Compendio de Literatura Argentina: 21
De la misma tarea de investigaciones históricas se ha ocupado Vicente Fidel López, nacido el año 1815 en la ciudad de Buenos Aires.
En 1833 se fundó en esta ciudad una «Asociación de estudios históricos y sociales», en la que se inició López como escritor revelando la índole de su espíritu investigador, secundado por un estilo sobrio y un criterio ámplio.
Concluidos sus estudios de derecho y ya recibido de abogado, pasó á Chile, donde hizo activa vida intelectual. Colaboró en la «Crónica Contemporánea de Sud- América», «El Heraldo» y muchos otros periódicos y revistas; tradujo un drama titulado «Una mancha de sangre»; publicó en 1845 una Historia de Chile y al año siguiente su Curso de Bellas Artes, presentando, finalmente, á la facultad de filosofía y humanidades de la Universidad de aquel país una notable memoria sobre los «Resultados generales con que los pueblos antiguos han contribuido á la civilización de la humanidad».
Vuelto á la patria en 1852 empezó, en medio de las agitaciones políticas, la vasta labor que dió por resultado su obra maestra la Historia de la República Argentina, paciente y concienzudo trabajo de investigación, que inicia con sus orígenes, siguiéndola en su Revolución y terminando con su enorme desenvolvimiento político y social.
Encabeza esta gran obra, una notable «introducción» que encierra un brillante estudio de historia filosófica, y es lástima que la importancia que tiene y el interés que representa, se encuentren á veces empañados por las preocupaciones de épocas demasiado cercanas.
Pero esto no es un defecto, es simplemente un inconveniente, no podemos ser historiadores de nuestros tiempos, porque para escuchar las lecciones de esa historia, nos estorba el ruido contemporáneo.
Pero López también es orador, orador inspirado y enérgico cuando lo exigen las circunstancias. No podrá calificarlo de otra manera, ninguno que lea su discurso en defensa del acuerdo de San Nicolás, y bien merece ese título el que después de oír las aplaudidas palabras de Portela, de Mitre y de Vélez Sársfield, se levanta convencido de sí mismo, y en medio de una multitud que le llena de imprecaciones, empieza su discurso con estas enérgicas palabras: «En el curso de esta discusión, he notado que hay quien se permite interrumpir la voz de los oradores con señales de aprobación ó reprobación, según el impulso de sus pasiones.... Bién pues! Ya que eso existe y yo no lo puedo remediar, me honro en declarar bien alto, que esas demostraciones no tendrán ninguna influencia sobre mi espíritu».
En su constante labor de investigar las minuciosidades de la historia nacional, son numerosas las publicaciones que constantemente dió á luz, sin menoscabo de continuar su obra magna, que prosiguió con laboriosidad encomiable hasta sus últimos años.
De los más notables entre aquellos trabajos, son sus Recuerdos del pasado que publicó «La Nación» el año 1894.
También tiene como novelista dos trabajos dignos de citarse La novia del hereje y La loca de la guardia.