Diccionario manual isleño/Introducción

INTRODUCCION

El Archipiélago de Chiloé, descubierto por Alonso de Camargo el año de 1540, visitado por don García Hurtado de Mendoza en 1558 y agregado definitivamente a la Corona de España por Martín Ruiz de Gamboa en 1567, fué colonizado como los demás pueblos de Chile y de la América Española.

En los 350 años de contacto entre el elemento español y los aborígenés de Chiloé, triunfó, según la ley histórica, el más fuerte, el más civilizado, e impuso al mas débil sus leyes, su lengua, usos y costumbres.

En cambio, el isleño fué también infiltrando insensiblemente en el colono su lengua, usos y creencias, resultando de la mezcla de ambos elementos un pueblo de rasgos étnicos muy característicos, una unidad nacional mejor diseñada que la del resto del país.

Las causas de esta mejor asimilación, por parte del elemento criollo de Chiloé, del carácter y modo de ser de los aborígenes, pueden ser, a nuestro entender, el aislamiento geográfico de Chiloé y sus reducidos medios de comunicación por una parte, y por otra, la larga paz y tranquilidad en que vivieron sus pobladores, interrumpida apenas por las irrupciones de los corsarios, que dió lugar a este trabajo lento de infiltración de ambas razas.

Ni una ni otra razón militan en favor de esta compenetración de razas en los demás pueblos de la República, comunicados entre sí por la vía terrestre, por larga y difícil que ella hubiera sido en aquellos años, y en estado de guerra permanente con los aborígenes del suelo.

De allí la fisonomía propia del insulano, su lenguaje particular, su curiosa mitología, sus característicos hábitos populares, que ya hemos estudiado en nuestro libro «Chiloé y los Chilotes».

En efecto, es fácil convencerse de que casi no hay ramo de la actividad humana, dentro de la reducida esfera de acción en que se desarrollaba la vida del isleño indígena, en que no hallemos voces de ese idioma incorporadas desde antiguo en el habla vulgar española de la Provincia.

Esas voces prueban con incontrastable evidencia, que el estudio del idioma es el medio más seguro de llegar al conocimiento de la historia de un pueblo, ya que la lengua no es sino el vehículo de las ideas, el eco del pensamiento, el reflejo de la cultura y civilización de los pueblos y el archivo, digámoslo así, de sus hechos, tradiciones y creencias.

Recorriendo, en efecto, cada una de sus sencillas industrias o de sus labores cotidianas, hallaremos en cada uno de esos ramos un gran número de palabras prohijadas por los conquistadores, y que, a pesar del transcurso de los años, se conservan aún en el lenguaje vulgar de la Isla.

Réstanos advertir que el presente trabajo es el fruto de más de diez años de labor concienzuda y de constante observación, único mérito tal vez de la obra, fuera de su originalidad, pues es la primera y la única que se ha acometido hasta la fecha. En cuanto al valor intrínseco de ella, júzguelo la opinión ilustrada de los gramáticos y filólogos extranjeros y del país.

A nosotros nos basta haber señalado el rumbo a quien quiera más tarde proseguir y perfeccionar estos estudios.