Contrastes: 01
Ha sonado la hora de concluir nuestra tarea, y en el momento supremo de decir el último adiós a Los españoles pintados por sí mismos no le parece al autor fuera del caso el evocar las sombras de los que fueron, al mismo tiempo que intente borrajear algunos rasgos de los que a ser empiezan; dirigir una mirada retrospectiva hacia nuestra antigua España, con su original organización y sus tipos originales, para luego tornarla dulcemente hacia la España actual con sus flamantes imitaciones; considerar lo que fuimos en la antigüedad (la antigüedad en el lenguaje corriente no va más allá de dos lustros) para saborearnos luego a nuestro placer en lo que hoy somos; poner frente a frente civilización antigua con la moderna; la cortesanía con la popularidad; la aristocracia con la democracia; el sigilo con la imprenta; la rutina con la manía de innovar; la hipocresía con el escepticismo, y opinión privada con la pública opinión.
Esto supuesto, y por vía de codicilo final, intentaremos presentar a nuestros lectores algunos de los tipos rezagados de la vieja sociedad, que por no existir ya no han podido tener cabida en esta obra; y oponerles luego otros de los modernos, que por no bien caracterizados todavía, no dieron motivo a especial retrato. Baraja estrambótica, y risueña mezcla de figuras antiguas y modernas, de chocheces y niñerías, de pretéritos y futuros, en que salgan a relucir en su traje respectivo los abuelos y los nietos, los muertos y los vivos, las momias acartonadas y los fetos en embrión.
Alto allá, la hora llegó; la trompeta suena... Surgite omnes et venite ad judicium.