerpo, como los gremios de Madrid, y otros comerciantes gruesos de España, que hay en gran número: respetables por su caudal, y por la honradez y buena fe, que tanto reluce en los españoles, y recomienda, en su proyecto del nuevo código Rusiano, la gran emperatriz Catalina II; pueden abrir estos caminos con mucha ventaja de los comerciantes, y de la nación, la cual por esta vía tendría sus caudales en giro, y en actividad continua.
No es nuevo, que nuestros comerciantes mantuviesen factores propios, aun en Marruecos, para despachar las manufacturas, y géneros españoles en los países extranjeros; como lo reflexiona Francisco Martínez de la Mata.
Cuando esta relación del comercio exterior con el resto de Europa, se halle bien establecida entre nosotros, no se perjudicará a los artesanos en aquellos géneros o manufacturas, que les son propias. Las primeras materias, que nos falten, vendrán a mejor precio, y de ley. Habrá salida de nuestros sobrantes, y los retornos facilitarán nuestro comercio interior, y el de Indias.
Por manera que poniéndose de acuerdo el interés de nuestras manufacturas, con el tráfico y giro español; es consiguiente, que la nación adquiera aquella consistencia fabril y mercantil, que necesita el Estado.
No bastarían aun estas providencias; si no se reúnen también, las que se van a proponer, con el tráfico de las Indias; cuyo consumo es inmenso, y que deben considerar nuestros artesanos, como un recurso perenne e inagotable, para asegurar su despacho; mientras ellos correspondan con la bondad, y comodidad en el precio de los géneros, que fabriquen.
Pues la baratez es un bien, que facilita el consumo, y la preferencia en el despacho, a aquellos fidelísimos vasallos de la corona, que constituyen una parte, muy considerable de la nación.
De lo hasta aquí expuesto deduzco en resumen, los siguientes axiomas mercantiles.
- 1 -
editarEl comercio español puede favorecer las fábricas nacionales; introduciendo las materias primeras, que se necesiten de fuera; extrayendo las que sobren en España, así de sus crudos, como de Indias.
- 2 -
editarEn las anticipaciones a los fabricantes y artesanos, a cuenta de las manufacturas, que tomaren los comerciantes, para vender dentro o fuera del Reino, puede darle igual favor e impulso, con ventaja suya: arreglándose de acuerdo los fabricantes y mercaderes.
- 3 -
editarCon la preferencia de las manufacturas españolas, como están obligados, escusarán aquellas introducciones, que impiden la concurrencia de las muestras; y no por eso será corto todavía el número de los géneros fabricados, que necesiten traer del extranjero.
- 4 -
editarDebe establecerse directo comercio, sin valerse de manos-terceras, a los países extranjeros; para que el tráfico español saque toda la posible utilidad de aquella diligencia, que dictan las buenas reglas del tráfico.
La decadencia de nuestro comercio activo vino de la extinción de los bancos de Medina del Campo y Burgos; retirando aquellos mercaderes sus factores de las plazas mercantiles extranjeras; porque ya habían decaído nuestras manufacturas, que nunca se acreditarán sólidamente, aun en las Indias, sin factores nacionales, que observen la inflexión continua de la contratación.
Esta actividad del comercio era causa, de que en tiempo de los Reyes Católicos, y aun en el de Carlos I, ninguna nación tenía factores, compañeros, y hacedores de comercio en España; como así lo observa Francisco Martínez de la Mata; y añade algunas particularidades con testimonio de escritores fidedignos, que son muy del caso.
- 5 -
editarCualquier género de comercio activo merece toda la protección pública; porque su aumento está íntimamente unido, con el fomento de la industria, y acrecentamiento de la navegación española. Los navíos de la carrera de Indias no se consumirán, ociosos en el Trocadero, mientras no tienen viajes a la América; como ahora sucede, por el abandono de este tráfico exterior.
Los navíos de la carrera de Indias, como exceden de quinientas toneladas, según el proyecto actual de aquel comercio, son menos apropósito, para hacer el exterior de Europa.
La minoración de su buque, abrazaría la mayor facilidad de ambos comercios: lo cual sin duda exige una particular atención, consultando hombres prácticos en la navegación, de que abunda España; y se podrán multiplicar las expediciones, con mayor facilidad y ventaja de nuestro tráfico.
- 6 -
editarEl comercio de por menor en los géneros extranjeros, no merece especial distinción; y mucho menos, si las ordenanzas de los mercaderes ofenden la industria nacional, y la libre circulación: por las razones que van expresadas anteriormente.
- 7 -
editarLas leyes mercantiles deben aclararse en una forma expedita y constante, para que la contratación no sufra perjuicios, en la retardación de sus negocios; y se atajen en lo posible las quiebras, y todas las malas-versaciones: contrarias a la fe pública, y a la estimación del comercio: no careciendo los españoles actualmente de crédito, talento, honradez, y fondos, para establecer rápidamente este sistema mercantil.
- 8 -
editarEl comercio de Indias crecerá proporcionalmente, con ventaja general; adoptándose un sistema, que enlace los intereses de la península, y los de sus dominios ultramarinos.
Este último axioma me obliga a tratar del actual comercio de Indias en particular, para hacer más perceptibles mis exposiciones y cotejos.