Diario histórico: 7
51. En este intermedio vinieron de los campos de San Juan algunos gentiles y capitanes bárbaros, y se ofrecieron á sí y á los suyos por auxiliares, y volviéndose despues, fueron á recoger sus gentes. De las estancias de San Lorenzo, que estaban próximas al enemigo, se avisó, que la peste de las viruelas se aumentaba demasiadamente: por lo cual el cura de este pueblo, despues de vencidas algunas dificultades de los suyos, y la resistencia de los de su pueblo, se fué allá á proveer de medicinas espirituales á los enfermos, é impedir con toda industria no se extendiese este achaque.
52. Ya habia entrado Octubre, cuando compuestas algunas discordias y desconfianzas que los indios tenian entre sí mismos se juntaron finalmente las tropas de los pueblos, y el dia 4 se presentaron delante del enemigo, y enviándole á Gomez Freire unas cartas, le declararen la última resolucion, que era defender valerosamente las tierras de sus antepasados, y por tanto que se volviese en paz á su casa, y que tuviese para sí sus cosas, dejándoles á ellos lo que era suyo: y que si él deseaba tanto la paz (porque como habia informado por varios correos, queriendo engañar los indios, decia que él jamas habia venido à hacer la guerra; que queria ser amigo de los indios, y
que solamente deseaba tomar posesion de las tierras que el Rey de España les habia dado) saliese de los montes, bosques y arenales, y sacase la artilleria gruesa, que ellos tambien se irian en paz á sus pueblos. Habiendo expresado otra vez Gomez Freire esto mismo por billetes, escusaba dar respuesta á cosa alguna, por ignorar él la lengua de los indios, ni entender bastantemente lo que decian. Se decia que los capitanes españoles se habian escandalizado con las cartas recibidas, pero no constaba suficientemente que cosa en especial encendiese así sus ánimos. Tambien vinieron por este tiempo algunas numerosas tropas de gentiles Guanás y Minuanes al socorro: á todos los cuales armaron los indios, señores de las tierras, con lanzas, saetas y caballos, y así juntaron un ejército de 2,000 poco mas ó menos, y se mostraban con arrojo desde lejos al enemigo. Con
todo eso aun no parecia oportuno encolerizarse, y venir á las manos, por estas causas: especialmente porque el enemigo por aquella parte, donde el rio se descubria, se ocultaba á si y á sus tropas, en lo denso de los bosques: aunque alguna vez habia salido de la selva desplegando sus banderas rojas, como deseoso de pelear. Mas luego que veia que el numeroso ejército de indios se preparaba para la lidia, se retiraba á sus asperezas. Se sospechaba que queria solamente atraer á los indios á las asechanzas y ardides militares que tuviese preparado entre los montes. Por tanto los indios, enseñados con las trampas ó engaños, que poco há les habian hecho en el castillo, se portaban con mas cautela en acometer á tan cobardes enemigos, usando tambien del dictámen, que aunque los Portugueses en
repetidas veces llamaban para hablar á los principales de los pueblos, ellos se les negaban, excepto uno. Aquellos que estaban de la otra parte del rio con Gomez Freire, los capitanes y los bagajes, que era la mayor parte del ejército, estaban defendidos por el rio: porque, siendo bastantemente grande, con la lluvia de semanas enteras habia crecido inmensamente, y por esto, estàndoles impedido un vado que hace, precipitàndose de los vecinos montes, el cual solo los indios lo saben, y lo ignoraba el enemigo, estaban seguros en la ribera opuesta.
53. Oportunamente, en el Salto del Uruguay ó de las Tortugas, en
donde, como se decia, los otros reales de enemigos, á saber, los
Españoles se habian juntado con el Gobernador de la ciudad del
Puerto, se deslizaron en partes, ó desertaron muchos. Porque
como el ejército, que poco há habia salido de estos pueblos del
Uruguay, caminase á paso lento contra el enemigo, porque no
sucediese que estando los caballos cansados y tambien los
soldados, no estuviese apto para acometer al enemigo, comenzó
este á levantar en dicho salto un fuerte. Entretanto con gran
trabajo, ó luchando contra el torrente de las aguas que caen de
aquellos peñascos, movieron las lanchas con intencion dañada, ó
las arrastraron por el suelo con bueyes.
54. Por este tiempo los pastores ó curas de Yapeyú, atemorizados
de los anuncios amenazantes, se disponian á huirse del pueblo, é
irse á los reales de los Españoles: pero fué en vano, porque sus
feligreses los guardaban ó custodiaban con diligencia. Con todo,
uno de ellos, pretestando iba á acudir á una fingida necesidad
de los enfermos en el pago, ó estancia de San Pedro, (donde no
habia enfermo alguno) se escapó rio abajo en un botecillo: mas
habiendo sido pillado por los soldados ó indios, como reusaba
parar, siendo requerido, habiéndole echado un lazo, juntamente
con el botecillo, lo tomaron. Despues fué llevado á los reales
con el marinero, que en castigo le tuvieron atado de pies y
manos toda la noche, á cuatro palos hácia diversas partes, y por
la mañana fué azotado con riendas: mas contra el sacerdote no
hicieron cosa indecorosa, sino algunas amenazas, ponerle miedo
con algunos tiros al aire de escopetas, y con dicterios. Luego
que lo supo el Capitan general de los ejércitos, Nicolas,
habiendo enviado gente que lo custodiasen; lo remitió al pueblo
con seguridad, pidiéndoles en algun modo licencia á los soldados
para ello.
55. Despues de esto se iban arrimando poco à poco los reales ó
campos de los indios á los de los Españoles, que estaban en las
riberas del dicho rio Uruguay, y habiendo enviado por una y otra
parte exploradores, luego llegaron á dejarse ver de tal manera,
que se espantaron los españoles. Observaron los indios, que seis
de ellos, á vista de cuatro, huyeron á su campo, con tal
precipitada fuga, que dejaron una bolsa llena de sal, otra de
bizcocho, y algunas otras cosas, por despojo de los indios que
venian, y se retiraron á su ejército; en el cual, luego que se
dió parte que el ejército de los indios estaba cerca, el
Gobernador y Capitan General mandó tocar llamada, ó à recoger.
Deseaba el Gobernador dejar en el sobredicho castillo algunos
presidarios, mas no habia alguno que se atreviese á estos
peligros, al furor de los indios, y á las calamidades de un
sitio, ni quien hiciese tal hazaña, yendose al ejército sin
esperanza de socorro, y estando la ciudad distante mas de 100
leguas. Comenzaron pues á retirarse los Españoles, aun no
habiendo visto todo el ejército de los indios, y habiendo hecho
solamente presa de algunos millares de vacas en los campos de
Yapeyú. Todos se retiraban á sus casas. Los indios daban priesa,
ó perseguian á los que se retiraban: y aunque facilmente podian
apresurarlos con hostilidades, se abstuvieron de matar, para que
fuese manifiesto á los Españoles, que solamente defendian su
causa y justicia. Tres lanchas por falta de aguas, á causa de
una larga seca, no pudiendo navegar, vararon en la arena: á
estas, por una parte algunos Guaranís, por otra los Charruas
gentiles, les pusieron sitio, prohibiéndoles solamente todo
bastimento.
56. Se decia que del Consejo aulico, que como queda dicho poco
hà se habia juntado, salió un secreto y declaracion de teólogos,
que los indios de ninguna suerte podian ser obligados con guerra
á entregar sus tierras. Y por esto el Rey habia decretado, que
desistiesen totalmente de este negocio, si los indios no
querian; porque ya bastantemente sabian por esperiencia los
Españoles, que los Tapes de ninguna suerte querian ceder sus
tierras; por eso tambien se juzgó que disponian la retirada. No
obstante, poniendose mas contumaz Gomez Frire, se mantuvo otro
mes en la tierra agena, fortificado con los montes, aunque veia
en su presencia todo el ejército de los indios opuesto á él, y
obstinado á no ceder. Sufrian tambien no poco los Portugueses,
de suerte que andaban de aquí para allí buscando cogollos de
palmas, y los despojos de los tigres, y aun por estas mismas
cosas se mataban mútuamente los hambrientos, y se decia que de
este modo habian perecido 69. Ni perdonaban los indios, á los
que andaban descarriados porque en cualquier parte que los
encontraban, los mataban con las lanzas y alfanges: mas de 50
murieron así el dia 4 de Octubre. Hemos dicho que, habiendo
sacado la bandera roja, ó estandarte de guerra, y habiéndola
guardado despues, seis indios, disponiéndose de buena gana sobre
las colinas á la lidia, se atrevieron á provocar al enemigo,
formando sus escuadrones. Salió el Portugues de las asperezas, y
despues mostró la bandera blanca, pero no se atrevió á apartarse
de la màrgen del monte y salir al campo. Entretanto pidió
viniesen á hablar algunos parlamentarios, y fueron enviados
cinco Miguelistas: y como el Portuguez quisiese entablar una
plática larga, humana y molesta, la interrumpieron los enviados,
y les dijeron:--"Que una de dos, ó que se fuesen de sus tierras,
ó que si tenian tanta ansia de ellas, que saliesen al campo,
porque los indios estaban prontos á concluir el negocio con la
espada." Reusaron la pelea, y dijeron que ellos se volverian
luego que tuviesen las respuestas de los españoles: y porque se
recogieron á sus montes, y tambien la mayor parte habia pasado
el rio, dejando 30 hombrea de guardia en el paso, los Tapes se
retiraron á sus reales.
57. Pero hé aquí que se suscitó entre ellos mismos una viva
contienda. Las compañias de tres pueblos altercaban, que solo
los Miguelistas habian llegado á hablar con los Portugueses; que
solo ellos tenian las conferencias entre sí; y los Portugueses,
que ultimamente se gastaba el tiempo, y no se echaba ó obligaba
al enemigo á retirarse, con otras mil cosas de que se quejaban:
y por tanto se disponian á volverse, para quedarse en sus
pueblos. Mientras así convertian con calor su negocio en
diferencias, llegó á tiempo D. Nicolas Nenguirú, sugeto
principal del pueblo de la Concepcion, el cual habia sido
elegido Capitan General de comun consentimiento: este hizo nacer
la esperanza de concordia, y parecia que tomaba fuerza. Como
hasta el 21 estuviesen discordes, determinaron la invasion hasta
el dia 22, lo que no habiendo puesto en egecucion, un cierto
capitan llamado Felipe, se fué otra vez á llamar à los gentiles
Minuanes y Guanas, para que se confederasen con ellos, y con él
vinieron 12 á explorar el real del enemigo. Y despues, habiendo
considerado el aspecto de las cosas, prometieron que habian de
ir á traer 260 de su gente armada, con su capitan José, con tal
que del pueblo les diesen 100, y de las estancias otros tantos
carcases de saetas para su uso. Por horas se esperaban, y se
alegraban ó mostraban regocijos en hacer dos caminos por medio
de la espesura del bosque que hay entre ambas orillas del rio
Phacido ó Yaguy; es á saber, entre los montes, con trabajo de 10
dias, para que mas ocultamente los indios pudiesen tomar la
espalda del enemigo, sin que este llegase á sentirlos.
58. A los de Yapeyú por este tiempo les fué muy mal en lo que
intentaron contra los españoles: porque como algunos de estos
todavia se hallaban en el Salto del Uruguay, y habiéndose ya
vuelto los confederados de los otros pueblos, los de Santo Tomé
quitaron á los españoles ayer por la noche (era la de 3 de
Octubre) 20 caballos con sus sillas, y mataron á algunos de
ellos: por lo cual procurando los españoles les sucediese mejor,
y deseando recuperar sus caballos, siguieron al enemigo; y bien
de mañana dieron sobre un escuadron de 192 Yapeyuanos, que
estaban segregados de los demas, y confiados en sí mismos.
Enviaron por delante tres exploradores, y habiendo estos
llegadose á razones, alegando cada cual la causa de su venida,
los españoles, acercándose à caballo con poca sinceridad, y
numerado el escuadron, mudaron caballos y acometieron á los
indios, que no sospechando tal cosa, se mantuvieron formados;
pero viendose inferiores en número y armas, se entraron y
acogieron á pié en el bosque, y acometieron contra todos los
indios. Algunos españoles murieron, y se esperaba mas cierta
noticia de este lance, cuando Octubre fenecia, con el cual, poco
menos que espirando el capitan segundo, que poco há habia sido
elegido teniente de San Miguel, siendo llevado en un lecho,
llegó de los reales al pueblo para curarse.
59. Las cosas en Yapeyú anduvieron muy turbadas por todo el mes
de Noviembre: porque como los curas de este pueblo lo querian
apartar de la confederacion, no cesaban de persuadirles, que
concediesen á los Españoles paso franco, y abandonasen de facto
las llaves. De tal modo se atrevieron á disponer y administrar
las cosas á su propio arbitrio, y habiendo sacado todas las
telas preciosas de lino, y 62 sacos de algodon, 1,210 arrobas de
lana en 37 sacos, 20 piezas de lienzo de algodon, 14 piezas de
bretaña, 30 sacos de tabaco con 500 arrobas, algunas piezas de
todo género de paño, de angaripola y corales, 1,000 cuchillos,
200 frenos, 200 espuelas, 700 arrobas de yerba, las tomaron, y
repartieron al pueblo libremente: y tratando á sus curas con
imperio, tambien los castigaron cuatro dias con ayunos, no
dándoles sino un solo plato de carne de buey. Quitó ó impidió
este género de insulto ó mal obrar el teniente del capitan de la
Concepcion, y les persuadió tratasen á los PP. con mas decencia.
Empero los individuos de este, y de los otros pueblos vecinos,
deliraban con guerras civiles y motines, porque algunos mas
amantes de sus pastores se dolian de lo que padecian, y los mas
obedientes iban á concitar en su auxilio á los de la Cruz. Pero
la parte contraria confederaba en su ayuda á los bárbaros
gentiles Charruas. Por horas pues se temia, que de esta pavesa
reventase un incendio: mas llegó á tiempo una órden del Padre
Provincial, que se mudasen los curas que servian de tropiezo á
los ofendidos. Para esto partió el cura de la Concepcion, como
mediador de los pastores de aquel pueblo: á la verdad este
varon, José Cardiel, por amor del pueblo ha padecido mucho; y
así con otro compañero se fué allá. Lo recibieron con grande
alegria, con el festivo estrepito de la artilleria, (porque no
ignoraban cuantas cosas habia padecido por defenderlos el nuevo
cura) y colgando las banderas de todo el ejército del pueblo,
como tambien con repique de campanas. Luego que entraron en la
casa de los PP., pusieron de su buena voluntad, y sin ser
reconvenidos, en las manos y á los pies del cura las llaves, y
todas las cosas pertenecientes al Gobierno, con los sellos del
mando, que ya por algunos meses á beneplacito del pueblo los
principales y caciques habian usurpado; prometiendo obedecer en
todo, excepto el punto de transmigracion. Logró esta
pacificacion, y habiéndose hecho tres dias de funerales por los
muertos, visitó los enfermos, y los regaló con algunas cosas que
le habian dado. Les esplicó la manera de tratamiento, y
reprendió las cabezas de la sublevacion, corrigiéndolos
amorosamente. No se supo en este mes otra cosa de lo acaecido en
aquel pueblo.
60. No iban las cosas de mejor modo á los indios en el rio
Phacido, ó Yaguy, porque ya no solamente estaban discordes entre
sí, sino tambien con el capitan Nenguirú: porque como advirtiese
la gente de algunos pueblos que dicho capitan á unos se
entregaba totalmente, y á otros nada, le perdieron tambien la
voluntad. Tuvieron por este tiempo frecuentes pláticas con los
Portugueses, provocándolos siempre á que saliesen á la llanura:
pero asegurados por todas partes ellos en las riberas del rio,
con montes ásperos, habiendo cortado para murallas troncos, y
habiéndose fortificado, se mantuvieron inmobles. No faltaban en
los reales de los indios quienes de noche, y otras veces á
escondidas, se fuesen á los del enemigo, atraidos con las
esperanzas de premios, y á hacer negociacion, la que prometia
abundante el enemigo: y como todos los de los pueblos fuesen á
estas ferias, todos se fingian Miguelistas: era gente de á
acaballo, y á los que veian venir á pié, no querian de noche
creer los Miguelistas. Estas y otras cosas fueron semilla de
muchas discordias entre los ejércitos de los indios, de suerte
que alguna vez hubieron de tener guerra civil ó interna. Y
finalmente, cundiendo el mal, contagió al ejército, y ya cada
uno determinaba volverse á su casa: aunque era obice esto, á
saber, que se volverian, y que reclutadas por todas partes
mayores tropas de los pueblos de la otra banda del Uruguay, y
preparadas armas nuevas, á principios de Enero volverian. Los
mas prudentes no aprobaban este proyecto, porque se esponia toda
aquella provincia, y todos los ganados, con los estancieros, à
las invasiones del enemigo. Mas otros, estando mas obstinados en
su parecer, de facto empezaron à desbaratar el ejército,
yendose. Los primeros que se retiraron á su pueblo ó casas,
fueron los Nicolasistas; pero antes de la partida de estos,
llegaron 200 Guanoas, con sus nobles capitanes, y entonces
volviendo á enviar internuncios à los reales de los Portugueses,
los provocaban á pelear, y desafiaban al enemigo: pero en vano.
Viendo pues al enemigo inmoble, un capitan de gentiles, llamado
Moreira, se fué à hablar con el enemigo, y llevó consigo mucha
yerba y tabaco que pidió á nuestros indios, y tambien carne para
que comiesen: porque decia este, que el hacia esto con engaño ó
doblez. Y volviendo, persuadió à los Miguelistas, con cuyos
caballos y esperanzas habian venido dichos gentiles, que se
retirasen un poco de los reales, porque no fuese que les
sucediese alguna desgracia: porque él habia mesclado veneno en
los regalos que habia llevado, lo cual podia tambien redundar en
daño del ejército vecino, ò de los indios: pero que era público
no haber sucedido cosa alguna adversa. Sospecho que el gentil
habia sido sobornado por los Portugueses, para que persuadiese
la retirada al ejército; porque ¿quien dará entero crédito à una
gente infiel?
No obstante, obedecieron los Miguelistas à la persuasion, y habiendo levantado los reales ó campamentos, los apartaron algunas leguas de la vista del enemigo. Entretanto, habiendo enviado un Miguelista à desafiar á los Portugueses, fué muy bien tratado por Gomez Freire, y habiéndole mandado sentar, lo regalò con cena y cama, y fué rogado à quedarse á dormir en tanto que escribia al cura del pueblo. Escribiò, y bien de mañana entregò al enviado las cartas, y lo hizo volver en paz á los suyos. Mientras este venia á donde estabamos, fueron vistas por los Lorenzistas en el Yaguy, por aquella parte que divide las tierras de San Lorenzo y San Luis, tres lanchas portuguesas, ó talvez canoas, que navegaban rio arriba, bajaron los Lorenzistas à las orillas de las riberas para impedir el tránsito al enemigo, mas porque no estaban bien proveidos de armas, que pudiesen ofender de lejos, llamaron algunos Juanistas fusileros. Vinieron estos, y trayendo consigo tres cañones de caña silvestre, bien retobados con cuero de buey, y llegando con estos el capitan de la Concepcion: D. Nicolas Nenguirú con algunos de los suyos, fijados los cañoncitos en las orillas del rio y entre el monte, asaltaron á las canoas, y con cuatro tiros atormentaron una, quebraron otras, y las obligaron á irse precipitadamente por el rio, quedándose tres paradas. Corrieron del campamento, rio abajo, algunos marineros Portugueses al socorro, y armándose entre los indios y portugueses una refriega, murieron algunos de estos últimos: se decia eran 26, pero fué falso, solo fueron tres. Finalmente llegaron los Luisistas á su campo y con buen aguero; porque en estas embarcaciones venian con cuidado las cartas del Gobernador de Buenos Aires, en las cuales le daban noticia de su retirada, y lo mismo persuadia à los Portugueses. Habiendo pues leido Gomez Freire las cartas, fué de admirar lo furioso que se puso, dando en rostro á los Españoles su engaño y trato doble, y á los indios el haber acometido á los suyos, lamentando tambien haberse frustrado el trabajo, ó proyecto de 12 años. Despues el dia 12 de Noviembre cargaron los bagajes en los campos, y pareció que se disponian á la retirada. Mientras esto, pidió à los indios le dejasen libre el camino, ni le molestasen en la retirada, y para mas asegurar la cosa, habiendo llamado à conferenciar à algunos caciques de San Luis, San Lorenzo y San Angel, los cuales estaban entonces allí, porque los otros ya habian caminado á los pueblos, acordàndose de sus mugeres y de sus sementeras, cuyo último tiempo era necesario lograr, los hizo jurar sobre los Santos Evangelios, y él mismo con juramento firmó, ó hizo un escrito firmado con los nombres de los principales de los indios y portugueses, en el cual promete. I. Que ni la una ni la otra parte se harian daño, hasta tanto que se diese la última y definitiva sentencia por los Reyes de España y Portugal, acerca de las quejas dadas y perdon de los indios, ó hasta tanto que el ejército español no volviese otra vez à campaña. II. Que ambas partes se volverian à sus tierras, y que ni una ni otra nacion pasaria el Rio Grande. III. Que los indios serian cautivos si pasasen el rio, yendo à las tierras de los Portugueses, y mútuamente los Portugueses lo serian de los indios, si ellos intentasen pasar à sus tierras. IV. Pidieron solamente se les dejase descansar algun tiempo en el rio Yobí, mientras los animales recuperaban el aliento y fuerzas perdidas.--Firmaron estas treguas de parte de los Portugueses, el mismo Capitan General Gomez Freire de Andrade: Martin de Echauri, español, Gobernador de Montevideo: Miguel Angelo Velasco: Tomas Luis de Osorio: Francisco Xavier Cardoso de Meneses y Sousa: Tomas Clarque: Sacerdote Secular, capellan de Gomez, en cuyas manos se hizo juramento. De parte de los indios firmaron, Cristoval Acatú: Fabian Guaqui: Francisco Antonio y Bartolomé Candeyú: Santiago Pindo: D. Ignacio Tariguazú: D. Lorenzo Mbaypé: D. Alonso Guayrayé. Concluidas estas cosas á 18 Noviembre en la media noche, los Portugueses que estaban de esta parte del rio lo pasaron calladito, y juntos los batallones, marcharon sin hacer ruido: al dia siguiente 19 se desaparecieron del todo. Asimismo tambien nuestros ejércitos, habiendo dejado unos pocos destacamentos por custodia y seguridad de las circunvecinas tierras de San Luis, San Lorenzo y San Juan, se retiraron à sus pueblos, no habiendo sido muerto indio alguno por mano del enemigo: pero sí casi 100 Portugueses acabaron con las armas de los indios. Arrimadas las lanzas, se empleaban en la devocion de San Xavier, dàndole gracias por haberlos librado de la tribulacion; y las legiones, en lugar de las armas, tomaron con brio los arados, porque no se pasase el tiempo que aun quedaba para la agricultura, recompensando siquiera algo en este mes, (ya empezaba Diciembre) el que se habia desperdiciado ó perdido en el espacio de tantos otros.