Cardos y lirios/A mi madre

A mi madre

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Todavía el Dolor ara en su frente;

se humedecen sus ojos todavía;

sus ojos, ¡ay! donde también el día

radió como en las cumbres del oriente.


Huyen las tempestades de mi mente

cuando los dedos de su mano fría,

se hunden, temblando, en la melena mía

y amorosos la erizan blandamente.


Ella es el astro de mi noche eterna:

su limpia luz, en mi interior, se expande

como el lampo del sol en la caverna.


Yo la adoro. La adoro sin medida,

con un amor como ninguno, grande:

grande a pesar de que me dio la vida.