Crítica social/Carta a la juventud

Carta a la Juventud


¿A dónde vais, jóvenes; a dónde vais, estudiantes, que correis en grupos por las calles manifestando vuestra - cólera y vuestros entusiasmos, siendo la imperiosa necesidad de desahogar públicamente vuestras conciencias indignadas?

¿Vais a protestar contra algún abuso del poder? ¿Han ofendido el deseo ardiente de verdad y equidad, que de vuestras jóvenes almas rebosa, ignorante aún, de las combinaciones políticas y de las diarias infamias de la vida?

¿Vais a deshacer algún entuerto social, a poner la protesta de vuestra vibrante juventud en la desigual balanza donde se pesa la suerte de los felices y de los desventurados?

¿Vais a defender la tolerancia, la indcpendencia de la raza humana? ¿Vais a silbar a aigún sectario de la inteligencia, de juicio estrecho que haya querido arrastrar vues-- tros criterios claros a las rancias y creencias, pretendiendo demostrar la bancarrota de la ciencia? falsas ¿ Vais a proclamar, bajo la ventana de algún embustero escondido, vuestra invencible fe en el porvenir, en ese siglo próximo que vosotros representais y que debe realizar la paz del mundo en nombre de la justicia y del amor?

—¡No, no! Vamos a silbar a un hombre, a un anciano, a quien, tras de una larga vida de trabajo y de lealtad, se le antoja que puede impunemente sostener una causa generosa, tratando de esclarecer los hechos y de reparar un error, escudándose en la propia honra de la patria francesa! ¡ Ah! Yo lo he visto cuando también era joven; 'yo he visto ese -Barrio Latino poseido de las ardientes pasiones de la juventud, él amor a la libertad, el odio a la fuerza brutal que aplasta los cerebros y oprime las almas.

Lo he visto bajo el Imperio, haciendo su valiente campaña de oposición, injusta algunas veces, 'pero siempre con el deseo de libre emancipación humana. Silbaba a los autores que agradaban a las Tullerías; maltrataba á los i.

profesores cuyas enseñanzas le parecían obscuras, y se rebelaba contra cualquiera que se mostrase partidario de las tinieblas y de la tiranía; y en fin, ardía en su seno ese fuego sagrado de la noble locura, de los veinte años, que transforma en realidades las ilusiones, y que después aparece como el triunfo seguro de la Ciudad perfecta.

Y si nos remontamos más alá en esta historia de pasiones nobles, que han sublevado la juventud de las escuelas, siempre se la verá indignarse por la injusticia, extremecerse y 'amotinarse por los humildes; los abandonados y los perseguidos, y arremeter contra los feroces y los poderosos.

Esa juventud se ha manifestado en favor de los pueblos oprimidos, abrazó el partido de Polonia, 'el de Grecia, y ha defendido siempre a todos los que sufrían y agonizaban, bajo la brutalidad de una muchedumbre bárbara o de un déspota.

En otro tiempo, cuando ei barrio latino se insurreccionaba, podía asegurarse gue ardía en él una llama de juvenil justicia, que indiferente a ias componendas, seguía con entusiasmo los impulsos del corazón. ¡Y qué espontaneidad la suya entonces! Qué torrente desbordado se precipitaba por las calles! Ya sé que el pretexto actual es también la patria 'amenazada, la Francia entregada al enemigo vencedor por un grupo de traidores.

Solamente me pregunto: ¿ dónde se encontrará la 'clara intuición de las cosas, la sensación instintiva de lo que es verdad, de lo que es justo, sino en muchachos que' nacen a la' vida pública, los que nada debe aún obscurecer la razón esas almas jóvenes, en esos en sana ty recta? ¿ Que 'os hombres políticos corrompidos por los años de intriga; que los periodistas des+ equilibrados por los compromisos de su oficio, puedan aceptar las más impúdicas mentiras, cerrar los ojos a evidentes claridades, se explica, se comprende. Pero ¿ es posible que la juventud se haya gangrenado hasta tal punto que su pureza y su candor natural no se subleven y aparezcan de pronto, en medio de inaceptables errores, aclamando de una vez lo que es evidente, lo que es claro como la luz del mediodía ? No hay historia más sencilla. Un oficial ha sido. condenado, y a nadie se le ocurre sospechar de la buena fe de sus jueces. Le han condenado, con arreglo a su conciencia, y basándose en pruebas que han creido ciertas.

Pero luego sucede que un hombre o muchos hombres dudan y acaban por convencerse de que uno de los documentos, el más importante, o por lo menos el único en que los jueces se habían apoyado públicamente, ha sido falsamente atribuido al condenado, estando, sin duda alguna, escrito por otra mano. Estos hombres lo dicen y es denunciado el culpab'e. por el hermano del prisionero, que cumple así un ineludible deber. Y he ahí porqué debe empezar forzosamente un nuevo proceso que ha de determinar la revisión del primero si hay condena. ¿ No es esto perfectamente claro, justo y razonable? ¿Dónde podrá hallarse esa pretendida maquinación para salvar a un traidor? Que hay. traidor, nadie lo niega; lo justo es que sea el culpable y no un inocente quien expie ese crimen. Trátase, pues, de entregaros ei traidor verdadero.

¿ No debía bastar un poco de buen sentido? ¿A qué móvil obedecen los hombres que desean la revisión del proceso Dreyfus? Descartad el imbécil antisemitismo, cuya feroz monomanía ve en él un complot de raza, y e! oro de los judíos esforzándose en reemplazar uno de los suyos por un cristiano en la infamante cárcel. Esto no tiene razón de ser; las inverosimilitudes y las imposibilidades caen unas sobre otras; todo el oro de la tierra no comprará ciertas conciencias. Es preciso llegar a la realidad, que es la expansión natural, lenta, invencible, de todo error judicial. La historia es esa. Un error judicial lo impulsa todo; y algunos hombres de conciencia se sienten atraidos y subyugados, consagrándose más y más obstinadamente y arriesgando su fortuna y su vida para conseguir que se haga justicia. He aquí explicado lo que hoy pasa; el resto no es más que abominables pasiones políticas y religiosas, torrente desbordado de calumnias y de injuriasi Qué gran tiisculpa tendría la juventud si por un instante se obscurecieran en su cerebro las ideas de justicia y de humanidad! En la sesión del 4 de diciembre, la Cámara francesa se cubrió de vergüenza votando una orden del día, «en que se deshonraba a los jefes de la campaña odiosa que turba la conciencia púbiica». Eso lo digo muy alto para los que en él porvenir me lean: semejante voto es indigno de nue tro generoso país, y aparecerá como una mancha imborrable. Los agitadorcs son los hombres de conciencia y de valor que, seguros de que, existe un error judicial, le han denunciado, para que la reparación se .haga, animados por la convicción patriótica de que una gran nación donde se tolera que :a inocente, agonice en medio de mil torturas, es una nación condenada. La campaña odiosa es el grito de la verdad, el gito de justicia lanzado por esos hombres; es la obstinación que ponen en querer que, delante de esos pueblos que la miran, la Francia siga siendo la Francia humana, la Francia que ha sabido hacer libertad y debía hacer justicia. Está visto: la Cámara ha cometido un crimen, corrompiendo la juventud de nuestras Escuelas, y de aquí que esa juventud engañada, extraviada, se arrastre por nuestras calles, en manifestación como nunca se, había visto, contra todo lo que hay de más noble, de más valiente, y de más divino en el alma humana.

Después de la sesión del Senado se habló del derrumbamiento nacional, promovido por M. Scheurer-Kestner. ¡Infeliz! ¡Buen derrumbatimiento tiene en su corazón y en su alma! Me figuro su angustia, su tormento cuando veía hundirse a su alrededor todo lo que amaba de nuestra República, todo lo que, ha ayudado a conquistar para ella en el noble combate de su vida: la libertad primero, después las varoniles virtudes de la lealtad, de la franqueza y del valor cívico.

M. Scheurer-Kestner es mos supervivientes de su fuerte generación.

Bajo el Imperio evidenció lo que es un pueuno de los últiblo, sumiso a la autoridad de uno solo, y obligado a devorar su fiebre y su impaciencia con la boca amordazada ante las denegaciones de la justicia. El ha visto nuestros dei .

fectos, y, con el corazón brotando sangre, ha conocido las causas, debidas todas a la ceguera, 'a la imbecilidad despótica. Luego ha sido de los que han trabajado más acertada y más ardientemente, para levantar el país de sus escombros y devolverle el lugar que le correspondía, en Europa. Procede de los tiempos heroicos de nuestra Francia republicana, y me imagino que se puede considerar autor de una obra sólida y grande, arruinando para siempre el despotismo y conquistando la libertad, sobre todo esa libertad que yo concibo, la libertad humana, que permite, a cada conciencia afirmar su deber en medio de la tolerancia de otras opiniones.

¡Oh, sí! Todo ha sido conquistado; pero todo está por tierra una vez más. Todo son ruínas; ruínas en su aima; ruínas por doquier.

Haber sico arrastrado por la necesidad de verdad, es un crimen; haber querido la' justicia un crimen. El espantoso despotismo ha vueito; la más dura de las mordazas está de nuevo sobre las bocas. Y no es el pie de un César lo que aplasta la conciencia pública; es toda una Cámara la que afrenta a los que es sólo con la pasión de lo justo se inflaman.

¡Prohibición de hablar! Los puños aplastan los labios que aguijoneán la verdad; se aguijonean las muchedumbres para que hagan enmudece: a los aislados. Nunca se ha organizado una tan monstruosa opresión para utilizarla contra 1la discusión libre. Y el vergonzoso terror reina, los más valientes se tornan cobardes, nadie osa decir una palabra de lo que piensa por miedo de, ser denunciado como un vendido al traidor. Los pocos periódicos que han permanecido honrados se, han humilado, y han concluido por enloquecer a sus lectores con necias historias. Ningún pueblo creo que haya atravesado horas de más turbu'encia, más amenazados y de mayor angustia para su razón y su dignidad.

En estas circunstancias, verdaderamente se han venido 'abajo toda la lealtad y el pasado de M. Scheurer-Kestner. Si todavía cree en la bondad y en la equidad de los hombres, pone un sólido optimismo. Se le arrastra diariamente, hace tres semanas por el lodo, por haber supeditado los honores y la alegría de su vejez 'al espíritu de justicia. No hay angustia más dolorosa que la de este hombre que sufre el martirio por su honor. En él asesinan la fe del porvenir, se envenena sư esperanza, y si muere, dirá: «Todo acabó, no hay nada más: todo lo bueno que he hecho se va conmigo, 1la virtud es sólo una palabra, el mundo es negro y vacío.»

¡Y para abofetear en 'él al patriotismo, se ha elegido a ese 'hombre, que es en nuestras Asambleas el último representante de la Alsacia-Lorena! ¡El, un vendido, un traidor, un insuitador del ejército, cuyo.nombre debiera bastar para, 'desvanecer las más sombrías inquietudes! Sin duda tuvo la debilidad de creer que su cualidad de alsaciano, su renombre de patriota ardoroso sería suficiente garantía de su buena fe en el delicado papel de justiciero. De su intervención eri el asunto, ¿no parecía deducirse la necesidad de que todo acabase pronto para el bien del ejército y de la patria? Pero no: dejad que el proceso se arrastre unas semanas más, tratad de, ocultar ia verdad, de rehusar la justicia y vereis como nos habeis entregado a las burlas de toda Europa, como habeis colocado la Francia en el último rango de las naciones.

¡ No, no! ¡Las estúpidas pasiones políticas y religiosas no quieren oir nada, y la juventud de 'nuestras escuelas da al mundo el espectáculo de silbar a M. Scheurer-Kestner, llamándole traidor y vendido, diciendo que insulta al ejército y que compromete. a la patria!

Sé muy bien que algunos jóvenes manifestantes no representan toda la juventud, que un centenar de alborotadores en la calle hace más ruido que diez mil estudiosos trabajadores encerrados en sus casas. Pero de todos modos, esos cien alborotadores. sobran, porque semejante movimiento, por pequeño que sea, es un triste síntoma para el Barrio Latino. .

¡Por lo visto existen jóvenes antisemitas! ¡Hay cerebros nuevos, almas nuevas que este imbécil veneno tiene desequilibrados! ¡Qué tristeza, qué inquietud para el siglo xx que va a empezar! Cien años después de la declaración de los Derechos del Hombre, cien años después de aquel astro supremo de tolerancia y de emancipación, volvemos a las luchas religiosas, el más odioso y estúpido de todos los fanatismös. Y menos mal que esto 'suceda en ciertos hombres que desempeñan un papel, que tienen una actitud y una ambición voraz que satisfacer; pero jentre los jóvenes, entre, los que nacen y se desarroilan llevando en su ama el gérmen de todos los derechos y de todas las libertades que nosotros habíamos soñado ver resplandecer en el próximo siglo! ¡ Vosotros los obreros esperados, 'declarándoos antisemitas! ¡ Vosotros 'en quienes cifrábamos nuest:as mejores esperanzas comenzais el siglo exterminando a 'iodos los judíos porque son conciudadanos y enemigos de, otra raza y de otra fe! Buen principio para la Ciudad de nuestros sueños, ¡ la ciudad de la igualdad y de la fraternidad! Si tal es el destino de la juventud, será cosa de llorar, y de negar toda esperanza y toda feicidad humana.

¡Oh juventud, juventud! Piensa en la gran obra que te espera, yo te lo suplico; tú eres el obrero futuro que has de echar los cimientos del siglo próximo, que sin duda viene Hlamado a resolver los problemas de verdad y de igualdad planteados por el siglo que acaba; nosotros, los viejos, los mayores, te, dejamos el formidable montón de nuestras investigaciones, muchas contradicciones y obscuridades tal vez, pero seguramente el esfuerzo más apasionado que siglo alguno ha hecho hacia la verdad; los documentos más verídicos y el más sólido fundamento de este vasto edif.cio de la ciencia que tú debes seguir edificando para tu honor y para tu felicidad.

Só.o te pedimos que seas más generosa, más fibre de espíritu, que nos aventajes por tu amor a ia vida normalmente vivida, por su esfuerzo, puesto por entero en el trabajo, en esa fecundidad de los hombres y de la tierra que sabrá hacer crecer, al fin, la copiosa cosecha de alegría bajo el sol radiante. Nosotros te cederemos fraternalmente él sitio, fel:ces de desaparecer y descansar de nuestra parte de labor cưmplida, en el reposo de lamưerte, si sabemos que tú continúas nuestra obra y que realizas nuestros ensueñosi Juventud! Juventud! Acuérdate de los sufrimientos de tus padres en las terribles bata- 1las donde supieron vencer para conquistar la libertad quwe tú disfrutas ahora. Si te, sientes Independiente, si puedes ir y venir a tu gusto, decir en la Prensa lo que piensas, tener una opinión y 'expresarla públicamente, es porque tus padres dieron para ello su inteligencia y su sangre. Tú no has nacido bajo la tirania; tú ignoras lo que es despertar cada mañana con el pie de un tirano sobre el pecho; tú no te has batido para escapar al sable, del dictador y a las falsas razones de un mal juez. Agradécelo a tus padres, y no cometas el crimen 'de, aclamar la mentira, ayudando la campaña de la fuerza brutal, la intolerancia de los fanát:cos y la voracidad de los ambitiosos.

Al fin de ese camino hallarías la dictadurai Juventud! i Juventud! Inclínate siempre hacia la justicia. Si la idea de justicia se obscuų| rece en ti, te amenazarán todos los peligros.

Y no te hablo de la justicia de nuestros códigos, que no es más que la garantía de los lazos sociales. Ciertamente hay que respetarla, pero hay una más elevada idea de justicia: la que sienta por principio que. todo fallo de los hombres puede hallarse sujeto a error, y admite la inocencia posible de un condenado, sin creer que por esto se insulta a los jueces. ¿No es este un asunto que debesublevar tu ardiente pasión por el derecho? ¿ Quién se levantará para exigir que se haga justicia, sino tú que no estás en nuestiras luchas de intereses y de personas, que no estás aún atada ni comprometida por ningún negocio ambiguo, que puedes hablar alto, con toda pureza y buena fe? i Juventud, juventud! Sé humana, sé generosa. Aunque nos equivoquemos, ven con nosotros, puesto que decimos que un inocente sufre una pena horrible y puesto que nuestro corazón sublevado se parte de angustia. Admite por un momento el error posible y, al considerar, tan desmesurado castigo,' el corazổn se te oprimirá y las lágrimas brotarán en tus ojos. ¡ Bueno que los carceleros permanezcan impasibles, pero tú, tú, que todavía lloras y que debes ser accesible a todas las miserias, a todas las piedades! ¿Cómo no te atrae ese ideal caballeresco? Si en cualquier parte hay un mártir sucumbiendo bajo, ek odio, i cómo no sueñas en defender su causa y libertarle? ¿ Quién, sino tú acometerá tan sublime aventura, se lanzará a una causa peligrosa y grande, y hará frente a un pueblo en nombre de la ideal justicia? Y no te sientes avergonzada, en fin de que sean — tus mayores, los ancianos, los que se. apasionen y hagan hoy tu obra, esa obra de radjante generosidad?

—¿A dónde vais, jóvenes; a dónde vais, estudiantes que recorreis las calles en manifestación, lanzando en medio de nuestras discordias la bravura y esperanza de. vuestros veinte años?

—Vamos a la humanidad, a la verdad y a la justicia: