Escena VIII

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DICHOS, VISITACIÓN, DON NICOMEDES y DON PRUDENCIO, por el fondo.


VISITACIÓN.-(Dirigiéndose a los demás y señalando a ADELINA, que tiene el rostro cubierto por las manos, y creyendo que llora.) ¡Otra vez! ¡Más lagrimitas! ¡Por San Nicomedes, que esto es ya demasiado! Será preciso que me incomode. ¡Ha visto usted, don Prudencio! qué chica tan voluntariosa y tan inconsiderada!

PRUDENCIO.-Vamos, hija mía; ya estoy a tus órdenes.

NICOMEDES.-Adela..., Adelina.... que don Prudencio aguarda.

VISITACIÓN.-Arréglate y vuelve en seguida, que es muy tarde.

PRUDENCIO.-(Mirando al reloj.) Muy tarde; ya lo creo.

VISITACIÓN.-¡Vamos, Adelina, pronto...! Y nada de lloriqueos... Y, si es preciso, delante de los criados finges alegría... ¡Cuenta conmigo!

ADELINA.-(Mostrando su rostro risueño, verdaderamente radiante de felicidad.) ¡Sí, señora, sí! Ya voy... No se incomode usted; no hay motivo. No lloro. Estoy muy alegre; ya lo creo. (Riendo.) ¡Llorar! Ya pasó; al contrario. Adiós... Volveré en seguida... Perdóneme usted... Un beso... Otro... Adiós... (Sale dando muestras de gran contento. VISITACIÓN, DON NICOMEDES y DON PRUDENCIO se contemplan con asombro. CARLOS los observa con ironía.)