Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 11
Capítulo IX
El número de las manufacturas se multiplica en proporción a la mayor facilidad de hacerlas. Esta facilidad se acomoda a los géneros ordinarios y bastos, por las razones que quedan insinuadas.
Las fábricas finas son regularmente muy complicadas, y es más tarda su perfección. Contribuyen demasiado al lujo y tales fabricantes se desdeñan de continuar en los duros trabajos del campo, de los cuales les apartan enteramente, llevándoles todo su tiempo y desvelo, para aprenderlas y ejercitarlas después.
Donde están bien arraigadas tales fábricas, se quejan sus Escritores políticos de los malos efectos que causan a la labranza o cultivo del campo, y generalmente convienen en que las artes compatibles con la agricultura son las más ventajosas y que carecen de iguales perjuicios e inconvenientes. Las familias fabricantes, sin agricultura, carecen de muchos auxilios de que abundan los labradores.
Veamos ahora las utilidades que pueden rendir al Estado las manufacturas bastas, sin salir de las de lienzo ordinario, que como más fáciles hemos tomado por supuesto del cálculo, en el concepto de que las otras no son menos ventajosas por el mayor número de brazos y maniobras que requieren y deberán irse introduciendo con respecto a la mayor proporción de las diferentes Provincias, sin perdonar examen ni diligencia, como quería Manilio: Omnia conando docilis sollertia vincit.
Las diez onzas de hilaza de lino ordinario corresponden a dos millones de libras al día, considerados los cuatro millones de mujeres y niñas, y suponiendo de veinte onzas la libra, como se suele regular en las costas de Asturias y Galicia, en que se hilan y tejen lienzos ordinarios.
Cada cinco onzas de hilaza producen una vara de cregüela o coleta, y por este cálculo se podrían tejer en España diariamente cuatro millones de varas, en el supuesto de que el lino formase la industria popular.
El cáñamo rinde un tercio menos, y así en lugar de cinco onzas son necesarias siete y media para producir la misma vara de lienzo ordinario, por manera que hay la desproporción de dos a tres en el cáñamo respecto al lino.
La misma dificultad hay en hilarle, por ser más áspero el cáñamo y ocupar las mujeres un tercio más de tiempo para reducirle de la clase de cerro a la de hilo, y por consiguiente se debe regular proporcionalmente el mayor coste que en el hilado y tejido tiene el cáñamo en comparación del lino.
Por parte de recompensa de esta diferencia, es más barato el cáñamo en rama, porque un quintal de cáñamo de Riga cuesta, puesto en la costa septentrional de España, ciento cuarenta y ocho reales, de que vienen a salir a cada arroba treinta y siete reales de vellón, o real y medio a cada libra, antes de rastrillarle.
El cáñamo de Francia sale a ciento cincuenta y dos reales, con el aumento, por consiguiente, de un real en cada arroba.
El cáñamo de Aragón es algo más barato y de mejor especie que el de Francia, y éste aventaja al del Norte en la finura y firmeza. Ya observó el Señor Marcandier la preferencia de los cáñamos de Mediodía, aunque no son tan largos. En España se cultivan en varias Provincias, y se aumentarían con el despacho.
El lino más bueno de Rusia y del Norte sale el quintal a catorce pesos, que hacen doscientos diez reales de vellón, y corresponden a cada arroba cincuenta y dos y medio reales de vellón y a cada libra dos reales, tres maravedís y tres veinticincoavos de otro maravedí.
En el modo de rastrillar el cáñamo y lino en rama consiste su mayor aprovechamiento, para que salga más pelo y produzca menos estopa.
Del cerro del Norte, como más largo, si se beneficia con rastrillos de púas cortas cuales son los que se usan en Asturias y Galicia, se sacarán de una arroba de lino doce y media o trece libras solamente de pelo, y el resto de estopa.
Por el contrario, usando de los rastrillos que se hacen en la Ciudad de Vique, cuyas púas son de nueve pulgadas, la misma arroba producirá de dieciséis a diecisiete libras de pelo, y el resto de estopa, porque se quiebran menos las hebras al tiempo de rastrillarle.
Proporcionalmente, se debe entender lo mismo respecto al cáñamo, al esparto, malvavisco y demás géneros hilables, según la calidad de su cerro y lo que produzcan las experiencias.
El algodón tiene sus particulares observaciones para reducirle a hilaza y dar a ésta la debida consistencia, sucediendo lo propio con la lana y seda, bien entendido que en cuanto a esta última el método del Piamonte es preferible a todos.
Tales comparaciones y observaciones sólo se pueden hacer por unos cuerpos patrióticos formados a imitación de la Sociedad Bascongada de los Amigos del País, reduciendo a experimentos y cálculos todos estos aprovechamientos y economías. Cuyas comparaciones no es posible las hagan las gentes rústicas, ni que pueda asegurarse su certeza y exactitud, sin la concurrencia y auxilio de las personas distinguidas y celosas de cada Provincia, unidas en sociedad y correspondencia, que reduzcan a «Memorias Académicas» sus observaciones y las vayan comunicando continuamente al público.
Todos desean, y con razón, que se fomente la industria, pero si se les pregunta en qué consiste la industria, cuál es el estado actual que tiene en su Provincia, qué ramos o cosechas van en aumento o disminuyen, qué causas influyen a la decadencia y cuáles auxilios convendrían para evitarla, es menester confesar que no hay hombre alguno que pueda por sí solo tener o adquirir estos conocimientos prácticos.
Don Bernardo Ward, Ministro que fue de la Junta de Comercio y que tenía inteligencia del estado general de la Europa en punto a comercio y fábricas, creía que esta falta de noticias hacía mucho perjuicio al gobierno y que podría suplirse nombrándose personas que visitasen y se instruyesen de las producciones, industria y estado de todas las Provincias.
Este conocimiento podría, sin duda, traer por de contado alguna utilidad, pero siempre sería superficial y momentáneo, en lugar que una Sociedad Económica, compuesta de individuos correspondientes y dispersos en los pueblos que compongan la Provincia, pueden adquirir un pleno conocimiento de su estado, de las causas que influyen y del progreso ulterior, llevando las indagaciones a la perfección posible, lo cual no es dable a ningún particular.
La nobleza de las Provincias, que por lo común vive ociosa, ocuparía en estas Sociedades Económicas, en los experimentos y en el desempeño de las indagaciones, de que más adelante se tratará, útilmente su tiempo, y sin desembolso alguno del Estado serían los nobles los promovedores de la industria y el apoyo permanente de sus compatriotas. El Reino tendría un número crecido de personas ilustradas a quienes consultar y emplear según su talento, y ellos mismos disiparían las preocupaciones y errores políticos que la ignorancia propaga en agravio y daño de la Nación. Por este medio, no habría habitante en España que, según su clase, no contribuyese a la riqueza nacional.
La prosperidad y la abundancia se seguirían como fruto de esta vigilante policía; no habría vagos, ni mendigos; el pueblo crecería y estaría bien alimentado; las rentas del Rey se aumentarían y la pujanza de la Nación daría confianza para resistir o combatir ventajosamente a los enemigos y, en fin, el contento general reuniría a todos, para afianzar el disfrute de una policía comparable a la que imaginaron en sus mejores meditaciones los hombres más respetables de todas las Naciones. Nada, en adelante, se afirmaría en los nuevos proyectos sin examen, y todo se podría reducir a cálculo.
Un ejemplo hará demostrable la necesidad de un cuerpo que vele en mejorar la industria popular.
Son crecidas las sumas que salen de España por el hiladillo y bolduc encarnado que traen de Holanda y de Alemania y tiene gran consumo.
Lo mismo sucede con la cinta que llaman casera y se hace de hilo muy basto, y la hay de tres especies, que todas vienen de fuera, esto es, la más fina de Harlem, en Holanda, y las otras dos especies de Ruán, León, Italia, etc.
En Asturias y Galicia tejen de esta cinta basta, y por falta de telar proporcionado labran una mujer y una niña con mucha fatiga de siete a ocho varias al día, que a seis maravedís por vara les producen cuarenta y ocho maravedís, que hacen real y medio de vellón o seis cuartos para cada una de las dos.
Si se introdujese en estas dos Provincias un telar de Toledo, como el que se usa para la cintería de seda y cuesta veinticuatro reales en aquella Ciudad, el cual se podría hacer por doce en ambas Provincias, una niña tejería cuarenta varas al día, que al mismo respecto la rendirían doscientos cuarenta maravedís o sesenta cuartos, que hacen siete reales y dos maravedís. Las dos mujeres ganarían con su respectivo telar catorce reales y cuatro maravedís en lugar del real y medio a que por la rudeza del instrumento con que tejen la cinta están reducidas actualmente.
Perfeccionando el telar podría aún establecerse, bien que con mucho mayor costo, de forma que un hombre o mujer sola tejiese de dieciséis a veinte piezas al día de las mismas cuarenta varas, como sucede en la listonería. Y aunque necesitase una niña para atar los cabos sueltos, se indemnizaría bien de su trabajo.
Por manera que según este método una persona sola sacaría ochocientas varas de cinta al día y haría tanto como doscientas veintidós personas según el rudo método actual de Asturias y Galicia, aun cuando para estos telares compuestos, en lugar de una persona se admitan dos. Tan notable es la diferencia que puede recibir la industria popular por medio de la perfección que vayan recibiendo las artes, porque todas se fueron introduciendo paulatinamente y a impulsos de la necesidad: Labor omnia vincit / improbus, et duris urgens in rebus egestas.
Estos propios telares se usan para labrar la listonería de seda, y la misma forma de máquina, guardada proporción, se puede aplicar a ligas y otros géneros de lana.
Los gorros, medias, calcetas, guantes y otras manufacturas menores se pueden hacer en las aldeas de las referidas hilazas de lana, seda, lino, cáñamo y algodón, aprovechando en las Provincias tales productos cuando los tienen de propia cosecha o introduciéndose estas primeras materias de fuera en el caso de que falten o escaseen en algunas Provincias, eximiéndose los simples de todos los derechos en nuestras aduanas.
La Real Hacienda se indemnizará superabundantemente de la disminución del valor en rentas generales con el mayor aumento que producirán el consumo y las rentas interiores, y sobre todo crecerá la población, que es la verdadera riqueza y fuerza de un Estado que se halla bien organizado.
Queda advertido que los lienzos sólo necesitan la operación del blanqueo y ésta se les debe dar después de tejidas las telas, y no cuando están en hilaza, en madejas u ovillos, porque en tales casos debilita el blanqueo la duración y la fuerza de las mismas telas. En algunas partes de España, como Galicia, Asturias, etc., se cometen grandes yerros por no observar esta precaución. En tierra de Salamanca se conoce mejor tal economía; tejiendo en crudo las telas de lienzo y reservando para después el beneficio del blanqueo, que sale mejor y no deja pelusa en la tela, antes ésta se hace más fuerte e igual.