Poesías de Francisco de Figueroa
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

ELEGIA II.


Cerca del muro, que regó primero
La Real sangre del hermano osado,
Que fué vencido con doblado agüero,

Tienen un verde y deleytoso prado
Las manos de natura artificiosas,
Siempre de varias flores esmaltado,

Texido con mil plantas olorosas:
Un cielo de laureles le defiende
Del sol, que quiere ver todas las cosas.

Del mas vecino monte un rio desciende,
Que en su brazo á regar el prado envia,
Y él corre al Tibre, do despues le atiende.

Este humedece con torcida via
La fértil tierra, y la menuda yerba,
Y en ella Adonis y Narcisos cria.

Siempre su limpia claridad conserba,
Que con las plantas su camino cubre,
Y de qualquier ofensa se reserva.

A ninfa ó pastorcica se descubre,
Que espejándose en él mira y le muestra
La hermosura, que á su amante encubre,

Cercan laureles la su parte diestra
Iguales, y á compás puestos por mano
No menos diligente que maestra:

La otra dexa descubierto el llano
Al pastor, que á la sombra recogido
Huye la fuerza del calor mal sano.

Aquí debaxo de un laurel tendido
Tirsi, al son de la cítara cantaba
Del fruto amargo del amor seguido.

El viento fresco y manso le llevaba
Las voces, y en lugar de ellas mil flores,
Meneando los árboles le daba.

Envueltas en suavísimos olores
Las voces van, do las recoge Alcea,
La blanca Alcea, amor de mil pastores:

Que deseosa de saber quien sea
El músico pastor, tras rama y rama
Escondida se llega, adonde vea

Nacer de fuego muerto ilustre llama.