Cancionero (Petrarca)/Por más que escucho, nada oigo de aquella
Por más que escucho, nada oigo de aquella
la dulce y adorada mi enemiga,
y no sé qué pensar o qué me diga,
pues temo y la esperanza me atropella.
A alguna ya hizo daño el ser tan bella;
y a ella, la más bella y casta amiga,
quizás por tales dones Dios la obliga
a huir la tierra y ser del cielo estrella,
y aun todo un sol; y si es así, mi vida,
lo breve y largo de mi paz y engaños
llegan al fin. ¡Oh triste y cruel partida!
¿Por qué lejos me has puesto de mis daños?
Ya está mi breve farsa concluida
y el tiempo mío en medio de mis años.