Despedida (Rubén Darío)

Lira póstuma (1919)
de Rubén Darío
ilustración de Enrique Ochoa
Despedida
DESPEDIDA


Para María Guerrero, que

los declamó en el Teatro
Odeón, de Buenos Aires, la

noche del 5 de Julio de 1897.


Al partir, justo es que os diga
cómo a mí no ha sido extraña
tierra en que renace España,
por hidalga y por amiga.


Frescos, fragantes y finos,
nutridos de savia ardiente,
hoy acaricia mi frente
los laureles argentinos.


Vuestros corazones son
armoniosos y vibrantes
por la sangre de Cervantes,
de Moreto y Calderón.


Y fuera en vosotros mengua
que desdeñarais un día
con vuestra propia hidalguía
vuestra raza y vuestra lengua.


Mas no; lleno de frescor
libre bajo el cielo brilla
el árbol cuya semilla
plantara el Conquistador,


Vine, sí, si vencí yo
la victoria conseguís:
estaré en otro país
pero en otra patria ¡no!


Aquí la musa divina
de Calderón halló rosas;
y tuvo palmas fastuosas
la de Tirso de Molina.


La Niña Boba en Castilla
más afamada no fué,
ni la desventura de
doña Estrella de Sevilla.


Vuestro afecto se aquilata,
y nuestro mental tesoro
se ufana en bajel de oro
sobre el Río de la Plata.


Sabéis honrar las brillantes
máscaras, que mi alma adora,
y a Talía vencedora
coronada de diamantes.


Que sois gentiles, es fama;
mas vuestro afecto conquista
a la dama y a la artista
como artista y como dama.


La noble sangre latina
y la lengua castellana
juntan con el alma hispana
la joven alma argentina.


Y, dichosa mensajera,
yo voy a decir a España
que en nuestra cordial campaña
flota una misma bandera.


Mantengamos ese fuego
que caliente ambas naciones...
¡y, hasta luego, corazones
argentinos; hasta luego!