Considerando los condes

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


LXIX


C


onsiderando los Condes
lo que el de Vivar vale,
y que su fama se aumenta
por las fazañas que face,
al rey don Alfonso piden
que con sus fijas les case,
porque ser yernos del Cid
es bien que puede estimarse.
El Rey, por facelles bien,
luégo le envió un mensaje
que se viniese á Requena
para que con él lo trate.
Rodrigo, vista la nueva,
dió d’ello á Jimena parte;
que en tal caso las mujeres
suelen ser muy importantes.
Sabido, no gustó d’ello,
y dijo al Cid:—Non me place
de emparentar con los Condes,
magüer sean de linaje;

mas fágase ende, Rodrigo,
lo que á vos más os agrade,
que no hay mengua de consejo
do está el Rey y vos estades.—
Rodrigo partió á Requena,
y también el Rey se parte
juntamente con los Condes
porque el Cid los vea y fable.
Después de dicha una misa,
delante el Rey y los grandes,
por don Jerónimo, obispo,
con muchas solemnidades,
el Rey al Cid apartó
de todos los circunstantes,
y estas palabras propuso
con gravedoso semblante:
—Bien sabedes, don Rodrigo,
que os tengo amor asaz grande,
y por vuestras cosas cuido
con solicitud bastante;
por ende habéis de saber
que fice aqueste viaje
por fablaros de un negocio,
que importa con vos se fable.
Los condes de Carrión
me han rogado que vos trate
en que les déis vuesas fijas,
y que con ellas los case,
que estarán agradecidos
si esta merced se les face,
porque es gran razón se estimen
fijas que son de tal padre.
Codician vuesa amistad,
atienden al trato afable,
aman mucho vuesas cosas,
y estiman á vuesa sangre.—

Agradeció el Cid entonces
al Rey la merced tan grande,
y díjole se sirviese
de todo lo que á él tocase,
que d’él, de fijas, de haberes,
ficiese lo que mandase;
que él no casaba á sus fijas,
mas las da que se las case.
Dióle el Rey gracias por ello
y mandó les entregasen
ocho mil marcos de plata
para el día en que se casen;
y al tío de las doncellas,
que era el buen don Álvar Fáñez,
mandó el Rey que las tuviese
fasta que se desposasen.
Luégo el Rey llamó á los Condes,
y mandó que le besasen
las manos al Cid Rúy Díaz,
y le fagan homenaje.
Ficiéronlo así los Condes
delante el Rey y los grandes,
y convidó el Cid á todos
porque en sus bodas se hallen.
Partióse el Rey á Castilla,
y el de Vivar con él parte,
y á dos leguas mandó el Rey
que no pasen adelante.
Fuése Rodrigo á Valencia,
donde quiso se juntasen
los Condes y caballeros,
porque las bodas se acaben.
Cuando el Cid los vido juntos,
díjole á don Álvar Fáñez
que lo que el Rey le mandó
luégo al punto efectuase;

que trajese á sus sobrinas,
y que á los condes ó infantes
que llaman de Carrión
al punto las entregase.
Diéronselas, y los Condes
con amorosas señales
dieron muestras del contento
que d’este suceso nace,
porque es tan fuerte el amor,
y son sus efectos tales,
que lo publican los ojos,
aunque la lengua lo calle.
Fizo el Obispo su oficio,
dió bendiciones y paces,
hubo fiestas ocho días
de cañas, toros y bailes;
dió grandes dones el Cid
á los Condes y magnates,
que aquel qu’es grande en sus fechos
suele ser en todo grande.