Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 07
Capítulo V
Las fábricas finas han merecido por mucho tiempo la admiración de los pueblos y aun de los ministros más celosos. El autor del Tratado del cáñamo no aprueba la preferencia y casi única atención que en el Reinado de Luis XIV prestó a ellas el famoso Colbert.
En los Reinados anteriores sucedió lo mismo en España, pero es cosa demostrable que las bastas son incomparablemente más útiles. El Señor Carvajal adoptó igual sistema que el de Colbert. Sólo el tiempo es capaz de ir aclarando las verdaderas máximas que deben establecerse en estas materias experimentales. Y así conviene demostrar sumariamente la preferencia de las fábricas bastas y ordinarias.
Lo primero, porque las manufacturas populares y bastas emplean a los aldeanos el tiempo que les sobra, y por consiguiente no los distraen de la agricultura, ocupándose en ellas toda su familia, que de otra suerte viviría ociosa.
Lo segundo, porque son de primera necesidad estos géneros para vestir al pueblo, que es el más numeroso, ahorrando la extracción de sumas inmensas.
Lo tercero, porque tienen un pronto y fácil despacho por el gran número de consumidores, y el fabricante dedicado a ellas no está esperando o perdiendo el giro con su caudal detenido, para continuar su industria.
Las fábricas finas, por el contrario, obligan a grandes anticipaciones y tardan en despacharse sus productos, necesitando mucho caudal para sostenerse. Varían las modas diariamente y inutilizan no pocos géneros. Ninguno de estos riesgos corren las manufacturas groseras, cuyo uso es casi invariable y constante.
Llégase a lo antecedente, que las fábricas bastas utilizan al pueblo común y en las finas los artesanos son meros jornaleros, apartados de la labor del campo. El dueño de la fábrica es un paseante, por lo común, que vive de la industria ajena.
No es mi ánimo condenar esta especie de fábricas; son muy buenas y propias para ocupar la gente pobre y ociosa de las Ciudades y Villas grandes, cuyos habitantes en gran parte están desocupados y sin destino, en España.
Con esta distinción queda resuelto el problema, distinguiendo de fábricas y de poblaciones. Aun en las fábricas finas, todo lo que pueda hacerse de cuenta de los populares será más ventajoso al Estado y más duradero.