Diez años de destierro/Prefacio
Germana Necker nació en París el 22 de abril de 1766, de una familia burguesa y protestante. Su padre, banquero suizo establecido en París, llegó a la celebridad como ministro de Luis XVI en los albores de la Revolución. Germana fué educada por su madre, de la confesión calvinista. Avida de aprender, de imaginación exaltada, Germana mostró una precocidad intelectual y sentimental extraordinaria. Asistía desde niña al salón de su madre, frecuentado por hombres eminentes en letras y artes, y seguía con mucho interés las cuestiones de filosofía, de política, de literatura que se ventilaban ante ella. Era entusiasta, apasionada, de corazón ardiente, de entendimiento vivo e insaciable, sedienta de felicidad y de gloria; nacida para brillar en su salón, fuera del cual le era enojosa la vida, su goce supremo consistía en conversar con otros espíritus de fino gusto y probado ingenio. Amar, ser amada, mezclarse en todos los grandes sucesos de su tiempo y, en cierto modo, dirigirlos; pedir a la vida cebo suficiente para acallar su turbulenta imaginación, reducir a escrito los brillantes haces de ideas que su inteligencia levantaba al herir la realidad: tales fueron sus esperanzas, frustradas en gran parte, y su empleo, de donde nacieron sus desventuras y su nombradía. A los quince años comenzó a escribir. De sus ensayos de esta época se citan las Cartas sobre los escritos y el carácter de J. J. Roussean, impresas en 1788. A los veinte años se casó, o, más bien, la casaron por conveniencia con el barón de Stäel-Holstein, ministro de Suecia en Francia, diez y siete años mayor que Germana. Entre Necker y el rey de Suecia mediaron largas negociaciones para que se elevara a embajada la legación sueca en París, y se proveyera a perpetuidad en el barón de Stäel, a quien se daría, además, el título de conde. Los Necker querían para su hija una "gran boda". El esplendor de su casa y su brillante papel en la sociedad de París parecía que, en cierto modo, iban a compensarla de aquella primera decepción sentimental. La baronesa de Stäel tuvo un salón famoso, donde se reunían los reformadores, los constitucionales, liberales como ella, propugnadores de un Gobierno parlamentario templado, burgués. Las fuerzas de la Revolución, desbordadas, rebasaron las ideas y la política de Mme. Stäel y de sus amigos, sumergiéndolos a todos. En septiembre de 1792, Mme. Stäel se retiró a Coppet, posesión de su familia, en Suiza, donde su padre vivía. Hizo un viaje a Inglaterra y otro a París, de donde se marchó nuevamente en 1795, disgustada con los personajes del Directorio. De esta época data su gran pasión por Benjamín Constant, que tanta influencia tuvo en su vida. Vuelta a París en 1797, hallándose en el Poder sus amigos Talleyrand y Constant, la gloria juvenil de Bonaparte la deslumbró. El "general del ejército de Italia" subyugaba la admiración universal. Madame de Stäel quiso ser la musa de aquel genio. Era tan grande el prestigio de Bonaparte y tan impresionable la baronesa de Stäel, que en su primera entrevista con el héroe, la admiración la hizo enmudecer. Bonaparte estuvo frío y desdeñoso; la desavenencia quedó sembrada, y germinó y creció, a través de varias vicisitudes, llegando a fructificar en persecuciones y en odio. Todavía después del 18 Brumario, madame de Stäel quiso granjearse la amistad del Primer Cónsul. Pero en los primeros días del año 1800 Benjamin Constant, miembro del Tribunado, cuyas relaciones con Mme. de Stüel eran notorias, pronunció un discurso de oposición a la naciente tiranía napoleónica. En este punto, que marca una ruptura de hostilidades, comienzan las Memorias. A esta obra le dió su autor el título de Diez años de destierro; pero la narración está incompleta y sólo comprende un período de siete años. Consta de dos partes: la primera abarca desde 1800 a 1804, interrumpiéndose después de la muerte de Necker; la segunda principia en 1810 y queda bruscamente cortada en 1812, al llegar Mme. de Stäel a Suecia. La primera parte la escribió en Coppet, en 1810, después de la prohibición de su obra sobre Alemania y de su expulsión de Francia. La segunda parte la escribió a su llegada a Estocolmo, camino de Inglaterra, en 1812. En lugar de tomar el hilo de la narración, cortado en 1804, Mme. Stäel prefirió escribir sus recientes impresiones de viaje por Austria y Rusia, países que acababa de recorrer en parte huyendo de la policía de Napoleón. Este trozo es el más agradable de toda la obra; la descripción de las costumbres del pueblo y de la corte rusos, es muy animada y brillante; el agudo talento del autor aparece a cada línea en sus observaciones sobre el carácter ruso, que aun ahora no han perdido interés para la psicología de aquella nación. Todo ello va envuelto en un estilo de cierto amaneramiento sentencioso, pero vivo y rápido. De la obra, en general, dice un biógrafo, al poner en guardia al lector contra el odio que la inspira, que estas memorias no deben mirarse como un libro de historia ni como un libelo; son "el clamor patético y la imprecación de una víctima".
En 1800, Mme. Stäel publicó su primera obra importante: La literatura considerada en sus relaciones con las instituciones sociales, en la que defendía la teoría del progreso. Desde esta época hasta su expulsión de Francia, en 1807, son de notar en la vida de Mme. Stäel: el esplendor de su salón en París, centro del antibonapartismo; las sátiras y cábalas de este salón irritaban al Primer Cónsul, en quien vela Mme. Stäel un obstácuto para la libertad y la paz; la muerte del barón Stäel, en 1802, separado de su mujer desde 1798 a pesar de su pasión por Constant, Mme. Stäel no se casó con él; la publicación de Delfina, novela autobiográfica; el viaje por Alemania—contado en Diez años de destierro—y por Italia, y la publicación de Corina, otra novela autobiográfica, que alcanzó un éxito inmenso. Expulsada en 1807, tuvo en Coppet una pequeña corte, donde la visitaban amigos ilustres. En 1808 hizo un nuevo viaje a Alemania; rompió con Constant, y en 1810 se instaló en Chaumont para atender desde lo más cerca posible a la impresión de su obra De l'Allemagne, Prohibido el libro en la forma referida en Diez años de destierro, recibió orden de salir paru Coppet. Aquel mismo año conoció a Alberto de Rocca, de una ilustre familia ginebrina, oficial joven y guapo, mal herido; ella le doblaba la edad. Se enamoraron, y en 1811 contrajeron matrimonio secreto. La policía de Napoleón hizo insoportable a Mme. Stäel la residencia en Coppet; en mayo de 1812 se fugó, fué a Viena y Petersburgo, y se embarcó para Suecia e Inglaterra, adonde llegó en junio de 1813. Allí publicó De l'Allemagne, obra capital en la historia del romanticismo francés. Madame Stäel regresó a Francia y a París en 1814; reanudó su salón, y se encontró en desacuerdo con la reacción política dominante y con las ideas y las maneras de la nueva sociedad. Murió en París, en julio de 1817. Las Consideraciones sobre la revolución francesa y Diez años de destierro son obras póstumas, que sus hijos publicaron en la colección de Obras completas.