Cancionero (Petrarca)/El aire denso y la importuna niebla
El aire denso y la importuna niebla
cerrada en derredor de bravos vientos,
presto avendrá que se convierta en lluvia;
y ya son casi de cristal los ríos
y en vez de hierbecillas por los valles,
más cosa no se ve que escarcha y hielo.
Y yo en el corazón más frío que hielo
traigo de pensamientos una niebla,
como la que levanta en estos valles,
cerrados ellos a amorosos vientos,
y cercados de empantanados ríos,
cuando del cielo cae más mansa lluvia.
En poco tiempo acaba toda lluvia,
y al calor se derriten nieve y hielo,
con que enriquecen en caudal los ríos;
y nunca escondió el cielo tanta niebla
que, acometida de furor de vientos,
no huyese de los montes y los valles.
Mas, ay que a mí no vale el brotar valles
y tanto lloro al sol como a la lluvia,
y a los helados y los suaves vientos;
que antes que dentro de ella no haya hielo,
ni fuera de ella esté la usada niebla,
veré yo secos mar, lagos y ríos.
Mientras desciendan hasta el mar los ríos
y amen las fieras los umbrosos valles,
cubrirá sus bellos ojos esa niebla
que hace en los míos brotar continua lluvia,
y el pecho hermoso endurecido hielo
que saca al mío tan dolientes vientos.
Bien debo perdonar todos los vientos,
por amor del que en medio de dos ríos
me encerró entre la hierba y entre el hielo,
tal que pinté luego por mil valles
la sombra en la que fui, que ni de lluvia
curaba ni calor, ni voz de niebla.
Mas nunca se vio niebla huir por vientos
como aquel día, o ríos por la lluvia
o el hielo, cuando el sol abre los valles.