Cancionero (Petrarca)/En el postrero de mis dulces días
En el postrero de mis dulces días,
de los pocos que vi en mi vida breve,
era mi corazón templada nieve,
augurio triste de jornadas frías.
Como al que duelen músculos y encías,
por que fiebre habitual atacar debe,
tal me sentía, sin saber que leve
llegaba el fin de aquellas alegrías.
Sus ojos bellos, en el cielo claros,
por los que hallé salud, vida y arresto
dejando aquí a los míos sin amparos,
decían con un nuevo brillo honesto:
«Quedad en paz, amigos míos caros,
acá no ya, mas nos veremos presto».