Clemencia (Caballero)/Epílogo

XII
Clemencia: Novela de costumbres (1862)
de Fernán Caballero
Epílogo
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

EPÍLOGO.


Algunos meses despues estaban una noche sentados en la mesa del brasero, Clemencia y Pablo.

El Cura y algun amigo que los habian acompanado, se habian marchado; pero estaba allí el anciano médico. Clemencia, en quien resplandecia la felicidad, estaba ccupada en una labor de mano. Pablo leia diferentes periódicos que habian acabado de llegar.

—Aquí, dijo Pablo que tenia en la mano el Univers, periódico francés, se habla de una persona que me parece haberte oido nombrar.

—¿Quién? preguntó Clemencia.

—El Vizconde Cárlos de Brian.

—Sí, mucho que sí; era un hombre de gran mérito; ¿qué dicen de él?

Pablo leyó:

—«En Nueva-Orleans ha sido muerto en un desafio por un furioso demócrata el Vizconde Cárlos de Brian.»

«Era un hombre de noble carácter y de un mérito poco comun. Habiendo perdido á su único hermano por un puñal alevoso en Roma, en donde hacía parte del ejército auxiliar del Papa, y visto caer á su Padre en las jornadas de Febrero de 1848, salió abatido y desesperado de su pais á viajar: circunstancias que han quedado ocultas le determinaron á dejar á Europa y pasar á los estados de la Union en que ha hallado la muerte. En él se extingue una de las casas más antiguas é ilustres de Francia. Su mérito, sus virtudes y la firmeza de su carácter, hacen su pérdida doblemente dolorosa á cuantos tuvieron la dicha de conocerle.»

—¡Pobre Vizconde! dijo con tristeza Clemencia. ¡Qué fatalidad se encarnizo en su estirpe! Mucho me afecta su muerte.

—Vaya, añadió Pablo que ojeaba un periódico español, hoy es dia en que salgan á relucir en los papeles nombres conocidos tuyos: aquí se habla de Sir George Percy, que pienso era tambien uno de tus tertulianos.

—Sí por cierto, repuso Clemencia, ¿y qué dicen de él?

Pablo leyó:

—«El 15 del actual ha tomado asiento en la Cámara de los Pares, Su Honor George Percy, que ha heredado el título y manto de par de su Tio Lord Wilfrid. Se ha estrenado con el más incisivo y amargo discurso de cuantos se han pronunciado contra los católicos. De resultas, el jefe de gabinete le ha declarado benemérito de la patria, y en un meeting protestante se ha determinado erigirle en vida varias estátuas de diferentes tamaños, como al Lord Wellington.»

—¡Pablo, Pablo! ¡cómo improvisas! exclamó Clemencia riendo. ¡Con qué seriedad inventas y emites despropósitos!

—No señora, no señora; no son despropósitos, dijo el Doctor; es, muy probable y muy verosímil que sea así. Despues de lo que ha pasado allá, despues de haber visto públicamente llevar en procesion burlesca y quemar en efigie al santo Padre y otros venerables sacerdotes, como en los bellos tiempos de la reforma, sin que el más ilustrado y tolerante de los gobiernos y el más ilimitado en la libertad de cultos, pusiese obstáculos á esas anticultas bacanales, á esas orgías anglicanas, ¿qué se podrá dudar?

Veamos el pulso, señora, añadió paniéndose en pie para marcharse. Siempre en caja! dijo despues de pulsar á Clemencia: señora, vuestro pulso es como vuestra alma; Señor D. Pablo, cuando este verano cojais esas hermosas cosechas con que parece Dios bendecir vuestra casa, será el mas bello fruto con que os favorezca, un hijo tan hermoso como su Madre, tan bien constituido como su Padre, tan bueno como ambos.