Compendio de Literatura Argentina: 28
Bernardo Monteagudo es el tribuno de más fibra y energía de la oratoria revolucionaria. Nació en Tucumán el año 1785 y su origen fué tan modesto que por falta de datos sobre su familia se le creyó boliviano, peruano y aún chileno.
Hizo sus primeros estudios en Jujuy, pasando más tarde á la Universidad de Chuquisaca, donde leía en Junio de 1808, al recibir su título de abogado, su magnífica y avanzada tesis sobre «El origen de la sociedad y sus medios de mantenimiento».
Inició su carrera patriótica, tomando parte muy activa en la insurrección de Charcas el año 1809.
Al año siguiente pasó á Buenos Aires, encontrando en ella la atmósfera que convenia al elevado grado de ardor de su carácter y á la extensión de su inteligencia.
En 1811, se encargó de la dirección de la «Gaceta» y sucesivamente de «El Mártir ó el Libre», de «El Independiente» y «El Grito del Sur», que fueron el eco de su espíritu frenético de democracia.
El mismo dice que en su «Memoria sobre los principios políticos que seguía en la administración del Perú» [1] ... «desde el 25 de Mayo de 1809 mi pensamiento y todo mi ser estaban consagrados á la revolución: desde aquel día vivo gratuitamente, unas veces condenado á muerte y otras próximo á encontrarla. Yo no pensé sobrevivir á tanto riesgo.»
En la Asamblea Constituyente del año 1818, se mostró Monteagudo, promotor inteligente y celoso sostenedor de las grandes medidas de reforma dictadas por aquella corporación, y su poderosa inteligencia contribuyó en gran parte á afianzar las ideas democráticas y á hacer que se arraigara y convirtiera en frondoso árbol, la semilla del alma nacional.
Después de acompañar al general San Martín, en las campañas de Chile y del Perú, con el cargo de Auditor de Guerra, fué nombrado en Lima, por aquél, ministro de la Guerra.- ↑ Publicada en Quito el año 1823.
Posteriormente fué nombrado ministro de relaciones exteriores, y en el desempeño de este alto cargo, fué bruscamente cortado su aliento varonil y patriótico, siendo asesinado en las calles de Lima, el 28 de Enero de 1825.
Monteagudo es una revelación sorprendente, un astro de luz intensa que en su vertiginoso tránsito por el cielo de la libertad americana, dejó para la patria una huella de relámpagos.