Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 08
Capítulo VI
Los medios de animar las fábricas bastas y finas son harto sencillos, pero requieren celo y personas que instruyan las gentes, además de ayudarlas con los auxilios necesarios.
I. En primer lugar, los Párrocos deben exhortar útilmente a sus feligreses, según la calidad del país y cosecha de sus materiales, a emplearse en la industria más análoga a él. Así lo hacen en algunas partes de Francia, y en Rusia han tomado este camino para hacer conocer al pueblo ignorante lo que le conviene. Es una obra de caridad tal instrucción, y antes de podérsela dar los Curas y demás Eclesiásticos, deben ellos mismos instruirse de estos principios y máximas nacionales. El pueblo los respeta por su carácter sacerdotal y les escuchará con mayor atención.
II. Los Caballeros y gentes acomodadas pueden auxiliar a sus renteros y en esta protección recogerán no corto fruto de sus tareas, porque venderán mejor sus frutos, crecerá la población y las tierras se cultivarán mejor. La riqueza es el sobrante de lo necesario para el sustento del pueblo. Si éste permanece ocioso y pobre, poca puede ser la riqueza de los nobles.
III. El establecimiento de Academias económicas y de agricultura para examinar el modo de promover estas industrias, traduciendo las mejores obras escritas en este género fuera de España, puede hacer familiares los más importantes descubrimientos. Francisco Home en sus Principios de agricultura y vegetación conoce que la agricultura y las artes necesitan sociedades políticas que las fomenten y cuiden de su enseñanza y perfección, como las mismas ciencias, y aconsejaba se erigiese en Edimburgo un cuerpo especialmente destinado a su protección y auxilio para la Escocia.
IV. Los fondos de Cofradías, limosnas para dotes y obras pías para pobres indefinidas, pueden en mucha parte emplearse en fomentar la enseñanza de estas industrias y dar premios o dotes a las personas que se aventajaren en ellas.
V. Los expolios y vacantes de Obispados con mucha razón se aplicarían al mismo objeto, y es cabalmente el modo de pensar del sabio Magistrado a cuyo cargo corre su recaudo y distribución. No dudándose que tales fondos provienen de rentas eclesiásticas, es cosa clara que pertenecen a los pobres de la Diócesis, y no a otro.
Entre la clase de necesitados, es más acreedor a esta limosna y auxilio el pobre que se aplica a la industria y se hace útil a la sociedad. Cualquier otra inversión de este piadoso fondo para alimentar holgazanes voluntarios no sería tan conforme a los cánones, ni de tanto provecho al Estado.
Calculando que rindan seis millones de reales al año y que circulen en todo el Reino, pueden, bien distribuidos por principios constantes, dar un gran impulso a la industria general de la Nación.
Solos los territorios de las Órdenes militares carecen de este socorro y deberían recibir sus fomentos en las vacantes de Encomiendas, como que los Comendadores son casi únicos perceptores de diezmos, inclusa la Orden de San Juan.
VI. Los sobrantes de caudales públicos, que con tanta previsión han proporcionado las acertadas providencias del Consejo, consiguientes a las de S. M., se han puesto ya en muchos pueblos en el estado de ayudar eficazmente este loable pensamiento en el respectivo pueblo, o por repartimiento en los de un partido si la causa es de utilidad recíproca, y ahora se está tratando de ponerle en práctica para restablecer las fábricas de Ávila, pueblo actualmente casi arruinado, y antes de los más acaudalados de España.
Otros muchos lugares se hallan en iguales circunstancias y tienen recursos en sí mismos, siempre que alcancen sus Concejales a conocer la industria que puede dar útil empleo a sus fondos, proponiéndolo al Consejo por mano del Intendente de la Provincia. Está la policía tan arreglada en esta parte, que sin desembolso de los lugares se despachan e instruyen tales recursos. No es, pues, la falta de medios a que debe atribuirse su decadencia, ni tampoco a pereza de las gentes, sino a la corta instrucción y escaso conocimiento de las artes que se tiene por los que manejan intereses públicos. Sentiría yo ofender el amor propio de unas personas que deben anteponer la verdad a todo respeto.
VII. Una escuela de diseño, un maestro de fabricar telares de medias o para tejidos, un tornero y un maquinista que copiase e hiciese conocer las máquinas más necesarias, deberían establecerse y dotarse en toda capital de Provincia, para que instruyesen y enseñasen a los naturales y propagasen estos conocimientos en toda la extensión y lugares de su distrito. De manera que cada invención útil y nueva pudiese examinarse, adoptarse o desecharse o atemperarse según las calidades y circunstancias, con conocimiento y no por caprichos o aversión preocupada contra lo nuevo. Los salarios y dotación de estos importantes oficios se deberían costear por repartimiento entre los pueblos de cada provincia ínterin se hacían comunes y arraigaban, puesto que a todos ellos trascendería la utilidad.
VIII. Las matemáticas son las que facilitan el conocimiento, la invención y la perfección de las máquinas para emplearlas en todas las artes y oficios. Por la misma razón debería dotarse a lo menos un Maestro o Catedrático de matemática con un buen salario en la misma Capital de la Provincia y allí debería dar lección a cuantos las quisiesen aprender, y resolver las dudas que ocurriesen aplicativas a las artes y a sus instrumentos, máquinas y usos sujetos al cálculo. Estos idénticos medios, que han instruido a Naciones más rudas y pobres, producirán en España necesariamente importantes efectos, porque ni ceden en el ingenio los naturales ni faltan recursos de dotación en el Reino, sabiendo aprovecharlos a utilidad común.
El régimen y erección de Hospicios y Casas de Expósitos es otro de los auxilios más importantes.
Desde Felipe II se trabaja en España, y en los últimos Reinados se han fundado algunos.
El señor don Benito Trelles, que fue del Consejo y Cámara, fundó el de Madrid en el siglo pasado y escribió un tratado sobre el recogimiento de los pobres bajo el nombre de don José Ordóñez.
Un Hospicio debe ser la escuela de los expósitos y de los mendigos.
Las leyes quieren que los expósitos se destinen a los oficios y la buena policía no debe permitir que haya mendigos en el Reino, ni que viva ocioso el que pueda trabajar de cualquier modo.
Si en los Hospicios no se arregla la enseñanza y el trabajo de manera que los Hospicianos ganen para mantenerse y salir con el tiempo enseñados para hacerse vecinos útiles, la policía del Hospicio no ha llegado a su perfección.
Los Hospicios y Hospitales se gobiernan bien por juntas; debe ser uniforme su método político en el Reino y establecerse a lo menos en las Capitales. Las Sociedades Económicas y Políticas sería justo se esmerasen en cuidar del mejoramiento de los Hospicios y Casas de misericordia de su distrito.
Todos estos y otros fomentos que sabrá aplicar una sana y vigilante política, pueden adelantar la industria popular y poner en movimiento una general aplicación bajo de uniformidad de principios. Entonces se desarraigará por sí misma la vulgaridad, vertida contra los Españoles, de que son perezosos. Más justo será atribuir a la falta de instrucción en las matemáticas y en los progresos de las artes la inacción de los Concejales respecto a la industria.