Cruza el azul firmamento

Cruza el azul firmamento (Romance)
de José Zorrilla
del tomo primero de las Poesías.

Cruza el azul firmamento,
sobre cenicienta nube
vago suspiro del viento,
preludio del huracán.

Y en los pardos botareles
susurra el musgo colgado,
y los negros capiteles
en torno velando están;

esqueletos descarnados,
monumentos carcomidos,
sobre los aires lanzados,
corona del fundador:

á través de cuyos ojos
los bravíos aquilones
arrastran cien nubarones
de ceniciento color.

Á la voz de la campana
que espira en el aire vano,
en la calada ventana
se oyen los vidrios crujir:

y las góticas labores,
entre las sombras vibrando,
mezclan confusos colores
en tembloroso lucir:

y en la sombría capilla,
de la bóveda colgada,
tibia lámpara amarilla
arroja espirante luz:

y su claridad perdida
se refleja en los altares,
tiembla en los anchos pilares,
da movimiento á la cruz.

Y el ojo imbécil del hombre
acaso al verla soñara
vagos fantasmas sin nombre
cruzando en la oscuridad;

Como en noche perezosa
brilla en el monte una hoguera,
y vibra la azul esfera
á la roja claridad.

Al pie del altar calado
entre las sombras perdida,
como en féretro enlutado
quedó olvidada una flor;

una muger que murmura
una plegaria medrosa;
ostenta mas su hermosura
en la mejilla el dolor.

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Se oyó en la concava nave
acelerado rumor
de algun que fatigado
en las tinieblas cruzó.
A poco un hombre de Oriente,
como flotante vapor,
al pie del altar calado
irreverente llegó.
Lanzó la muger un grito,
y el musulman de furor
lanzó también un bramido
que en las bóvedas rodó.
Y entre la suelta melena
de la Virgen del Señor
mano sacrílega puso
y en la alfombra la arrastró.
»Yo te compré, Nazarena,
esclava para mi Harem,
y has de vivir con tu pena
con mis mugeres tambien.
»Toda una noche he corrido
desde Sevilla hasta aqu
y juro al Dios que he servido
que no he de volver sin tí.»
Calló el moro, y de la lluvia
el compasado rumor
sobre los pintados vidrios
en la capilla se oyó.
Se oyó el silbido del viento,
y el amarillo fulgor
del repentino relámpago
por los cristales miró.
Y se oyó girar violenta
al soplo del aquilon
la veleta rechinando
sobre el agudo punzon.
Y la solitaria lámpara
en el aire se meció,
la ya moribunda llama
azotando en derredor,
y como en el mar tranquilo
ligero monstruo se hundió
dejando en la superficie
un círculo vibrador;
así de la luz incierta
la claridad espiró,
y alzóse del Musulman
en las tinieblas la voz,
»—Que caiga en ti del profeta
la execrable maldicion.

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Nació la siguiente aurora,
derramó su lumbre el Sol,
y el gótico monasterio
sus capiteles alzó
carcomidos por el tiempo,
de cenagoso color.
Dos caballeros cristianos
al pie de tosco peñón
recibían á una dama
que imploraba su favor,
y en la llanura á lo lejos
con ellos despareció.—
Entanto que un pasagero
postrado en un escalón
de la ruinosa capilla,
al acabar su oracion,
vió pálido y abatido,
la mejilla sin color
un musulman abismado
en honda meditacion.