Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 16

Capítulo XIV

Concluyo este punto afirmando en resumen, conforme al dictamen de los Holandeses, que las fábricas de mayor despacho son las más útiles al comercio y ésta es la primera base sobre que debe dirigirse la industria general de cada País.

II. Las manufacturas más bastas y groseras están en este caso y son, por lo mismo, preferibles.

III. La mayor ventaja del pueblo es lo que debe llevar la principal atención del Gobierno. Y como esta especie de industria pone en actividad la mitad de la población, que ahora es pura carga del Estado y entonces concurrirá con su trabajo y afán a consolidar la común felicidad y riqueza, se sigue que estas ideas son las más ventajosas que pueden ocupar los desvelos de un buen patriota.

IV. Todas las Naciones admiran la decadencia de nuestra población, situada en un terreno fértil y circundado del mar, si se exceptúan los Pirineos. Importa al crédito nacional demostrar con la práctica la posibilidad de adquirir la población que nos falta, empleando bien la que ahora nos sobra por carecer de ocupación provechosa.

V. Siendo regla acreditada con la experiencia que las empresas más fáciles y menos complicadas están sujetas a menores riesgos, dicta la prudencia que la aplicación popular a las manufacturas groseras sea el primer fundamento y piedra angular de la industria española.

VI. No es accesible a ningún Gobierno velar inmediatamente en cosas tan extendidas que abrazan todo el Reino. Y esa reflexión obliga a pensar en Sociedades Económicas, que sobre estas máximas vean lo que conviene a cada Provincia, cuáles impedimentos lo retardan y los medios seguros de removerlos y establecer los modos sólidos que han de regir en este género de industrias.

No se han usado en este discurso sistemas abstractos y pomposos; se ha procurado seguir el cálculo y la natural inclinación de las cosas para venir a la demostración de lo que conviene. Estas reglas las dicta la experiencia y la aplicación, no se aprenden en las escuelas públicas. Y ojalá que en ellas se enseñasen las observaciones practicables y convenientes a la industria. Tiempo ha que los varones sabios se dolían de las vanísimas cuestiones que los jóvenes agitan en las aulas, las cuales, en llegando a los empleos, en nada les eran acomodables a la utilidad y beneficio del público. «Et ideo ego (dice Petronio) adulescentulos existimo in scholis stultissimos fieri; quia nihil ex iis, quae in usu habentur, aut audiunt, aut Vident.»