Claroscuro (I)
En el dintel del cielo llamó por fin la esquila. Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros que el eco multiplica por cien riscos y oteros, donde laten bandadas de pañuelos en fila... El humo de las chozas sube en el aire lila; las vacas maternales ganan por los senderos; y al hombro sus alforjas, leñadores austeros, tornan su gesto opaco a la tarde tranquila... Cerca del Cementerio -más allá de las granjas-, el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas. Almizclan una abuela paz de las Escrituras los vahos que trascienden a vacunos y cerdos... Y palomas violetas salen como recuerdos de las viejas paredes arrugadas y oscuras.