Conferencias sobre higiene pública: 06

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
Conferencia N. º XXIX

Desinfección de las materias excrementicias. El cólera en la campaña. Limpieza de las letrinas.

Volvemos á ocuparnos, en esta lección, del importante asunto relativo á la buena higiene de las letrinas.

La materia fecal, que, en otros tiempos, era arrojada á parajes donde, sin herir quizás la vista de la población, contribuía poderosamente á alterar la salud pública, fué, poco á poco, despertando serios temores entre los individuos que se tomaban algún cuidado por la higiene general.

Ya dijimos, anteriormente, lo que se había propuesto y realizado en el sentido de evitar que los gases mefíticos emanados de las letrinas ocupasen las regiones de la atmósfera más inmediatamente en contacto con los órganos de la respiración.

Vamos á estudiar ahora otro de los medios aconsejados para evitar á las poblaciones la maléfica influencia de las materias excrementicias.

La experiencia había demostrado que la tierra de naturaleza arcillosa y á la sola condición de sequedad posee la alta propiedad de abatir la tendencia dañosa de las heces fecales.

Calculándose en 2 libras, término medio, la cantidad de materia fecal producida diariamente por el hombre, bastarían 5 libras de tierra para desinfectarla, es decir, para reducir sus principios orgánicos, prontos á descomponerse, mediante la acción combinada de la humedad y del calor.

La mejor aspiración higiénica, á este respecto, parecería consistir en que el excremento de cada individuo fuese diariamente sometido á la operación antedicha; haciéndose uso de la tierra que cada cual pudiese obtener, y, si se quiere, para mayor comodidad, ó, mejor dicho, para mayor posibilidad de realizarlo, que la autoridad adquiriese locales aparentes en el interior de la ciudad para depositar y secar tierra, y repartirla á bajo precio en las casas.

Este sistema demanda un gasto de personal y de fuerza considerables, y creemos que sería solamente aceptable para la campaña, donde la tierra abunda y donde la población existe mas diseminada.[1]

Por desgracia las gentes que habitan en los campos se cuidan muy poco respecto de las materias fecales; que son arrojadas, no á letrinas ni á sitios apartados, sino allí mismo, al lado del rancho, en donde el cólera hizo tanto estrago como en la ciudad, tal vez debido, en gran parte, á esta manera de proceder con los excrementos.

El sistema que actualmente se emplea en Buenos Aires para la limpieza de letrinas es, puede decirse, bastante bueno.

El aparato de que se hace uso consiste: en una gran vasija de hierro, cilíndrica, y en una serie de tubos de goma de la misma forma.

El funcionamiento de este aparato es de los más sencillos.

Unidos los tubos entre sí y con la vasija, por medio de tornillos apropiados, y habiendo previamente llenado de agua á esta última, se practica en ella el vacío, dejando escapar al exterior el líquido que contiene. De esta manera, y puesto el último tubo en relación con la letrina, se determina, en virtud de una ley física, una succión que arroja á las materias fecales en el interior de la vasija.

Decimos que este sistema es bueno á pesar de que no se aplica con estricta conveniencia, pues siempre se escapan algunos gases durante esta operación, que dejan, en aquel paraje y durante algunas horas, un olor desagradable y pernicioso. Tal vez podría evitarse esto, teniendo el cuidado de ajustar perfectamente los tornillos y de cubrir las grietas que pudiesen existir en el aparato.

Notas

  1. Mucho han discutido los ingenieros y los químicos sobre la desinfección de las materias fecales por medio de la tierra seca. El resultado de todos los experimentos y análisis acuerda muy poca ó ninguna eficacia á la práctica de este sistema.
    Dicho resultado está, puede decirse, muy bien determinado en un párrafo de la Memoria del doctor Reed, quien, hablando de las letrinas del campamento militar de Wimbledon, dice:
    "Los experimentos practicados con las letrinas de tierra seca en 1867, prueban que ellas funcionan bien cuando son usadas por pocas personas, y no hay duda que son buenas en las casas de campo; pero los experimentos del año 1868 prueban que en campamentos y en grandes ciudades no sirven, por ser altamente nocivas á la salud·" (highly dangerous and noxious to health).
    Conforme con esto se ha admitido que el sistema de que hablamos solo da buenos resultados en las salas de los hospitales, en las cárceles, en los pueblos pequeños, etc.